encima de otros con sorprendente limpieza, y sonrio cuando la torre le llego a la cara.
Inger Johanne no se veia capaz de interrumpirla. En momentos como aquel, caia en la cuenta del abismo que separaba a las dos ninas. La mayor tan fina y delicada; la pequena tan fuerte y robusta. A Kristiane era dificil entenderla; Ragnhild era sana y directa de cabo a rabo; levanto el ultimo bloque, vio a su madre y le sonrio con ocho dientes blancos como la nieve:
– Boque, mama. El boque de Agni. ?Mira!
– Maravillosa es la tierra -cantaba Kristiane con voz clara-. Majestuoso es el Cielo de Dios.
Inger Johanne agarro a su hija mayor. La nina, encantada, se dejo coger como un bebe, y se reclino entre los brazos de su madre tal y como la trajeron al mundo.
– No es Navidad -dijo Inger Johanne calladamente, y poso los labios en la calida mejilla de la nina-. Es 17 de mayo, ?sabes?
– Ya lo se -respondio Kristiane fijando la mirada en la de la madre durante breves instantes, antes de proseguir con voz atona-: El mismisimo Dia de la Constitucion. Celebramos nuestra independencia y nuestra libertad. Este ano podemos celebrar ademas que han pasado cien anos desde que nos independizamos de Suecia. 1814 y 1905. Eso es lo que celebramos.
– Bonita mia -susurro Inger Johanne dandole un beso-. Que lista eres. Ahora vamos a tener que volver a vestirte, ?vale?
– Que me vista Yngvar.
Se escurrio de los brazos de su madre y salio corriendo al bano con los pies descalzos. Se paro un momento ante el televisor y lo encendio. El himno nacional sonaba atronador por los altavoces, la noche anterior la nina habia puesto el volumen al maximo. Inger Johanne agarro el mando a distancia y mitigo el sonido. En el momento en que iba a darse la vuelta para encontrar ropa de fiesta para su hija menor, algo capto su atencion.
No es que la escena no fuera la de siempre. Un mar de gente acicalada en la explanada ante el Palacio Real. Banderas grandes y pequenas, filas de jubilados sentados en las pocas sillas disponibles, justo debajo del balcon del Rey. Un primer plano de una nina paquistani, con traje regional noruego; reia ante la camara y saludaba entusiasmada con la mano. En el momento en que la imagen recorria el batallon de banderas y acababa en la engalanada reportera, paso algo. La mujer se llevo la mano a la oreja, sonrio aturdida, le echo un vistazo a lo que tal vez era el guion y abrio la boca para decir algo. Pero no salio nada. En vez de eso, se giro a medias, como si no quisiera que la grabaran. Siguieron dos cortes en la retransmision, injustificados y demasiado bruscos. Una panoramica de las copas de los arboles del lado este del palacio y un nino que lloraba rabiosamente sobre los hombros de su padre. La imagen estaba desenfocada.
Inger Johanne subio de nuevo el volumen.
Por fin la camara volvio a alcanzar a la reportera, que a estas alturas se cubria la oreja con toda la mano, escuchando con intensidad. Un adolescente asomo la cabeza por encima de su hombro y grito «Hurra».
– Y ahora… -dijo por fin la mujer, bastante confusa-, y ahora vamos a hacer una pequena pausa aqui en la calle Karl Johan… Enseguida volveremos a retransmitir desde aqui, pero antes…
El chiquillo le puso los cuernos con los dedos a la reportera y chillo de risa.
– Pasamos la conexion a Marienlyst para una edicion especial de informativos -dijo la reportera un poco apresuradamente, y la imagen se corto de inmediato.
Inger Johanne miro el reloj. Pasaban siete minutos de las diez y media.
– Yngvar -dijo en voz baja.
Ragnhild derribo su torre y aparecio la cabecera del telediario.
– Yngvar -grito Inger Johanne-. ?Yngvar! ?Ven aqui ahora mismo!
El hombre del estudio llevaba un traje oscuro. Sus espesos rizos parecian mas grises que de costumbre y a Inger Johanne le parecio verle tragar saliva dos veces antes de abrir la boca.
– Tiene que haberse muerto alguien -dijo Inger Johanne.
– ?Como? -Yngvar entro en el salon con Kristiane ya vestida en brazos-. ?Se ha muerto alguien?
– Calla.
Senalo el televisor y poso su dedo indice sobre los labios.
– Repetimos que se trata de una informacion sin confirmar, pero…
Era evidente que la comunicacion en el canal publico NRK estaba que ardia, tambien el experimentado periodista se coloco el dedo indice contra el auricular y escucho atentamente durante algunos segundos antes de mirar a la camara y continuar:
– Vamos a conectar con…
Fruncio las cejas, vacilo y luego se quito los auriculares, puso una mano sobre la otra y prosiguio por su cuenta:
– Tenemos a una serie de reporteros en las calles para cubrir este caso y, como comprenderan los televidentes, han surgido ciertos problemas tecnicos. Dentro de unos instantes volveremos a conectar con nuestros reporteros. Entre tanto, reitero: la Presidenta estadounidense, Helen Lardahl Bentley, no se ha presentado hoy en el Palacio Real para el desayuno previsto para celebrar el Dia Nacional. No se ha facilitado ninguna razon oficial para su ausencia. Tampoco en el Parlamento, donde la Presidenta iba a acompanar el desfile de ninos junto con el Presidente de la camara, Jorgen Kosmo, y… un momento…
– ?Esta…? ?Esta muerta?
– Muerta y tuerta con huevos revuelta -dijo Kristiane.
Yngvar la dejo con cuidado en el suelo.
– No creo que lo sepan -dijo Inger Johanne rapidamente-. Pero da la impresion de que…
El televisor emitio un feo pitido. Conectaron con un reportero que aun no habia alcanzado a quitarse el lazo con la bandera de la solapa de la chaqueta.
– Estoy aqui, ante la Comisaria General de Oslo -dijo con el aliento entrecortado, el microfono temblaba con fuerza-. Una cosa esta clara: algo ha pasado. El comisario jefe Bastesen, que suele encabezar el desfile del 17 de mayo, acaba de pasar corriendo por aqui junto con… -se giro a medias y senalo la suave ladera que conducia a la entrada de la comisaria-, junto con… varias personas. Al mismo tiempo, varios coches de patrulla han salido del patio trasero, algunos de ellos con las sirenas puestas.
– Harald -tanteo el hombre del estudio-. Harald Hansen, ?me oyes?
– Si, Christian, te oigo…
– ?Alguien ha dado alguna explicacion sobre lo que esta pasando?
– No, es completamente imposible acceder a la entrada. Pero los rumores corren como locos, ya nos hemos congregado aqui unos doce o trece periodistas. Y al menos parece claro que algo le ha pasado a la Presidenta Bentley. No ha aparecido en ninguno de los lugares que tenia previsto visitar esta manana y en la conferencia de prensa que se habia convocado en el vestibulo del Parlamento justo antes de que saliera el desfile de los ninos, en fin… ?No ha aparecido nadie! El gabinete de prensa del Gobierno da la impresion de haberse derrumbado y por ahora…
– Que cojones -susurro Yngvar, y se dejo caer sobre el reposabrazos de sofa.
– Calla…
– Tenemos gente en el hospital Central y en el hospital de Ulleval -continuo el reportero falto de aliento-, donde hubiera acabado Bentley en caso de que su ausencia fuera… de caracter sanitario. Sin embargo, no hay nada, repito, nada, que indique que haya algun tipo de actividad extraordinaria en estos hospitales. No se percibe ninguna medida de seguridad excepcional ni un trafico extraordinario, nada. Y…
– ?Harald! ?Harald Hansen!
– ?Te escucho, Christian!
– Tengo que interrumpirte porque acabamos de recibir…
La imagen volvio a pasar al estudio. Inger Johanne no recordaba haber visto nunca antes que le entregaran fisicamente un guion al presentador en el estudio. El brazo del mensajero aun se veia cuando aparecio la imagen y el presentador se palpo buscando unas gafas que hasta entonces no habia necesitado.
– Hemos recibido un comunicado de prensa del gabinete del primer ministro -carraspeo-. Leo…
Ragnhild se puso a berrear.
Inger Johanne retrocedio hacia el rincon donde la nina chillaba como una poseida, alzando los brazos en el aire.
– Ha desaparecido -dijo Yngvar, desalentado-. La senora ha desaparecido, joder.