sorprenderse.

– Y tampoco has entendido lo que acabo de decir, ?verdad, Herr Von der Leyen?

Se rio brevemente de esta burla y se quedo callado un buen rato. Cuando el color de su rostro hubo vuelto a la normalidad, cerro los ojos y volvio a hablar en ingles, en una voz tan baja que su guardian apenas fue capaz de oir lo que decia,

– En cuanto a Petra, no pienso contarte una mierda. De hecho, no pienso contarte nada mas. ?Estoy harto de ti! ?Pegame un tiro o dejame en paz!

Cuando sus miradas se encontraron, Lankau supo que, de momento, Von der Leyen le perdonaria la vida.

CAPITULO 43

El Restaurant Dattler, en Schlossberg, no era el restaurante preferido de Kroner. Aunque el menu era elegante y la comida, lo que su esposa acostumbraba llamar exquisita, las raciones solian ser escasas y los camareros corteses de una manera que podia llegar a resultar despectiva. Kroner preferia que sus comidas fueran sencillas, abundantes y caseras. Su anterior esposa, Gisela, no sabia cocinar. A lo largo de los casi veinte anos que habian compartido, habian desgastado a un sinnumero de cocineras sin que por ello hubieran obtenido resultados dignos de mencionar. En cambio, su actual esposa era un sueno en la cocina. Kroner apreciaba ese don y la recompensaba por el. Por ese don y por mucho mas.

Stich estaba sentado frente a el y volvia a mirar su reloj, por quinta vez en un par de minutos. Habia sido un dia agitado. Kroner todavia notaba el abrazo que su hijo le habia dado al despedirse de el y de su madre. Por aquella sensacion y por todos los futuros abrazos, Arno von der Leyen debia desaparecer de la faz de la tierra.

Stich se paso la mano por la barba blanca y volvio a echar un vistazo por la ventana panoramica que dejaba postrada toda la ciudad a sus pies.

– ?Me pasa lo mismo que a ti, Wilfried!

Miro fijamente a Kroner y empezo a dar unos golpes secos en la mesa con sus nudillos finos y marchitos.

– Preferiria que todo hubiera terminado ya. ?Ahora todo depende de Lankau! Esperemos que todo haya ido segun lo planeado. Hasta ahora hemos tenido suerte. ?Menos mal que encontraste a Gerhart Peuckert a tiempo! Ya sospechaba yo que seria necesario. ?Estas seguro de que Von der Leyen no te vio?

– ?Totalmente!

– ?Y Frau Rehmann? ?No fue capaz de decir nada concreto sobre el proposito de su visita!

– Nada mas, fuera de lo que ya te he contado.

– ?Y ella se creyo el cuento? ?Que era psiquiatra??Que era miembro de no se que comision?

– ?Si, asi es! No le dio motivos para desconfiar.

Tras unos instantes de reflexion, Stich volvio a sacar sus gafas y examino la carta una vez mas. Eran las cinco y cuarto. Hacia un cuarto de hora que tenia que haber aparecido Lankau. Entonces volvio a quitarse las gafas.

– Lankau no vendra -constato.

Kroner se froto la frente e intento sondear la fria mirada de Stich. De pronto noto un escalofrio en el pecho. El abrazo del nino y su mirada candida y abierta volvieron a llevar sus pensamientos por otros derroteros,

– ?No creeras que le ha pasado algo? -dijo y volvio a frotarse la frente.

– ?Creo lo que haga falta creer! Arno von der Leyen no ha aparecido repentinamente en el sanatorio por casualidad. ?Y no es normal que Lankau se retrase de esta manera!

La piel le parecio rugosa cuando se froto la frente por tercera vez.

– ?A lo mejor se esta deshaciendo del cadaver por su cuenta?

Kroner dirigio la mirada hacia el teleferico.

– ?Siempre es tan malditamente terco!

Aunque, con el paso de los anos, Kroner se habia suavizado y la gente que lo rodeaba se habia vuelto mas benevola con el, la ingenuidad no era uno de sus pecados capitales. La manera en que se habian ido sucediendo los acontecimientos aquel dia y, sobre todo, la tardanza de Lankau eran razones suficientes para inquietarse. Durante anos, la fraternidad de los simuladores se habia preparado para que pudiera surgir alguien que amenazara su posicion. Por esa misma razon, en algunos momentos de su vida, Horst Lankau habia jugado con la idea de realizar su empresa y emigrar. A Argentina, Paraguay, Brasil, Mozambique, Indonesia; eran tentadoras las historias de paises mas calurosos y ambientes cerrados y seguros. Sin embargo, su familia se habia opuesto: desconocian sus motivaciones.

En cuanto a Stich y a Kroner, siempre habian antepuesto la comodidad a todo lo demas. Ahora las cosas habian cambiado; Kroner ya no estaba dispuesto a correr ningun riesgo en aras de la comodidad. En los ultimos anos, en los que habia fundado una familia nueva y habia aprendido a hacerles sitio a los sentimientos, habian ido cobrando peso otras y mas trascendentales consideraciones. Se habia hecho mayor, un trasplante no era deseable, aunque posible. En cambio, su mujer era joven y podria adaptarse a cualquier rincon del mundo. Un mundo nuevo de acuerdos mutuos y los suenos menudos y cercanos de un nino lo habian clavado al lugar sin provocar ningun tipo de aversion.

Kroner tambien echo un vistazo a su reloj.

– ?Petra! -dijo.

– ?Petra, claro!

El viejo asintio con la cabeza.

– No cabe otra posibilidad.

Carraspeo una vez mas, se seco la comisura de los labios y prosiguio:

– ?Quien sabe? A lo mejor ha estado esperando todos estos anos a que surgiera la ocasion adecuada. ?Y, por lo visto, le ha llegado ahora!

– ?Debe de haberselo contado todo!

– ?Es posible, si!

– ?Eso quiere decir que Lankau ya no esta vivo!

– ?Probablemente, no!

El jefe de sala se apresuro a acercarse a la mesa en cuanto Peter Stich lo llamo.

– ?Nos vamos! -dijo.

Las huellas en el suelo de la columnata evidenciaban que habia tenido lugar una pelea. En cuanto Stich y Kroner se hubieron asegurado de que no habian pasado por alto ningun rastro de sangre u otra senal que pudiera dar una pista del desenlace de la contienda, se dirigieron rapidamente hacia el piso de Peter Stich en Luisenstrasse, donde, unas horas antes, habian dejado a Gerhart Peuckert al cuidado maternal de Andrea.

Aparte de Petra, Andrea era la unica persona capaz de arrancarle una sonrisa a Gerhart. Solo ocurria muy de vez en cuando y solia ser una sonrisa torpe, pero ocurria. Y Andrea pagaba por la confianza que el le brindaba. Cada vez que habian instalado a Gerhart Peuckert en el piso de Stich, Andrea se habia desvivido por el. Kroner alzo la vista hacia los edificios que aparecieron al doblar la esquina. Jamas habia comprendido por que Andrea se mostraba tan generosa; normalmente no era asi.

A lo largo de todos los anos, durante los que el marido de Andrea y sus amigos habian pagado por la estancia de Gerhart Peuckert en el sanatorio, Kroner siempre supo que ella habia considerado a Gerhart un ser indigno. La sociedad debia desembarazarse de los parias, esa habia sido siempre su opinion. Lo habia visto puesto en practica en los campos de concentracion y le habia gustado. El exterminio decidido significaba menos gastos y menos trabajo. Tan solo el extrano afecto que su esposo y los amigos de este mostraban para con el demente la hacia mostrarse falsamente solicita.

Andrea era buena fingiendo.

En general, habia muchas razones por las que Kroner se oponia a que su esposa la tratara.

Andrea percibio su nerviosismo antes de que hubieran entrado al corredor. Kroner la vio desaparecer como una sombra por el estrecho pasillo. Antes de devolverles el saludo, habia agarrado a Gerhart Peuckert por el brazo y se lo habia llevado al comedor. Alli solia dejarlo a menudo a oscuras.

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