«So schnell», fueron las palabras que salieron entonces de su boca; nada mas. Habia sido en 1963.

Petra habia sonado muchas veces con aquel dia, con la esperanza de que alguna vez volveria a repetir.

– ?Y ya ve! Estamos en 1972. Wilfried Kroner tiene cincuenta y ocho anos, Lankau sesenta, Stich sesenta y ocho. Bueno, y Gerhart tiene cincuenta anos, los mismos que yo. No ha cambiado nada. Simplemente nos hemos hecho mayores. -Petra suspiro-. ?Asi ha pasado el tiempo, imperceptiblemente, hasta hoy!

Laureen se la quedo mirando un buen rato. Habia sido un alivio para Petra poder contarle su historia a alguien. La mirada todavia joven de Petra estaba serena y, a la vez, triste.

– Petra-dijo-, le agradezco que me haya contado su historia. Creo cada una de las palabras que ha dicho, pero no entiendo que tiene que ver mi marido con todo eso. ?Esos tres hombres pueden hacerle dano?

– Si, pueden, y lo haran si su marido no se aviene a sus condiciones.

– ?Que condiciones?

– Mantener la boca cerrada, volverse a casa. ?No lo se! -dijo, vacilante-. ?Y dice que su marido es rico?

– ?Asi es, si!

– ?Puede probarlo?

– Por supuesto que si. ?A donde quiere llegar?

– ?Creo que va a ser indispensable si quiere salir de Friburgo con vida!

– ?Salir vivo de Friburgo!

Laureen estaba asustada.

– Digame, ?es consciente de lo que me esta diciendo? ?Haga el favor de contarme inmediatamente lo que le ha pasado a mi marido!

– Puedo contarle una parte, porque no lo se todo. Pongo una condicion, sin embargo. Usted tendra que garantizarme con su vida que ni usted ni su marido pretenden hacerle dano a Gerhart Peuckert.

En el transcurso de unas cuantas horas, Laureen se habia trasladado de una realidad a otra a una velocidad que su cerebro era incapaz de asimilar. Hasta que punto iba a tener un papel pasivo o no en todo aquel asunto dependia unica y exclusivamente de la mujer que acababa de abrirle su corazon. Bryan estaba a punto de trasladarla a otra realidad y tal vez ahora mismo estuviera en apuros. Poco a poco, iba descubriendo nuevas y desconocidas facetas de la personalidad de su esposo. Ya no sabia si podria garantizarle a Petra que su marido no pretendia hacerle dano a Gerhart Peuckert; antes no lo habria dudado ni por un segundo.

Eso era antes.

– Si, respondo por el con mi vida ¦-declaro.

CAPITULO 48

En el preciso instante en que Lankau oyo el sonido prometedor del encendido del BMW, entrecerro su ojo sano y sonrio.

Por fin se habia librado de su hostigador.

Algo le decia que habian sobrestimado a Von der Leyen, y que el mismo Von der Leyen los habia infravalorado a ellos. Una combinacion ideal; un punto de partida mas que prometedor.

Horst Lankau seguia jugando en casa. Atado a una buena silla de brazos de madera de roble que su esposa habia adquirido diez anos atras de un comerciante de muebles en Mulhouse; un embaucador y donjuan local que sabia como impresionar a las mujeres y como vaciar los bolsillos de sus maridos. Cuando la compraron, la silla tenia un aspecto increiblemente solido, con su fustan rustico y sus patas macizas. Una verdad con modificaciones, pues a la hora de la verdad, resulto ser un trasto por el que habria deseado darle una paliza al comerciante personalmente. Al final, la silla, al igual que tantos otros trastos, habia sido reparada con cuatro clavos y trasladada a la vina.

Precisamente entonces, mientras Lankau estaba tirando de los reposabrazos, no le sabia nada mal aquel arreglo. Lankau sacudio exasperadamente la silla hacia adelante y hacia atras.

No se oyo ni el mas minimo crujido cuando los dos brazos de la silla se soltaron de sus tacos y volaron hacia atras. Con los pedazos de madera colgandole de los brazos intento inutilmente agarrar las cuerdas que le cenian el torso al respaldo de la silla. Las cuerdas y su enorme barriga le impedian alcanzarse los pies y desatarlos. La unica alternativa que le quedaba era seguir meciendose hacia adelante y hacia atras hasta que la silla se rompiera en pedazos. Cuando el reloj que colgaba sobre la puerta del zaguan dio las seis y cuarto, la silla se desplomo y Lankau volvio a quedar libre.

Peter Stich sonaba distraido. El tono de su voz parecia indicar que llevaba un buen rato pensando, con su snaps sobre la mesa, cuando el telefono sono.

– ?Donde diablos has estado? -lo increpo en cuanto reconocio la voz de Lankau.

– He estado practicando el ingles. ?No sabes lo bien que me defiendo!

Lankau se coloco el telefono debajo de la barbilla y empezo a frotarse los brazos; las heridas solo eran superficiales.

– ?Anda, calla ya de una vez! ?Contestame! ?Que esta pasando, Horst?

– Estoy en la vina. El cerdo de Amo von der Leyen me vencio, pero ya me he liberado. ?El muy idiota me ato a la silla de roble de Gerda!

Lankau se permitio una carcajada.

– ?Donde esta ahora?

– Por eso te llamo; ha visto a Kroner. ?Sabe donde vive! Acabo de llamar a Wilfried, pero no coge el telefono.

– ?Y yo que? ?Que sabe de mi?

– No sabe nada, ?de eso estoy totalmente seguro!

– Bien.

Se oyo un chapoteo al otro extremo de la linea. Eso queria decir que probablemente Andrea se disponia a servirle otra copa de. snaps.

– ?Y crees que Von der Leyen se dirige a la casa de Kroner en estos momentos? -prosiguio el viejo despues de superar un breve acceso de tos.

– Es probable, desde luego.

– De momento, Kroner no aparecera por su casa. ?Esta buscando a Petra!

– ?A Petra? ?Por que?

El dia estaba lleno de sorpresas, penso Lankau.

– Supusimos que no nos habia contado toda la verdad. Sospechamos que se habia ido de la lengua y le habia contado a Von der Leyen lo que le esperaba en Schlossberg. ?No teniamos noticias tuyas!

– ?No sabia nada! ?Donde esta Petra?

– Se supone que haciendo su ronda de los sabados. Kroner la esta buscando. ?Cuando la encuentre, es muy probable que la liquide!

– ?Pobre Petra! -gruno Lankau. Petra no le importaba lo mas minimo.

– Cuando Amo von der Leyen haya hecho lo que tenia que hacer, volvera, no lo dudes. ?Y entonces ya me ocupare de el! Pero ahora mismo debes ocuparte de encontrar a Kroner, para que sepa lo que esta pasando. Von der Leyen conduce mi BMW y lleva mi Shiki Kenju en la cintura.

– Buen coche, mala pistola. ?Eres muy generoso, Horst! ?Sabe que se le puede disparar si se le ocurre jugar con el seguro?

La risa de Lankau sono estridente. Estaba convencido de que Stich habia apartado el auricular de su oreja.

– ?Vete a saber! ?No lo creo! Pero hasta que no se haya demostrado lo contrario, no hay duda de que queda una bala en la recamara que Amo von der Leyen no vacilara en incrustar en el craneo de Kroner. ?Lo mejor que puedes hacer es ponerte en marcha, Peter!

– ?No te preocupes! ?Ahora mismo estoy saliendo por la puerta! -se oyo quedamente antes del clic.

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