de concentracion, a la vez que se hacia cada vez mas necesaria su supresion. Este proceso requeria mucha administracion, gran pericia y firmeza. Ademas, las divisiones blindadas en las que habia servido Stich habian sufrido muchas bajas. Un gran numero de divisiones se habian visto seriamente mermadas o incluso habian sido aniquiladas. Ya no lo necesitaban alli. En cambio, su presencia en los campos de exterminio era imprescindible; de el podian esperar una contribucion del ciento por ciento.

De esta manera, Stich habia hecho su papel de simulador mejor que los demas hasta el final. Estaba a salvo y, ademas, tenia competencias para proceder como quisiera.

– A nuestro jefe lo llamabamos el Cartero, pero supongo que eso no es nuevo para ti -dijo Lankau mirando con desconfianza como el hombre que tenia delante asentia con la cabeza.

– ?Lo que yo pueda saber o no no debe preocuparte! Pero si te saltas algo en tu relato, sera peor para ti. ?Vas a contarmelo todo! ?Has entendido?

Lankau sonrio y se paso la lengua por la comisura de los labios.

– Su identidad no tiene por que importarte, puesto que ya murio. Pero para nosotros fue, a fin de cuentas, un hombre importante.

Arno von der Leyen no reacciono.

El oyente de Lankau estaba a merced del relato.

En los ultimos tiempos de la administracion central del Tercer Reich en Berlin, el Cartero habia conseguido hacerse con una vision general de las purgas politicas que llevaba a cabo el Gau de Goebbels. Disponia de las listas de los deportados, los condenados a muerte, los ejecutados, los desaparecidos y los encarcelados. Sabia cuando les tocaria a los siguientes y por que faltas y delitos.

Su objetivo era juntar, de esta manera, cuatro identidades en las que la edad y el sexo coincidieran con la suya y la de sus complices. Por tanto, todavia no habia abandonado la esperanza de que Lankau y Dieter Schmidt hubieran salido victoriosos de su intento de fuga.

Encontro tres de las identidades sin que le supusiera demasiado esfuerzo. Opositores al Tercer Reich que habian «desaparecido» poco antes y que no tenian familia. Personas que serian tenidas por heroes y resistentes cuando se acabara la guerra. Si suplantaban la identidad de esta gente, no tendrian nada que temer en caso de un posible juicio.

Al Cartero no le resulto dificil hacer desaparecer las pruebas.

Despues de algunas indagaciones infructuosas, el Cartero encontro a un candidato apropiado para la cuarta identidad en los calabozos de Potsdam. Un caso que encontro a la vez divertido e ironico. Un judio que, ocultando su verdadera identidad, habia ejercido, a lo largo de toda la guerra, de funcionario publico de alto rango en la ciudad. Una estela de corrupcion, sobornos y fraudes lo habia llevado al lugar en el que se encontraba. Mas de uno tenia razones mas que suficientes para desear su muerte, antes de que acabaran los interrogatorios y el traslado a uno de los campos de concentracion se hiciera realidad; un deseo que el Cartero gustosamente pensaba satisfacer.

El judio desaparecio sin dejar rastro.

Para el Cartero, un hombre mas o menos en el gran sistema jamas habia tenido ni la mas minima importancia. Habia logrado procurarse cuatro nuevas identidades en las que edad, aspecto fisico y estatura se fundian, formando una unidad.

Durante el hundimiento del Tercer Reich, el Cartero desaparecio sin dejar rastro.

Ocho dias despues de la capitulacion, el 17 de mayo de 1945, Kroner y el Cartero se encontraron en un tramo de via apartado y desierto, cerca de una pequena aldea, en el corazon de Alemania.

El caos reinaba en todo el pais. Se saquearon comercios. Hombres, animales y mercancias se dispersaron a los cuatro vientos en una huida anarquica o una ultima y convulsiva retirada.

Kroner y el Cartero ya llevaban mucho tiempo en camino. Cada uno por su lado, esperaban el anuncio de la rendicion definitiva a un par de millas del lugar de encuentro, donde las tropas de los aliados, por mera casualidad, se habian detenido. Apenas un par de millas mas adelante, la via principal era controlada por tropas sovieticas.

Despues de un par de dias mas ocultos, aparecio Lankau, demacrado y piojoso como un vagabundo. El reencuentro resulto sorprendente aunque satisfactorio. Tal como habian acordado en el lazareto, los tres habian desafiado el cataclismo y las distancias. Debian encontrarse alli cuando el final de la guerra fuera una realidad. Un vagon de mercancias destartalado determinaria su futuro, rebosante de valores que habian obtenido a costa de las vidas de muchos esclavos rusos.

Toda una vida de acontecimientos separaba el dia en que una locomotora tender habia empujado suavemente el vagon hasta su lugar de destino y ahora, cuando las armas habian enmudecido definitivamente, el vagon seguia alli.

Recubierto de algas pero intacto, el vagon seguia aparcado en el olvido, en la via oxidada de maniobras, apartado de la via principal, cerca de Holle, al norte de Naila, en Frankenwald, repleto de reliquias, iconos, plateria y otros objetos de valor.

Un tesoro inestimable.

Los tres estaban extasiados. A pesar del cansancio y, en el caso de Lankau, con serias secuelas fisicas, fueron capaces de llevar a la practica su plan.

La noticia de que Dieter Schmidt habia muerto fue recibida con gran pesar. Sin embargo, ninguno de ellos se mostro desconsolado. Significaba que habia uno menos con quien compartir. En cambio, el Cartero y Kroner estaban indignados porque Amo von der Leyen habia podido escapar. El Cartero lo habia abroncado encarnizadamente. Habia que mover el vagon y habia que poner en marcha inmediatamente el resto del plan.

La cerradura de la puerta corrediza estaba oxidada pero intacta. En el interior del vagon todavia quedaban restos de algunos esclavos que, con las prisas, no habian sacado tras su liquidacion. Echados sobre las primeras hileras de cajas, parecian simples montones desordenados de ropa. Detras, habia hileras y mas hileras de cajas marrones, apiladas unas encima de las otras, desde el suelo hasta el techo. En la primera hilera habia dos cajas marcadas con una cruz insignificante. El Cartero las abrio. Despues de haber repartido su contenido de dolares americanos, comida enlatada y ropas de paisano, el Cartero abrio su carpeta y entrego a sus complices sus nuevas identidades.

El Cartero estaba bien preparado y expuso sus ideas acerca de lo que habia que hacer en adelante sin que los demas protestaran ni una sola vez. En lo sucesivo serian personas nuevas. En adelante, solo podrian utilizar sus verdaderos nombres cuando estuvieran solos. Deberian renunciar a sus antiguas vidas. Tendrian que ser leales los unos con los otros en todo.

Ahora y siempre.

Aquel dia, Kroner tuvo que jurarles que se mantendria alejado para siempre del norte de Alemania, donde habia nacido, donde habia transcurrido toda su vida anterior y donde, probablemente, seguia teniendo mujer y tres hijos. El, por su cuenta, habia llegado a la misma conclusion.

En cuanto a Lankau, no habia nada que discutir. Habia amado a su esposa antes de la guerra, habian tenido cuatro hijos y habian sido felices. Ahora, su ciudad natal, Demmin, a orillas del rio Peene, y las tierras de sus padres en Landryg estaban ocupadas por los rusos.

No volveria jamas a aquella region.

En el caso del Cartero las cosas eran distintas. Ya antes del estallido de la guerra, era un hombre odiado en su lugar natal. La bendicion de! nazismo y del nuevo orden establecido por el Tercer Reich no estaba demasiado extendida entre aquellos simples aldeanos y el Cartero habia denunciado a los reacios. Demasiadas mujeres habian tenido que despedirse de sus seres queridos por su culpa.

El tampoco podria volver a casa.

El Cartero no tenia hijos pero si una esposa que, sin rechistar, lo habia seguido en admiracion muda, sin tener en cuenta lo que la vida con el podria ofrecerle. Todos podian confiar en ella, les aseguro encarecidamente.

Delante de aquel vagon de mercancias, enfundados en sus ropas nuevas, los tres volvieron a jurar solemnemente que, a partir de aquel momento, borrarian el pasado y darian por muertos a sus familiares.

Acto seguido se distribuyeron las tareas que cada uno deberia desempenar. El Cartero se encargaria de trasladar el vagon desde la difusa zona fronteriza hasta Munich. Mientras tanto, Kroner y Lankau volverian a Friburgo para intentar dar con Gerhart Peuckert, del que sabian que conocia sus planes a la perfeccion, pero cuya suerte desconocian desde que habian abandonado el lazareto.

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