Si lo encontraban con vida deberian liquidarlo.

Para el Cartero, el transporte del vagon de mercancias resulto inusitadamente sencillo. Varios miles de dolares cambiaron de mano. Mas tarde desaparecio el oficial de enlace norteamericano que habia recibido el dinero, de camino del ayuntamiento de Naila a su casa, en la base militar.

Munich era un hervidero en disolucion; el estraperlo y la corrupcion estaban a la orden del dia. Todo el mundo estaba en venta, siempre y cuando el precio fuera aceptable. La descarga de la mercancia tuvo lugar con la maxima discrecion, y antes de que hubiera finalizado el mes la mayoria de los valores fueron despachados a cinco bancos suizos de Basilea.

La mision que tenian por delante Kroner y Lankau no era tan sencilla.

El paisaje era desolador: un pais violado, desgarrado por una Idea que ahora debia ser conjurada por todos los medios. El viaje en bicicleta se prolongo durante ocho dias. Cerca de cuatrocientos cincuenta kilometros por una zona ocupada, marcada por la confusion, la desconfianza y los controles.

Tanto para Lankau como para Kroner, volver a Friburgo suponia huir del fuego para caer en las brasas. Aunque durante los ultimos meses la ciudad y sus alrededores habian sucumbido, era mas que probable que quedara alguien que hubiera sido testigo de su estancia en el lazareto.

Cuando finalmente alcanzaron su meta, las preocupaciones se desvanecieron como por arte de magia. Tan solo unos torcidos hierros armados, algunos cascotes y algunos bloques de hormigon pulverizados daban testimonio de la existencia del lazareto que, durante un tiempo, los habia protegido de la muerte que aguardaba al otro lado de sus muros. La ciudad era todo caos y confusion. Todos tenian mas que suficiente con pensar en si mismos y en los suyos. Sus gentes habian optado por mirar hacia adelante.

Incluso en los pueblos cercanos, Ettenheim y Ortoschwanden, la informacion que pudieron obtener acerca de lo que habia pasado fue escasa. Sin embargo, las pocas declaraciones que lograron sacar a sus habitantes convenian en que un bombardero, que durante el ultimo bombardeo de Friburgo se habia desviado de su rumbo, habia soltado su carga sobre la loma. La conclusion generalizada era, logicamente, que se habia tratado de un error. Una montana era una montana, y unos arboles, nada mas que arboles. Algunos de los mas avispados habian observado que, despues del dia del bombardeo, el numero de transportes de enfermos habia disminuido considerablemente.

El lazareto de las SS habia sido un secreto bien guardado que habia sido enterrado junto con los que fallecieron durante el bombardeo.

Cuando volvieron a encontrarse en Munich y durante el tiempo inmediatamente posterior al encuentro, los tres vivieron modestamente. La ciudad estaba invadida. Los aliados se habian apoderado con gran efectividad de todos los organos centrales de control. Cada vez se hacia mas complicado vivir en ella sin levantar sospechas y fue entonces cuando el Cartero les presento una propuesta redentora y sorprendente: que se establecieran en Friburgo, la mas bella de entre todas las bellas ciudades de Alemania.

De esta manera transcurrio un tiempo libre de preocupaciones, hasta que el Cartero se entero de que, inmediatamente antes de la destruccion del lazareto de las SS, habian salido de alli varios transportes, cuyo destino era el Lazareto de Ensen bei Porz, cerca de Colonia. Este lazareto habia tenido como mision examinar y descubrir en que medida aquellas neurosis y psicosis provocadas podian tener un origen organico. La mayoria de los pacientes fueron encontrados no aptos como objetos de investigacion y dados de alta inmediatamente tras un examen superficial, siendo luego destinados al servicio de campana. Pero, por lo que pudo averiguar el Cartero, algunos de los antiguos inquilinos de la Casa del Alfabeto seguian alli.

Una vez alli, descubrieron que Gerhart Peuckert no se encontraba entre los pacientes que fueron trasladados y que ya habia muerto.

Lankau se recosto en el asiento y miro a Amo von der Leyen. Su historia habia tenido un final repentino. No habia revelado la verdadera identidad del Cartero. Estaba satisfecho de si mismo, dejando de lado que todavia seguia atado a la silla.

Amo von der Leyen sacudio la cabeza. Su tez habia adquirido un tono gris.

– ?Dices que Gerhart Peuckert murio?

– Si, eso es lo que he dicho.

– ?En que hospital?

– En el lazareto de Ortoschwanden, ?joder!

– ?Es el que tambien llamas la Casa del Alfabeto? ?Ese fue el lugar en el que estuvimos ingresados? ?Murio durante el bombardeo?

– ?Si, si, si! -se mofo Lankau-. ?Y que mas da?

– ?Quiero oirtelo decir una vez, mas! ?Tengo que estar seguro!

Von der Leyen entrecerro los ojos. Era evidente que intentaba atrapar cualquier convulsion en el rostro de Lankau que pudiera revelar algo. Este lo miro sin siquiera pestanear.

De pronto, el rostro de Von der Leyen se torno frio.

– ?Ha sido un relato muy interesante, Lankau! -dijo con voz apagada-. Sin duda, habeis tenido razones mas que suficientes para proteger vuestra conspiracion. ?Debe de tratarse de mucho dinero!

– ?Y que lo digas! -replico Lankau, apartando la vista-. Pero si crees que nos puedes presionar, te equivocas. ?No lo conseguiras, hagas lo que hagas!

– ?Acaso me has oido poner condiciones? Lo unico que te he exigido es saber que le paso a Gerhart Peuckert.

– ?Eso ya te lo he contado! Murio entonces.

– ?Sabes que creo, Lankau?

– ?Acaso piensas que puede interesarme lo que tu creas?

Lankau cerro los ojos e intento concentrarse en el sonido que acababa de registrar: un crujido insignificante que se repitio en cuanto volvio a echarse hacia adelante. El golpe que Von der Leven le propino en el pecho lo arranco de inmediato de aquellos tanteos. El tono gris se habia esfumado de su rostro. Volvio a empujarlo con la culata de la pistola. Lankau la miro y contuvo la respiracion.

– Te pegare un tiro ahora mismo, si no me cuentas como estan las cosas realmente, y que tiene que ver Petra Wagner en todo esto.

Von der Leyen volvio a golpearle con la pistola. La respiracion de Lankau era entrecortada.

– ?De acuerdo! ?De todos modos, no creas que tengo tanto miedo a esa amenaza!

De pronto, el hombre corpulento sacudio el cuerpo hacia adelante, como si quisiera propinarle un cabezazo a su guardian.

– Pero ?que te imaginabas? ?Que podrias sacarnos el dinero que hemos ido amasando a lo largo de los anos? ?No deberias haber previsto que no iba a ser tan facil?

– Hasta hace diez minutos no sabia de que iba todo. ?Y desconocia por completo que hubiera dinero de por medio! ?De hecho, aun no lo se! Estoy aqui porque quiero saber que fue de Gerhart Peuckert.

Lankau volvio a oir el crujido.

– ?Anda ya, callate de una maldita vez, gusano de mierda! -le espeto, mientras intentaba tomar nota de los movimientos de la silla-. ?No pretenderas que te crea? Me parece que has olvidado que pasamos varios meses juntos en el mismo lazareto. ?Acaso crees que he olvidado como te movias en la cama mientras prestabas oidos a lo que hablabamos? ?Acaso crees que he olvidado como intentaste escapar con todo lo que sabias?

– En cualquier caso, olvidas que no entiendo el aleman. Jamas entendi nada de lo que deciais. Lo unico que queria era salir de alli y perderos de vista.

– ?Ya puedes irte a otro lado con ese cuento!

Lankau no creia ni una sola palabra de lo que le decia aquel tipo.

El hombre que tenia delante habia jugado su juego durante decadas. Era astuto, peligroso y voraz. Las dudas que habia albergado Stich acerca de la verdadera identidad de Von der Leyen le llegaron como el eco de un lejano pasado. Poderoso es el enemigo capaz de sembrar la duda en su adversario; superior es quien es capaz de hacerse invisible. Lankau jamas habia dudado ni un solo momento. Para el, Von der Leyen era visible, ahora como entonces.

Bajo la comisura de los labios en una mueca y, por primera vez, echo un vistazo por su cuerpo. Habia perdido la sensibilidad en las piernas embutidas en calcetines de deporte. Intento tensarlas sin que por ello se intensificara el riego sanguineo. Ya no le dolia nada. De un tiron que volvio a descubrir el crujido, abrio la boca y profirio una retahila de sonidos inarticulados. Por un momento, la figura que estaba sentada delante de el parecio

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