– Ten cuidado -le advirtio Yngvar-. Voy a mandarlo a que lo analicen.
– Pegamento -repitio Warren enderezandose las gafas-. ?Quiza los restos de una cinta adhesiva de doble cara?
Yngvar miro sin querer al techo, donde un borde de metal esmaltado rodeaba al hueco. La iluminacion de la habitacion impedia ver los detalles dentro del agujero. Solo el reflejo de una lampara de mesa informaba de que el tubo de ventilacion estaba hecho de aluminio mate. Pero dos diminutas manchas en el marco blanco le interesaron mas que el hueco interior.
– Esta claro que necesitamos algo a lo que subirnos -dijo Warren dirigiendose a la habitacion contigua-. Tal vez podamos…
El resto desaparecio en un murmullo.
– Voy a llamar a la gente -dijo Yngvar-. Esto es responsabilidad de la Policia de Oslo y…
Warren no contesto.
Yngvar lo siguio a la otra habitacion. Un gran escritorio estaba colocado en medio de la habitacion. La superficie estaba desnuda, aparte de un hermoso ramo de flores y de una carpeta de cuero que Yngvar supuso que contendria papel de escribir. Ante las puertas de cristal habia una cama turca con bellos cojines de seda en tonos rosados y rojos. Iban a juego con las cortinas y con la pared del fondo, cubierta con un papel de inspiracion japonesa.
En la pared opuesta, detras de un conjunto de sillones, habia una robusta estanteria de madera maciza. Podia tener metro y medio de alto. El norteamericano probo a moverla.
– Esta suelta -dijo, y saco una decena de libros y una fuente de cristal-. Ayudame un poco.
– Este no es nuestro trabajo -dijo Yngvar, y saco su telefono movil.
– Ayudame -dijo Warren-. Solo quiero mirar, no tocar.
– No. Voy a llamarlos para que vengan.
– Yngvar -dijo Warren, desanimado; extendio los brazos-. Tu mismo lo has dicho. Han revisado esta suite de cabo a rabo y han asegurado todas las pistas. A pesar de eso se les ha…, a alguien se le ha escapado un detalle. Los dos somos policias con experiencia. No vamos a estropear nada. Solo quiero echar un vistazo. ?De acuerdo? Luego puede venir tu gente a hacer lo suyo.
– No son mi gente -murmuro Yngvar.
Warren sonrio y empezo a tirar de la estanteria. Yngvar vacilo aun un momento y luego agarro, reacio, del otro extremo. Entre los dos consiguieron trasladar la estanteria a la habitacion principal y la colocaron justo debajo del agujero abierto.
– ?La sujetas?
Yngvar asintio. Warren probo a apoyar el pie en el primer estante. Lo aguanto bien y, con la mano derecha apoyada sobre el hombro de Yngvar, subio hasta la cima. Tuvo que agachar la cabeza para estudiar las dos pequenas manchas.
– Esto tambien es pegamento -murmuro sin tocar-. Parece la misma sustancia que la de la rejilla.
Introdujo la cabeza por el hueco.
– Hay sitio suficiente -constato, su voz sonaba hueca y grumosa por la resonancia de las paredes de metal-. Es perfectamente posible…
El resto fue indescifrable.
– ?Que has dicho?
Warren saco la cabeza del agujero del techo.
– Como creia -dijo-. Es lo bastante grande para un hombre adulto. Y estos amigos tuyos…
Doblo las rodillas y se dejo caer al suelo.
– Espero que aseguraran las pruebas del agujero antes de meterse para comprobar el obstaculo.
– No me cabe duda de que lo hicieron.
– Pero esto no lo han visto -dijo Warren encorvandose de nuevo sobre la rejilla suelta.
– Eso no lo sabemos, en realidad.
– ?Quedarian restos si lo hubieran descubierto? ?No se habrian llevado la rejilla para investigarla?
Yngvar no respondio.
– Y esto -dijo Warren senalando con la navaja un punto en medio de la rejilla-. ?Los ves? ?Los rayajos?
Yngvar entorno los ojos hacia una raya casi invisible en el metal blanco. Algo habia raspado el metal sin atravesarlo del todo.
– Genial en toda su sencillez -dijo calladamente.
– Si -dijo Warren.
– Alguien ha desatornillado la rejilla, la ha atravesado con una varilla enganchada a un hilo o a una cinta de algun tipo, ha puesto celo de doble cara en el borde de la rejilla…
– Y se ha metido dentro -concluyo Warren-. Y luego basto con colocar la rejilla tirando de ella. Y ahi se tumbo. Eso explica la pequena escalera que llevaba. -Senalo el techo con el pulgar-. No tenia mas que bajarse cuando…
– Pero ?como narices ha podido entrar aqui? -lo interrumpio Yngvar-. ?Me puedes explicar como una persona ha podido meterse en una suite que va a usar la presidenta de Estados Unidos, preparar todo esto…? -Senalo el techo y luego la rejilla que estaba sobre la mesa-. ?Como ha podido instalarse en un canal de ventilacion, salir de alli y llevarse a la presidenta, y salirse con la suya? -Carraspeo antes de continuar, abatido y en voz baja-. Y todo eso en una habitacion que fue revisada minuciosamente tanto por la Policia noruega como por el Secret Service pocas horas antes de que la presidenta se fuera a acostar. ?Como puede ser? ?Como puede ser eso posible?
– Aqui hay muchos cabos sueltos -dijo Warren, que puso la mano sobre el hombro del noruego.
Yngvar hizo un movimiento casi imperceptible y Warren aparto la mano.
– Tenemos que averiguar a que hora se conecto la camara de vigilancia -se apresuro a proponer-. Y si la apagaron en algun momento. Tenemos que averiguar cuando se reviso por ultima vez la habitacion antes de que la
– Nosotros no -intervino Yngvar, que volvio a sacar el telefono movil-. Hace mucho que deberia haberlos llamado. Esta es tarea de los detectives. No tuya. Ni mia.
Mantuvo la mirada fija en Warren mientras esperaba respuesta. El estadounidense volvia a estar tan inexpresivo como cuando llegaron a la suite media hora antes. Cuando consiguio contactar, Yngvar se giro y se dirigio a las ventanas que daban al fiordo de Oslo mientras mantenia la conversacion en voz baja.
Warren Scifford se dejo caer en un sillon. Miraba fijamente el suelo. Los brazos colgaban a ambos costados, como si no supiera donde meterlos. El traje ya no parecia igual de elegante. Se le habia arrugado y el nudo de la corbata estaba suelto.
– ?Pasa algo malo? -pregunto Yngvar cuando acabo la conversacion; de pronto se giro.
Warren se enderezo la corbata a toda prisa y se levanto. El abatimiento desaparecio con tanta rapidez que Yngvar no estaba seguro de haber visto bien.
– Todo -dijo Warren, que se rio un poco-. Todo anda mal en estos momentos. ?Nos vamos?
– No. Voy a esperar a que lleguen mis companeros. No deberian tardar demasiado tiempo.
– Entonces -contesto Warren cepillandose la manga derecha de la chaqueta-, espero que no tengas nada en contra de que yo me retire.
– Faltaria mas -replico Yngvar-. Llamame cuando me necesites.
Tenia ganas de preguntarle a Warren adonde iba, pero algo lo detuvo. Si el norteamericano queria jugar a los secretos, desde luego pensaba dejarle que lo hiciera tranquilo.
Yngvar tenia otras cosas en las que pensar.
Capitulo 20
– Tengo otras cosas de las que ocuparme -dijo. Se paso el telefono de la mano derecha a la izquierda para sentarse en el asiento del copiloto de un coche de la Policia del Distrito de Oslo-. Llevo trabajando desde las siete y media de la manana y ahora tengo que irme a casa.
– Tu eres el mejor -intervino la voz al otro lado del telefono-. Eres el mejor, Yngvar, y esto es lo mas cerca