Hoteles magnificos, con largas tradiciones. Tenemos bellos edificios de representacion y tenemos… -Mitigo aun mas la voz y tamborileo con el dedo sobre un colosal mapa del centro de Oslo-. Aqui se han alojado reyes. Princesas y Presidentes. El puto Albert Einstein…
Se interrumpio e inspiro hondo.
– … y solo Dios sabe cuantas celebridades mas. Estrellas de cine y ganadores del Premio Nobel han dormido seguros aqui en sus camas… -su dedo indice estaba a punto de perforar el mapa-, y hemos elegido colocar a la Presidenta estadounidense en un maldito transformador entre una estacion de trenes llena de yonquis y un miserable solar en obras. Santo Dios…
Enderezo la espalda con una mueca. El ligero zumbido del aparato de aire acondicionado era lo unico que se escuchaba en la habitacion. El ministro y Bastesen se agacharon y estudiaron detenidamente el mapa que estaba sobre la mesa, como si la
– ?Como se os pudo ocurrir algo asi?
El ministro de Justicia retrocedio unos pasos. El comisario jefe Bastesen se cepillo un polvo invisible de la pechera del uniforme.
– Ese tono no nos ayuda a ninguno -dijo con tranquilidad-. Y me permito recordarte que ahora somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad del servicio de escolta. Eso implica la seguridad de todas las personas, tanto los noruegos como los extranjeros. Puedo asegurarte que…
– Terje -le interrumpio Salhus, hinchando los mofletes antes de expulsar el aire poco a poco-. Lo siento. Tienes razon. No deberia alterarme asi. Pero… ?conocemos el Grand a la perfeccion! Nos hemos entrenado en la seguridad del Continental. ?Por que narices…?
– ?Dejame contestar de una vez!
– Sugiero que nos sentemos -dijo el ministro de Justicia tensamente.
Ninguno de los otros dos dio senales de querer seguir la sugerencia.
– Acaban de construir alli una suite presidencial -intervino Bastesen-. El hotel se esta preparando para alojar a la elite cultural. A las grandes estrellas. Hasta ahora ha tenido una fama no del todo… Bueno, no de la categoria del Grand, por decirlo asi, pero cuando acaben de construir la nueva opera, la ubicacion les concedera una buena ventaja ante la competencia y… -Su dedo dibujo un circulo en Bjorvika-. En estos momentos hay aqui un follon que no resulta demasiado atractivo. Hay que admitirlo. Pero los planes… La suite presidencial cumplia todos los requisitos. Tanto los esteticos como los practicos, por no hablar de los de seguridad. Tiene unas vistas magnificas. Han unido una suite antigua con dos habitaciones aledanas del decimo piso, que ha quedado… Y ademas… -Sonrio con la boca torcida-. La verdad es que estaba bien de precio.
Un angel cruzo la habitacion. Salhus miraba con incredulidad a Bastesen, que mantenia la mirada fija sobre el mapa.
– Bien de precio -jadeo por fin el jefe de Vigilancia-. Viene a Noruega la Presidenta de Estados Unidos. Se toman ingentes medidas de seguridad, tal vez las mayores que hemos tomado nunca. Y vosotros elegis un hotel… ?barato! ?Barato!
– Como tambien debeis de saber en tu cuerpo -dijo Bastesen, aun bastante tranquilo-, es tarea de todo jefe de un cuerpo ahorrar en los gastos publicos cuando sea posible. Hicimos un analisis global del hotel Opera comparado con los hoteles que has mencionado tu. Y el Opera fue el que salio mejor parado. Visto de modo global. Y me permito recordarte que la Madame President viaja con un aparato de seguridad relativamente grande. Como es obvio el Secret Service habia inspeccionado el terreno. A fondo. Y hubo pocas objeciones, por lo que puedo entender.
– Creo que lo vamos a dejar ahi -afirmo el ministro de Justicia-. Tenemos que atenernos a la realidad tal y como es, y no perdernos por lo que se podria, habria o deberia haberse hecho de otro modo. Propongo que ahora…
Se dirigio a la puerta y la abrio.
– ?Donde estan los planos? -pregunto Salhus mirando al comisario jefe de policia.
– ?Del hotel?
Salhus asintio con la cabeza.
– Los tenemos nosotros. Te voy a conseguir unas copias de inmediato.
– Gracias.
Le tendio la mano en un gesto conciliador. Bastesen vacilo, pero al final la cogio.
Eran ya mas de las dos. Aun nadie habia tenido noticias de Helen Bentley. Aun nadie sabia la hora exacta de la desaparicion. Y todavia ni el jefe de Vigilancia ni el comisario jefe de la Policia de Oslo sabian que los planos arquitectonicos del hotel Opera, que guardaban en el triste edificio arqueado de la calle Gronland, numero 44, no coincidian exactamente con la realidad.
Capitulo 6
Un hombre se desperto porque tenia la oreja llena de vomito.
El hedor le irritaba la nariz. Intento incorporarse. Los brazos no querian obedecerlo. Se resigno y se recosto. La cosa estaba llegando demasiado lejos. Habia empezado a vomitar. No recordaba la ultima vez que se vio forzado a deshacerse de toda la porqueria que se metia en el cuerpo. Varias decadas de entrenamiento le habian inmunizado el estomago contra casi todo. Solo evitaba el aguardiente rojo. El aguardiente rojo era la muerte. Dos anos antes, despues de una buena partida de mercancia de contrabando, habia acabado en el hospital junto a dos de sus compinches. Todos envenenados con metanol. Uno de ellos murio. El otro quedo ciego. Sin embargo, el a los cinco dias se levanto y se fue tranquilamente a casa, hacia tiempo que no se sentia tan bien. El medico le dijo que habia tenido suerte.
Entrenamiento, penso el. Se trataba de estar entrenado.
Pero el aguardiente rojo no lo tocaba.
El piso estaba hecho una pesadilla. Lo sabia. Iba a tener que hacer algo. Los vecinos habian empezado a quejarse, del olor, ante todo. Tenia que hacer algo, si no iban a acabar echandolo.
Volvio a intentar incorporarse.
Joder. El mundo entero daba vueltas.
Sentia un intenso dolor en la ingle y tenia el pelo lleno de vomito. Si dejaba caer la parte de abajo del cuerpo por el costado del sofa, tal vez pudiera levantarse. Si no hubiera sido por el maldito cancer, no habria pasado nada. No habria vomitado. Habria tenido fuerzas suficientes para levantarse.
Muy despacio, para no cargar la poca musculatura que le quedaba al maltrecho cuerpo, impulso las piernas en direccion a la mesa. Al final logro mas o menos sentarse, con las rodillas apoyadas sobre la alfombra arrugada y el cuerpo descansando contra el asiento del sofa, como si rezara.
La television tenia el volumen demasiado alto.
Ya lo recordaba. La habia encendido al llegar por la manana. Como en un brumoso sueno, recordaba que alguien habia llamado a la puerta. Con rabia e insistencia, como hacian los vecinos que lo asediaban cada dos por tres. Afortunadamente no habia sucedido nada mas. La pasma debia de tener mejores cosas que hacer que venir a llevarse a un pobre viejo como el.
– ?Viva el 17 de mayo! -jadeo, y por fin consiguio encaramarse al sofa.
«Aun no se sabe con certeza cuando desaparecio del hotel la Presidenta Bentley…»
Las palabras se abrieron paso hasta su exhausto cerebro. El hombre intento encontrar el mando a distancia entre el caos de la mesa. Una bolsa entera de patatas fritas se habia desparramado sobre los periodicos viejos y una lata de cerveza se habia volcado y lo habia mojado todo. Alguien habia comido un poco de la pizza casi entera que le habia dado el dia antes un companero en el patio trasero y que el se habia reservado para el Dia Nacional. No podia entender quien habria sido…
«Segun la informacion de la que dispone el Telediario, el vicepresidente estadounidense…»
En muchos sentidos habia sido una noche cojonuda.
Aguardiente autentico, no la mierda de siempre. Habia tenido media botella Upper Ten para el solo. Ademas de alguna que otra cosa mas, tenia que admitirlo. Se habia servido de las bebidas de los otros cuando pensaba