no se oyo ningun ruido en la sala. Entonces la sombra toqueteo la almohada del vecino, volvio rapidamente al extremo opuesto de la sala y se echo en una cama.

A la manana siguiente, cuando Vonnegut palpo ligeramente los pies de las camas, encontro muerto al paciente de la cama vecina. Su rostro estaba oscuro; la lengua asomaba grotescamente entre los dientes; los ojos estaban salidos y la mirada denotaba desesperacion.

Despues se dijo que solia esconder restos de comida debajo de la almohada y que se habia ahogado por culpa de una espina de pescado que se le habia atragantado. El medico de guardia, el doctor Holst, sacudio la cabeza y la acerco a la de la supervisora, quien le habia susurrado algunas palabras al oido. El doctor Holst se metio los punos en los bolsillos de la bata. Mas tarde rechazo las preguntas que le hizo el enfermero Vonnegut y se encargo de que los camilleros se llevaran el cadaver antes de que el cuerpo de seguridad y el medico mayor tuvieran ocasion de crearle problemas al personal de la seccion.

En estado de duermevela, James habia sido testigo de un asesinato.

Varias cabezas emergieron de entre las mantas y giraron de un lado a otro para seguir de cerca como los enfermeros cambiaban las sabanas del muerto y dejaban la cama lisa, fresca y vacia.

Alrededor del mediodia, un paciente se levanto de la cama, se dirigio hacia donde se hallaba James y se acosto en la cama recien hecha. Era el que le habia robado la idea de ayudar a las enfermeras. Permanecio alli tumbado hasta que las enfermeras volvieron a aparecer con la comida, que aquel dia consistia en codillo y albondigas. Aunque no dejaba de lloriquear y de chillar, el personal lo saco de la cama sin compasion. Sin embargo, el efecto que tuvo sobre el fue escaso.

Cada vez que le daban la espalda, el volvia a escurrirse hasta la cama y subia la manta hasta la barbilla estrujandola entre los brazos. Hasta que no se tumbaba en aquella cama, no se tranquilizaba. Cuando esa escena se hubo repetido varias veces, el personal se rindio y dejo que se quedara donde estaba.

Por increible que pudiera parecer, James tenia ahora a un asesino como vecino.

James no entendia nada y durante las primeras noches estuvo tan asustado que no pudo conciliar el sueno. Fuera cual fuese el motivo que pudiera haber tenido aquel demente, si es que existia tal motivo, era capaz de volver a hacerlo. Era, pues, mucho mas seguro dormir de dia y mantenerse despierto de noche, contando las veces que el vecino se daba la vuelta pesadamente en la cama chirriante. Si pasaba algo. James pediria ayuda a gritos o saldria de la cama y se acercaria a la pared para agarrar la cuerda que pendia del techo, suficientemente corta para que resultara demasiado engorroso para los pacientes tirar de ella sin ton ni son, algo que, hasta entonces, ninguno habia intentado.

La tercera noche despues de aquel episodio, la sala estaba totalmente a oscuras. En contra de lo que era habitual, la luz del pasillo estaba apagada y todas las contraventanas echadas. De vez en cuando se oia algun ronquido y la respiracion pesada de los demas enfermos, todos ellos, sonidos que mitigaban el miedo y relajaban a James. Tras haber repasado una de las aventuras de Pinkerton, se refugio en la ultima pelicula que habia visto en la feliz epoca de Cambridge, una magnifica epopeya de Alexander Korda, y se amodorro.

Al principio, el susurro de las palabras pronunciadas en voz baja se escurrio casi imperceptiblemente dentro de las imagenes oniricas de James. James se sobresalto al abrir los ojos y descubrir que las palabras no desaparecian. Eran reales y eran concretas, apagadas, medidas; no eran, desde luego, palabras salidas de la boca de un loco; procedian del hombre de la cara picada de viruela, Kroner, su vecino, el asesino.

Se oyeron otras voces en la oscuridad que se mezclaron en la conversacion. Eran tres en total: su vecino, el asesino Kroner, y los hombres que ocupaban las camas mas proximas.

– No tuve eleccion, joder, tenia que montarla -se oyo una voz que provenia de la cama mas alejada-. Esa bruja de supervisora me descubrio cuando estaba leyendo las revistas de Vonnegut en la mesa.

– ?Fue una estupidez, Dieter! -refunfuno Kroner desde la cama contigua a la de James.

– ?Que otra cosa se puede hacer? Si no lo estabas al llegar, te vuelves loco aqui, tumbado en la cama todo el dia sin nada que hacer.

– De acuerdo, pero a partir de ahora te mantendras alejado de cualquier revista. ?Que no se te ocurra volver a hacer lo que has hecho!

– Por supuesto que no. ?De veras crees que me comporte de esa manera por pasar el rato? ?Acaso crees que me lo he pasado bien encerrado en esa celda de castigo durante dias? No pienso volver. Ademas, han empezado a liquidarlos. Y es que no se puede hacer nada -prosiguio.

– ?Por que diablos gritan tanto? Yo pensaba que solo eran los pilotos de los Stuka los que enloquecian de esa manera -susurro el hombre de la cara ancha en el centro, Horst Lankau.

James noto como los latidos de su corazon se aceleraban en un intento por seguir la conversacion a pesar de la excitacion y la consiguiente falta de oxigeno. Las sienes le palpitaban mientras aspiraba el aire lentamente entre dientes con el mayor cuidado posible, a fin de que aquello que murmuraban a su lado no fuera ahogado por su respiracion. Dejando de lado las circunstancias algo peculiares del momento, la conversacion tenia lugar con toda normalidad. Ni por asomo, aquellos hombres habian estado locos alguna vez.

Cuando ya estaba a punto de amanecer, James se dio cuenta de lo insegura que podia llegar a ser su situacion y la de Bryan si realmente no eran los unicos que simulaban estar locos.

El mayor problema residia en que Bryan no sabia nada. Si seguia empenandose en ponerse en contacto con el, eso podria significar la muerte para los dos.

James tenia que procurar evitarlo a toda costa, ignorar cualquier intento de acercamiento y, por lo demas, todo aquello que pudiera relacionarlos.

Lo que Bryan entonces quisiera hacer seria solo asunto suyo. Era de suponer que, teniendo en cuenta lo bien que se conocian, Bryan acabaria por entender, antes o despues, que el no se habria comportado de aquella forma de no haberse sentido obligado a ello.

Bryan debia aprender a ser mas cauteloso. Tendria que aprenderlo.

El lenguaje que utilizaba Kroner era bello. Detras de aquel cuerpo nudoso de gigante y del rostro picado por la viruela se escondia un hombre inteligente y erudito que descansaba en si mismo. Era el quien dirigia a los demas y quien se preocupaba de que todos callaran cuando un movimiento inesperado o un sonido extrano se colaba en su conversacion. Siempre estaba alerta.

Mientras que los otros dos, el de la cara ancha y su compinche enjuto, Dieter Schmidt, se pasaban practicamente el dia entero durmiendo, a fin de poder mantenerse despiertos para los intercambios de parecer de la noche, Kroner se mantenia en constante actividad.

Todo lo que habia hecho perseguia el mismo objetivo: sobrevivir en aquel lazareto hasta que hubiera terminado la guerra. De dia era el amigo de todos y los acariciaba y hacia recados para el personal. De noche estaba dispuesto a asesinar a todo aquel que creyera que se interponia en su camino. Ya habia matado una vez.

En una de esas noches, el cuchicheo podia prolongarse durante un par de horas. Desde el asunto de la espina de pescado, la intensidad de la vigilancia nocturna habia aumentado ligeramente y cabia esperar que la enfermera de guardia podia aparecer inopinadamente en la sala, sin seguir un esquema predeterminado. Cuando lo hacia, pasaba el cono de luz de una linterna por los rostros de los pacientes. Y en la sala siempre reinaba un silencio sepulcral.

Sin embargo, a partir del momento en que la luz salia bailando de la estancia y el sonido del movimiento de los dedos que mantenian en funcionamiento la pequena dinamo de la linterna desaparecia en direccion a la sala de guardia, Kroner solo permanecia quieto en la cama un instante para cerciorarse de que la sala volvia a estar sumida en el silencio.

Volvian a emprender el cuchicheo en cuanto el daba la senal. Y James aguzaba el oido.

Kroner solo habia estrangulado a aquel hombre para poder acercarse a sus compinches y asi poder mantener aquellas conversaciones nocturnas. Siempre y cuando James no supusiera una amenaza para ellos, no tendria nada que temer.

Si no hubiese sido por las historias de los simuladores, podria haber dormido tranquilamente.

CAPITULO 13

A menudo, los relatos eran aterradoramente detallados. Los simuladores se deleitaban abundando en las

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