Una identificacion del Secret Service no se podia mandar por correo. Tal vez fuera importante. Iba a acudir directamente a la Policia.
En ese mismo momento.
Capitulo 23
– Tu eres y seras siempre un tipo muy particular -dijo Yngvar Stubo.
Gerhard Skroder estaba mas tumbado que sentado en su silla. Mantenia las piernas muy separadas, la cabeza reclinada para mostrar su falta de interes y la mirada fija en algun punto del techo. Las ojeras hacian un sorprendente contraste con la palidez del resto de la piel y provocaban que la nariz pareciera aun mas grande. El hombre apodado el Canciller no habia tocado ni el cafe ni la botella de agua mineral que habia sacado Yngvar Stubo.
– Me pregunto… -dijo el jefe de seccion tirandose despacio de la oreja-. De veras que me pregunto si teneis claro lo estupido que es en realidad ese consejo. ?No te columpies!
Las patas de la silla resonaron contra el suelo.
– ?Que consejo? -pregunto Gerhard Skroder, reacio; luego cruzo los brazos sobre el pecho y miro al suelo; los dos hombres aun no se habian mirado a los ojos.
– Esas chorradas que os dicen los abogados sobre mantener silencio en los interrogatorios policiales. ?No te das cuenta de lo estupido que es?
– Me ha funcionado otras veces. -El hombre se rio y se encogio de hombros sin enderezarse en la silla-. Joder, ademas no he hecho na' malo. No esta prohibido darse unas vueltas en coche por Noruega.
– ?Lo ves?
Yngvar se rio. Por primera vez se insinuo algo que podria parecer interes en los ojos de Gerhard Skroder.
– ?Que cono quieres decir? -pregunto agarrando la botella.
Esta vez miro directamente a Yngvar Stubo.
– Siempre os callais como muertos. Por eso sabemos que sois culpables. Pero con eso solo conseguis picarnos, ?sabes? Vosotros no nos dais nada gratis, pero eso nos predispone para ir a por vosotros con todas nuestras armas. Y como entenderas… -se encorvo sobre la vieja mesa que los separaba-, en un caso como este, en el que fantaseas con la idea de que no has hecho nada punible, no vas a poder contenerte. A la larga no. Me ha llevado… -echo un vistazo al reloj de la pared- veintitres minutos conseguir tentarte para que hables. ?No te das cuenta de que hace siglos que hemos descifrado esa idiotez de codigo que teneis? El que es inocente habla siempre. El que habla, con frecuencia, es inocente. El que calla siempre es culpable. Se que estrategia elegiria yo, por decirlo asi.
Gerhard Skroder se paso un dedo indice sucio por el puente de la nariz. Tenia la una morada y mordisqueada. De nuevo empezo a columpiarse con la silla, adelante y atras. Se estaba inquietando y se calo la gorra sobre los ojos. Yngvar se estiro para coger un cuaderno de tamano DIN A4, agarro un rotulador y empezo a escribir sin decir nada mas.
No habia resultado dificil encontrar a Gerhard Skroder. Estaba pasando un buen rato con una prostituta lituana en un edificio del barrio de Grunerlokka. El piso aparecia en el extenso registro de la Policia sobre lugares en los que se alojaban los criminales en Oslo; la patrulla que enviaron a buscarlo dio en el blanco al tercer intento. Lo detuvieron a las pocas horas de que Yngvar lo reconociera en la grumosa cinta de la camara de vigilancia de una gasolinera que abria las veinticuatro horas del dia. Habia pasado un par de horas macerandose en la comisaria, y luego maldijo en voz alta al ver que era Yngvar Stubo quien venia a buscarlo.
A partir de ahi habia guardado silencio, hasta este momento.
Era evidente que el silencio le resultaba mas dificil de llevar que todas las preguntas, acusaciones y referencias a pruebas fotograficas de Yngvar. Gerhard Skroder se mordisqueaba la una de un pulgar de la que apenas quedaba ya nada. Le temblaba uno de los muslos. Carraspeo y abrio la botella de agua. Yngvar siguio dibujando un patron psicodelico con rayas y estrellas rojas.
– En todo caso quiero esperar a que venga mi abogado -dijo finalmente Gerhard, que se enderezo en la silla-. Y tengo derecho a saber que es eso tan malo que creeis que he hecho. Yo no he hecho mas que dar vueltas en un coche, con un pasajero ?Desde cuando es eso ilegal?
Yngvar le coloco la tapa al rotulador con mucho esmero y lo dejo sobre la mesa Seguia sin decir nada.
– ?Y donde cojones esta Ove Ronbeck? -se lamentaba Gerhard, que al parecer habia arrojado a la basura su estrategia inicial-. ?No tienes derecho a hablar conmigo sin que este presente mi abogado, ya lo sabes!
– Claro que si -dijo Yngvar-. Claro que tengo derecho. Puedo por ejemplo preguntarte si quieres que te cambie ese cafe. No lo has tocado y se ha quedado frio.
Gerhard nego con la cabeza con acritud.
– Y ademas puedo hacerte otro favor -intervino Yngvar levantandose.
Dio unos pasos a lo largo de la mesa antes de sentarse sobre el canto, le daba parcialmente la espalda a Gerhard.
– ?Que favor? -murmuro el arrestado, que parecia hablarle a la botella.
– ?Te parece bien que te haga un favor antes de que llegue tu abogado?
– ?Joder, Stubo! ?De que estas hablando?
Yngvar moqueo y se paso la manga de la camisa por debajo de la nariz. En la habitacion hacia mas frio de lo normal. El sistema de ventilacion debia de estar mal programado, o tal vez lo hubieran hecho adrede, para ahorrarle el calor al inusual numero de policias que estaban trabajando en el edificio las veinticuatro horas del dia.
Por lo general, a esas horas, sobre las siete y media de la tarde, los pasillos solian estar desiertos y las puertas cerradas, pero aquella tarde se oian pasos y jaleo, voces y tintineo de llaves, como en una ajetreada manana de viernes de junio.
Su chaqueta colgaba del respaldo de la silla. Se bajo de la mesa y la cogio. Sonrio mientras se la ponia despacio y dijo:
– Nunca me has gustado, Gerhard.
El hombre se hurgaba la costra de una herida sin decir nada.
– Y tal vez por eso -continuo Yngvar, a la vez que se colocaba las solapas de la chaqueta-, por una vez, me alegra que guardes silencio.
Gerhard abrio la boca para decir algo. Tardo demasiado en cambiar de idea, y la palabra que emitio antes de apretar las mandibulas se convirtio en un curioso grunido. Volvio a recostarse en la silla a la vez que se rascaba nerviosamente la entrepierna.
– Me alegra bastante -repitio Yngvar, que lo saludo con la cabeza; le daba la espalda al detenido, como si estuviera hablando a una tercera persona imaginaria-. Porque no me caes bien. Y tal y como te estas comportando, lo mejor que puedo hacer es soltarte. -Se volvio bruscamente y extendio la mano hacia la puerta cerrada-. Puedo dejar que te vayas, porque los que estan ahi afuera emplean medios muy distintos a los que puedo usar yo. Muy distintos.
– ?Que quieres decir?
– Creo que tal vez ya me he decidido -dijo Yngvar, y volvia a dar la impresion de que le hablaba a alguien que no fuera Gerhard-. Asi me ahorro todas estas chorradas. Asi me voy a mi casa y no trabajo mas por hoy.
Se palpo la chaqueta, como para asegurarse de que las llaves y el monedero estaban en su sitio antes de irse.
– Y ademas me ahorro volver a verte nunca mas. Un sinverguenza menos en el que gastar las fuerzas de la Policia.
– ?De que cojones estas hablando?
Gerhard estampo los dos punos contra la mesa.
– Has dicho que querias esperar a tu abogado. -Yngvar sonrio-. Y aqui te puedes quedar a esperarlo, tu solito. Me asegurare de que no tenga mucho que hacer. Te soltamos cuando este arreglado el papeleo. Que tengas buena noche, Gerhard.