mientras los demas se entretenian con trabajos manuales. Era capaz de pasar horas con las manos entrelazadas, purificado en alma y mente. Se habia convertido en Gerhart Peuckert y, de vez en cuando, en Erich Blumenfeld.

Durante los primeros anos en el sanatorio de Friburgo se desvivia por los pequenos fragmentos de un relato, una pelicula, una obra de teatro o un libro. Pero, cada vez que las historias alcanzaban su punto algido, se estancaban, perdia el hilo conductor, era incapaz de seguir adelante. Cada vez habia mas cosas que lo perturbaban, confundiendose en un mundo espectral. Figuras y personas se mezclaban, desaparecian nombres que eran sustituidos por otros, algunos acontecimientos perdian su sentido. Y entonces abandono sus esfuerzos. Tan solo una cuestion, que se mantenia por encima de las demas historias sin final y maltratadas, seguia atormentandolo diariamente en toda su irracionalidad: ?como se llamaba la segunda esposa de David Copperfield?

Y de pronto, un dia, incluso esa pregunta se vio envuelta por las tinieblas del pasado, la insignificancia y el olvido.

Al final, en aquella personalidad difusa no se movia mas que una solitaria chispa de vida palpitante, una sensacion de seguridad y de felicidad en armoniosa concordia. Solo Petra, que siempre estaba cerca de el, solo aquella chica dulce que maduraba imperceptiblemente y que siempre le acariciaba la mejilla suave y carinosamente era capaz de prender aquella chispa. Ella era el unico vestigio de los suenos y la felicidad.

Aquella pequena mujer siempre hablaba de las cosas como si el formase parte de su vida. Hablaba de la vida al otro lado de los muros del sanatorio, y de sus penas y alegrias. Sucedian tantas cosas que el no entendia… Le hablaba de paises de los que el jamas habia oido hablar, y de gente, actores, presidentes y pintores cuya existencia el era incapaz de abarcar.

Rara vez lo abandonaba para viajar a otros paises y volvia a su lado con impresiones que eran tan exoticas como los cuentos. Memorables y deliciosas. Sin embargo, lo unico que tenia sentido para el era que ella volviera, humilde y presente, optimista. Y con una caricia para su mejilla.

Se habia acostumbrado a los hombres que lo visitaban. Con los anos, su postura amenazante se habia ido suavizando. Ya no lo agarraban del brazo con dureza, ni le susurraban amenazas al oido cuando se quedaban a solas con el. Simplemente se convirtieron en una parte de su vida cotidiana. Y eran muy diferentes entre si.

El hombre del rostro picado se convirtio en su amigo. No porque siempre fuera amable cuando lo visitaba. Tampoco porque siempre le ofreciera algun bocado exquisito cuando visitaban su preciosa casa. Sino sobre todo porque ni el viejo ni el hombre del rostro ancho le habian pegado estando Kroner presente.

Asi habia sido hasta ese momento.

Lankau era el peor. Aunque el viejo podia pasarse todo un di* persiguiendolo, al menos tenian algun que otro rasgo conciliador. Y ademas tenia a Andrea.

El viejo era quien mandaba, pero era Lankau quien ejecutaba las ordenes. Durante los primeros anos, su aspecto le resulto extremadamente terrorifico, con su orbita ocular vacia que, a veces, cuando lo castigaba, se quedaba abierta de par en par, Fueran cuales fuesen las razones de las palizas, el resultado fue que Gerhart Peuckert dejo de reaccionar, le hicieran lo que le hicieran. Y con los anos, practicamente habian dejado de castigarlo. Los golpes ya no eran tan fuertes.

Hasta ese dia.

Gerhart retomo el recuento de los rosetones, en un intento de mantener las palabras alejadas. En el salon contiguo, hacia ya tiempo que el viejo habia dejado de carraspear. De vez en cuando se escuchaba su respiracion pesada y regular, como si estuviera dormido.

A medida que fue pasando el tiempo, las visitas de los tres hombres se fueron espaciando cada vez mas. En las raras ocasiones en que se juntaban a su alrededor, solian cantarle un tled, darle una palmada amistosa en la espalda y ofrecerle un puro 0 un snaps que Lankau le servia de su baston o de la petaca que siempre llevaba en el bolsillo de su cazadora. Alguna que Otra vez, con motivo de una visita, lo sacaban a pasear por las calles de la ciudad o se lo llevaban a casa de Kroner o del viejo, o incluso al refugio de Lankau. Entonces solian hablar animadamente de sus negocios. Aquellos constantes lances con lo desconocido llevaban a Gerhart a contar y a anorar el sanatorio. Casi siempre terminaba por buscar el coche que lo habia llevado hasta alli. Entonces solian cogerlo del brazo y serenarlo con un par de pastillas.

A Gerhart Peuckert, alias Erich Blumenfeld, siempre le habian suministrado pastillas. En los sanatorios, durante los paseos, en las visitas a las casas de los tres hombres. Estuviera donde estuviese, siempre acababan dandole pastillas; las enfermeras, los camilleros, los tres hombres y sus familias.

Cada lugar estaba provisto de su pequeno botiquin en el que guardaban sus pastillas.

Tan solo una vez se lo habian llevado a un lugar donde habia extranos. Petra habia ido a su encuentro y lo habia abrazado. Habia sido con motivo de un vuelo de exhibicion, entre miles de espectadores. Los gritos, el ruido infernal y la muchedumbre lo habian desquiciado, aunque la exhibicion lo habia cautivado. Estuvo varias horas sin senalar con el dedo ni mover la cabeza, pero sus ojos habian expresado una gran admiracion y la vision habia desatado algo que llevaba muchos anos encerrado en lo mas profundo de su ser. Esa fue la primera vez en quince anos que abrio la boca para decir algo. Mientras seguia con la mirada los cazas que cortaban el cielo. Hasta que llego la hora de dormir no dejo de repetir la misma frase, una y otra vez. «So schne.ll», fueron sus palabras.

CAPITULO 45

Habia sido un dia extrano para Laureen. Una sensacion vaga de que estaba a punto de tocar algo que, a lo largo de los anos, habia permanecido oculto, como un tono concomitante y permanente en la vida de ella y de Bryan, se fue apoderando de ella. Mientras Bryan hablaba con la mujer en el parque de la ciudad. Laureen se fue convenciendo de que su destino estaba ligado a aquella persona enjuta.

Sin embargo, eso no era todo.

De lejos, aquel encuentro con la mujer podia parecer un reencuentro fortuito que, con una rapidez incomprensible, habia evolucionado hasta transformarse en una confrontacion y una pelea. Sin embargo, cuando se separaron, ambos habian irradiado tales ondas de emocion y de sentimientos reprimidos que Laureen estuvo convencida de que pronto volverian a encontrarse. «Sin duda el encuentro tendra lugar bajo otras circunstancias», penso para sus adentros.

Bryan seguia teniendo su base en el hotel Roseneck, en Urachstrasse. Ese era el punto de partida de Laureen y alli seria, llegada la hora, donde se pondria en contacto con el. En cuanto a la mujer, las cosas cambiaban. Le gustara o no, Laureen sentia una necesidad acuciante de saber algo mas sobre ella. ?Era su piso el que Bryan habia vigilado durante toda la manana? ?Quien era ella? ?Como era posible que una mujer de una ciudad lejana de Alemania, y que, ademas, no era joven del todo, pudiera interesarle tanto a su marido??De que se conocian? ?Y cuanto? Laureen tenia intencion de averiguarlo; alli y ahora mismo.

Asi, fue a la mujer y no al hombre a la que Laureen siguio durante las siguientes horas.

Fueron muchas las paradas. En dos ocasiones fue una cabina de telefono la que se trago el abrigo negro de charol. De vez en cuando, la mujer desaparecia por el portal de un edificio de pisos, dejando a Laureen en la calle sin saber que hacer, confusa y con los pies doloridos. La mujer tenia muchos asuntos que atender. Cuando finalmente se metio en un bar de la plaza de Munster y hubo pasado un buen rato mirando por la ventana desde su mesa cercana a la puerta, Laureen tomo asiento cerca de ella y se quito sus zapatos nuevos con una expresion de alivio casi audible. Hasta entonces no habia tenido tiempo ni ocasion de observar el objeto de su persecucion.

La mujer sentada a un par de mesas de donde se encontraba Laureen no parecia especialmente deseable.

Cuando Bryan, un rato mas tarde, se sento a su mesa, parecia estar muy tenso. El hecho de que apareciera no le sorprendio lo mas minimo a Laureen, aunque la familiaridad con la que se trataban Bryan y la mujer desconocida si le atormento. Entonces ella poso su mano sobre el brazo de Bryan y lo acaricio suavemente. Pocos minutos despues de haber entrado, Bryan volvio a abandonar el bar, mas rigido y tenso de lo que Laureen lo habia visto nunca. Desaparecio tras la veladura de la ventana con movimiento repentinos, abruptos y descoordinados,

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