alrededor, uno detras de otro, y en 1999 Harrymarry era una muerta viviente. Cogia los trabajos que no queria nadie, ni siquiera las chiquillas lituanas que saboteaban el mercado aceptando cincuenta coronas por un polvo sin preservativo.

Harrymarry recordaba un sotano. Recordaba a un hombre.

– Joder, que no pienso recordar nada de nada -chillo Marry y aporreo la puerta roja con las manos-. ?Te voy a sacar de ahi, mi nina! ?Espera y veras! ?La Marry te va a ayudar!

Volvio a su propio trastero arrastrando los pies, lo abrio y cogio la gran caja de herramientas que Nefis constantemente rellenaba con nuevas herramientas que nadie sabia con exactitud para que servian.

– Ya voy -berreo Marry, y arrastro la caja entera hasta la puerta roja-. ?Ya voy, carino!

Marry Oslen estaba en los huesos, pero era fuerte. Y en aquellos momentos ademas estaba furiosa. Primero arranco los tapajuntas con un escoplo y arrojo al suelo los restos destrozados de la madera. Luego cogio un martillo y arremetio contra el pomo de la puerta, como si fuera su propio pasado con el que estuviera saldando las cuentas.

El pomo se partio y la puerta seguia igual de cerrada.

– Mierda -gruno Marry antes de sonarse los mocos con los dedos y limpiarse en la falda de flores-. Aqui hacen falta medios mas contundentes.

Marry vacio la caja de herramientas. El ruido del metal cayendo contra el suelo de hormigon fue atronador. Cuando volvio el silencio, se oyo el debil eco de los golpes al otro lado de la puerta.

– Ya voy -dijo Marry cogiendo una enorme palanca que habia estado en el fondo de la caja.

Con enorme fuerza, introdujo el extremo doblado de la palanca entre la puerta y el marco, junto a la cerradura. Empleo el martillo para ganar unos milimetros y poder empujar, y luego se situo de espaldas a las escaleras, agarro la barra de hierro con las dos manos y tiro con todas sus fuerzas.

La madera crujio. No ocurrio nada.

– Una vez mas -jadeo Marry.

La madera cedio. La puerta seguia sin moverse.

– Tal vez por el otro lado -dijo Marry y repitio la operacion en el lado opuesto de la puerta.

La cerradura cedio. La puerta se atasco. Estaba torcida y Marry introdujo de nuevo la palanca en la grieta, que ahora era mas grande y le permitia fijarla mejor.

– Y ahora tirrraaaaaaamos -chillo, y pego un respingo cuando la puerta de pronto se abrio unos diez o quince centimetros.

Se le cayo la palanca. Y los oidos le pitaron cuando alcanzo el suelo. Sin vacilar, agarro la puerta y tiro hasta que consiguio agrandar la abertura.

– Ya esta, ya esta -le dijo a la persona que la miraba desde dentro, sentada en el suelo-. Que ya se yo como son estas cosas. Ahora voy a…

– Help -dijo una mujer con la voz ronca.

«Una zorra rusa», penso Marry negando con la cabeza.

– Pues yo te voy a ayudar de todas todas -dijo agachandose para agarrar a la amoratada mujer por la cintura-. No voy a permitir que los hombres hagan lo que les salga de los cojones, y se acabo. Menudo cabron es este, ?eh? Y te ha atao y to'. Mira…

Encontro una navaja en la pila de herramientas y corto las tiras de plastico que mantenian unidas las munecas de la mujer. Con otro esfuerzo, consiguio ponerla en pie. El olor a orina y heces le llego a la nariz. Marry echo un vistazo a la parte de dentro de la puerta. Faltaba el pomo.

– Que astutos son, los cabrones de los hombres -murmuro con voz de consuelo, y acaricio delicadamente la cara sanguinolenta-. Ahora te vamos a dar un buen bano, carino. Ven conmigo.

La mujer intento andar, pero le fallaron las rodillas.

– Echas una peste que no veas, mi alma. Anda, ven con la Marry.

– Help -susurro la mujer-. Help me.

– Que si, que si. Eso es lo que estoy haciendo. Supongo que no entiendes ni papa de lo que te digo. Pero yo he estado ahi, ?sabes?, yo he estado ahi donde estas tu ahora y…

Y asi fue charlando Marry por todo el camino hasta la escalera, y casi tuvo que subir en brazos a la otra los cinco escalones que las separaban del ascensor. Cuando llego, Marry sonrio de felicidad y consiguio meter a la otra mujer.

– Apoyate aqui -dijo senalando una barandilla de acero-. En un momentito estamos ahi, carino. ?Joder, que pinta tienes!

Y por fin, bajo la fuerte luz de los tubos de neon, Marry pudo estudiar la cara de la mujer. Un enorme chichon en una de las sienes le habia amoratado media cara y tenia el ojo cerrado y sangre seca por el cuello.

– Pero la ropa buena no se la quita nadie -dijo Marry un poco esceptica y tocando la chaqueta roja-. Esta no la ha comprado de segunda mano, no.

Las puertas del ascensor se abrieron.

– Ahora tienes que ser buena y agarrarte a la Marry.

La mujer permanecia apatica, con la boca abierta. No habia vida en su mirada y Marry le puso sus raquiticos dedos delante de los ojos y los chasqueo.

– ?Hola! ?Sigues ahi? ?Vamos!

Con el brazo izquierdo en torno a la cintura de la mujer y el derecho sujetandole el antebrazo, consiguio arrastrarla hasta la puerta de entrada. No queria soltarla para buscar las llaves, asi que apreto el timbre con el codo.

Pasaron varios segundos.

– Help -jadeo la mujer.

– Que si -murmuro Marry con impaciencia y volvio a llamar.

– Marry -dijo Inger Johanne alegremente al abrir la puerta-. Has tardado tanto que…

– Me he encontrado una puta en el sotano -dijo Marry con sequedad-. Creo que es rusa o algo por el estilo, pero habra que ayudarla igual. A la pobre. Algun cabron se ha tomado libertades con ella.

Inger Johanne no se movia del sitio.

– ?Aparta, mujer!

– Hanne -dijo Inger Johanne en voz baja, no dejaba de mirar a la mujer-. Tienes que venir.

– Hanne no es de las que le cierran la puerta a una puta a la que le han pegado una paliza -dijo Marry furiosa-. ?Aparta, mujer! ?Ahora!

– Hanne -repitio Inger Johanne, mucho mas fuerte esta vez-. ?Ven aqui!

La silla de ruedas aparecio al fondo del recibidor, contra las grandes cristaleras sobre las que los arboles del exterior arrojaban la sombra de la tarde. Fue rodando despacio hacia ellas. Las ruedas de goma crujian casi inaudiblemente contra el suelo de madera.

– Que solo necesita un bano -suplico Marry-. Y algo de comer, quiza. Anda, se maja, Hanne. Pero si eres la bondad en persona, guapa.

Hanne Wilhelmsen rodo hasta ellas.

– Madame President -dijo, e inclino la cabeza antes de volver a levantar la vista y hacer una pausa imperceptible-. Come in, please. Let's see what we can do to help you.

Capitulo 25

– Bueno, dejame que lo resuma -dijo Yngvar-, para que no haya malentendidos. -Se paso los dedos por el pelo antes de sentarse con el respaldo de la silla contra la tripa. Un rotulador rojo se balanceaba entre el dedo indice y el pulgar-. Asi que te llama un hombre al que nunca has visto antes.

Gerhard Skroder asintio con la cabeza.

– Y no sabes de donde es ni como se llama.

Gerhard nego con la cabeza.

– Ni tampoco el aspecto que tiene, claro.

El detenido se rasco la nuca y miraba incomodo la mesa.

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