– Tampoco es que usara un telefono con camara.

– Asi que me estas diciendo -continuo Yngvar hablando exageradamente despacio y tapandose la cara con las manos- que recibiste un encargo de un tipo con el que solo has hablado por telefono y que no sabes como se llama. Alguien a quien nunca has visto.

– Bueno, tampoco es que no se haga nunca asi.

El abogado Ove Ronbeck alzo la mano derecha casi imperceptiblemente a modo de advertencia.

– Quiero decir que tampoco es tan raro…

– Pues si, a mi me lo parece. ?Como sonaba?

– Sonaba…

Gerhard se retorcia en la silla como un adolescente al que hubieran pillado propasandose con una chica.

– ?Que idioma hablaba? -pregunto Yngvar.

– Era noruego, creo.

– Ya -dijo Yngvar, que expulso aire poco a poco-. ?Asi que hablaba noruego?

– No.

– ?No? ?Y entonces por que sacas la conclusion de que era noruego?

El abogado Ronbeck levanto la mano y abrio la boca, pero se volvio a sentar a toda prisa en la silla cuando Yngvar se giro bruscamente hacia el.

– Tienes derecho a estar aqui -dijo-, pero no me interrumpas. No tengo que recordarte lo serio que es este caso para tu cliente. Y por una vez no me interesa demasiado Gerhard Skroder. Solo quiero saber… ?algo mas sobre el hombre anonimo que te contrato!

Lo ultimo lo bramo contra Gerhard, que reculo aun mas; tenia ya la silla contra la pared, con lo que no le quedaba sitio para su dichoso balanceo. Los ojos le vacilaban, Yngvar se encorvo sobre el y le arranco la gorra.

– ?No te ha ensenado tu madre que no se lleva gorra dentro de los sitios? -pregunto-. ?Por que crees que el hombre era noruego?

– Era como si no hablara del todo ingles, digamos. Mas como con… acento.

Gerhard se rascaba la entrepierna cada vez mas compulsivamente.

– Tendrias que ir al medico -dijo Yngvar-. Para ya.

Se levanto y se dirigio a una mesa supletoria junto a la puerta. Cogio la ultima botella de agua mineral, la abrio y se bebio la mitad de un solo trago.

– ?Sabes que? -dijo de pronto riendose secamente-. Estas tan acostumbrado a mentir que no eres capaz de contar una historia verdadera de un modo coherente, ni siquiera si te lo propones. Esto si que es una lesion laboral.

Volvio a dejar la botella y se sento sobre la silla. Con las manos cruzadas detras de la nuca, se recosto en el asiento y cerro los ojos.

– Cuentame -dijo con serenidad-. Cuentamelo como si estuvieras contando un cuento a un nino, si es que te es posible imaginarte algo asi.

– Tengo dos sobrinos -protesto Gerhard, ofendido-. Se como son los ninos, cono.

– Muy bien. Estupendo. ?Como se llaman?

– ?Eh?

– Que como se llaman tus sobrinos -repitio Yngvar, que todavia tenia los ojos cerrados.

– Atle y Oskar.

– Pues ahora yo soy Atle, y aqui Ronbeck, va a ser Oskar. Y nos vas a contar la historia de cuando el tio Gerhard recibio un encargo de un hombre al que nunca vio.

Gerhard no respondio. Se hurgaba con el dedo en un agujero del pantalon con dibujos de camuflaje.

– Hubo una vez -lo animo Yngvar-. Venga, vamos. Hubo una vez en que al tio Gerhard…

– … lo llamaron por telefono -dijo Gerhard.

Se quedo callado.

Yngvar dibujo un circulo con la mano.

– Era un numero oculto -dijo Gerhard-. No salia en la pantalla. Entonces lo cogi. Era un tipo que hablaba ingles. Pero era como si…, como si no fuera ingles, digamos. Casi parecia… noruego, de alguna manera.

– Mmm -Yngvar asintio con la cabeza.

– Habia algo… raro en el idioma, en todo caso. Dijo que tenia un trato muy sencillo que proponerme, y que se podia ganar mucha pasta.

– ?Recuerdas que palabra uso para decir «pasta»?

– Money, creo. Si. Money.

– Y esto fue el… -Yngvar ojeo sus anotaciones-. ?El 3 de mayo? -pregunto mirando a Gerhard, que asintio debilmente y se tiro del agujero creciente de su pantalon-. El martes 3 de mayo, por la tarde. Vamos a sacar una copia de tu registro, asi podremos confirmar la hora.

– Pero eso es…

– No podeis…

El abogado Ronbeck y su cliente protestaron a coro.

– ?Calma! ?Calma! -Yngvar suspiro con desanimo-. El registro de las llamadas de tu telefono es el menor de tus problemas, en estos momentos. Continua. No se te da demasiado bien esto de contar historias. Ahora concentrate.

El abogado y Gerhard se miraron; Ronbeck asintio.

– Me dijo que me guardara los dias 16 y 17 de mayo -murmuro el cliente.

– ?Que te guardaras?

– Si, que no hiciera planes. Que estuviera sobrio. Que me quedara en Oslo. Accesible, digamos.

– ?Y tu no conocias al hombre que te llamo?

– No.

– Pero eso no te impidio aceptar. Ibas a perderte el mayor dia de fiesta del ano, porque te lo pedia por telefono un desconocido. Esta bien.

– Estaba hablando de mucho dinero. Mucho dinero, me cago en la puta.

– ?Cuanto?

Siguio una larga pausa. Gerhard cogio la gorra de la mesa y estaba a punto de ponersela en la cabeza por mero reflejo, pero cambio de idea y la volvio a dejar. Seguia sin decir nada. Mantenia los ojos fijos sobre la pernera rota.

– Esta bien -dijo finalmente Yngvar-, ya hablaremos de la cantidad mas tarde. Pero ?que mas te dijo?

– Nada. Solo tenia que esperar.

– ?A que?

– A que me llamara el 16 de mayo.

– ?Y te llamo?

– Si.

– ?Cuando?

– Por la tarde. No recuerdo bien. Sobre las cuatro, quiza. Si. A las cuatro pasadas. Yo me iba a tomar unas cervezas con unos colegas en Lokka, antes del partido. El Enga contra el Fredrikstad, en el Ulleval. El tipo me llamo justo cuando iba a salir para alla.

– ?Que dijo?

– En realidad nada. Solo queria saber que iba a hacer.

– ?Ibas?

– Si… Que planes tenia para la noche, digamos. Y yo mantuve el acuerdo, no bebi ni nada de eso. Entonces me dijo que tenia que estar en casa como mas tarde a las once. Dijo que me mereceria la pena. Que me mereceria mucho la pena. Asi que… -Se encogio de hombros, e Yngvar hubiera jurado que el hombre se sonrojo-. Me tome un par de cervezas con los chicos, vi el partido y me volvi a casa. Quedaron 0-0, asi que tampoco habia mucho que celebrar. Estaba en casa antes de las once. Y… -Su inquietud era perceptible. Se rascaba el hombro por debajo del jersey mientras restregaba los muslos de lado a lado de la silla. El muslo derecho le temblaba violentamente y no dejaba de guinar un ojo-. Y entonces llamo. Sobre las once.

– ?Que dijo?

Вы читаете Una Manana De Mayo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату