Se dirigio a la puerta, abrio el cerrojo y estaba a punto de salir.

– Espera. ?Espera!

Yngvar seguia con la mano sobre el pomo de la puerta.

– ?Que quieres? -pregunto.

– ?A quien te refieres? ?Quien se supone que podria…? ?De que cojones estas hablando?

– Pero bueno, Gerhard. A ti te llaman el Canciller, ?no es verdad? Se pensaria que con semejante titulo tendrias cierta idea de como funcionan las cosas a nivel internacional.

– Joder, yo…

Una fina capa de sudor se habia extendido sobre su cara macilenta y, por fin, se quito la gorra de un tiron. Tenia el pelo aplastado y graso, un mechon le caia sobre los ojos. Intento apartarlo soplando.

– ?Estas pensando en los norteamericanos? -pregunto.

– Bingo. -Yngvar sonrio-. Buena suerte.

Bajo del todo el pomo.

– Espera. ?Espera, hombre, Stubo! Los estadounidenses no tienen la puta autoridad como para…

Yngvar se rio en voz alta. Echo la cabeza hacia atras y se carcajeo. Las paredes desnudas de la arida habitacion hacian que la risa sonara punzante y cortante.

– ?Autoridad ellos? ?Los norteamericanos?

Se reia tan violentamente que apenas podia hablar. Solto el pomo y se llevo la mano a la barriga, agito la cabeza y le faltaba el aire.

El detenido lo miraba con la boca abierta. Tenia mucha experiencia con la Policia y ya habia perdido la cuenta de cuantas veces lo habia interrogado algun madero idiota. Pero nunca habia visto nada como aquello. El pulso empezo a acelerarsele. Sentia como la sangre latia en sus orejas, se le hizo un nudo en la garganta. Empezaron a salirle manchas rojas bajo los ojos. Se aferraba a la gorra con las manos. Cuando Yngvar Stubo tuvo que apoyarse contra la pared para no caerse al suelo del ataque de risa, Gerhard Skroder empezo a rebuscar febrilmente en los bolsillos para encontrar un inhalador. Es lo unico que le habian dejado conservar al registrarlo y quitarle todas sus pertenencias. Se lo llevo a la boca. Le temblaban las manos.

– Hacia mucho que no me lo pasaba tan bien -dijo Yngvar secandose los ojos.

– Pero ?que me podrian hacer los norteamericanos? -dijo Gerhard Skroder, la voz sono tan aguda y debil como la de un nino-. Estamos en Noruega…

Intento volver a meterse el inhalador en el bolsillo, pero no acerto y se le cayo al suelo. Se agacho para cogerlo y cuando se incorporo Yngvar tenia los punos plantados sobre la mesa y la cara a pocos centimetros de la suya. La barriga y la inusual anchura de los hombros hacian que el policia recordara a un gorila rubio, y no habia ni rastro de humor en sus ojos azul palido.

– Tu te crees muy listo -susurro Yngvar-. Te crees que tienes buena estrella ahi afuera. Te piensas que eres uno de los tios grandes, solo porque te mueves en la zona limitrofe de la mafia rusa. Te crees que te las puedes apanar. Te crees lo bastante macho como para manejarte con los cabrones de los criminales albanos y la demas chusma de los Balcanes. Pues olvidalo. Es ahora…, es ahora… -Levanto el dedo indice y lo llevo hasta las narices del arrestado, el volumen de la voz aumento varios decibelios-. Es ahora cuando te vas a dar cuenta de que eres un mierda. Si de verdad te crees que los norteamericanos se van a quedar tranquilamente sentados viendo como soltamos a un gilipollas como tu, es que no tienes ni puta idea. Todos los dias, incluso varias veces al dia, les informamos de los avances en la investigacion. Saben perfectamente que estas aqui en estos momentos. Saben lo que has hecho y quieren…

– Pero si yo no he hecho nada -dijo Gerhard Skroder, le silbaba la respiracion y era evidente que tenia problemas para respirar-. Pero si…, si yo solo…, solo…

– Calmate -dijo Yngvar con sequedad-. Tomate algo mas de medicina.

Retrocedio un poco y bajo el dedo.

– Quiero saberlo todo -dijo, mientras el preso inhalaba del bote azul y circular-. Quiero saber quien te encargo este trabajo. Cuando, donde y como. Quiero saber cuanto te dieron a cambio, donde esta ahora el dinero, con quien mas has hablado que este relacionado con el caso. Quiero los nombres y las descripciones. Todo.

– ?No pueden…? -dijo Gerhard pugnando por tomar aire-. ?No me pueden llevar a Guantonomo, no?

– Guantanamo -lo corrigio Yngvar mordiendose en el labio para no soltar una risotada que en este caso seria autentica-. Quien sabe. Quien cono sabe, en estos tiempos que corren. Han perdido a su presidenta, Gerhard. A efectos practicos, te consideran un… terrorista.

Yngvar hubiera jurado que las pupilas de Gerhard se dilataron. Por un momento penso que el detenido habia dejado de respirar. Pero luego ahogo un grito y tomo aire a grandes bocanadas. Se pasaba una y otra vez el dorso de la mano por la frente, como si pensara que tenia la funesta palabra escrita en la frente con grandes letras.

– Terrorista -repitio Yngvar chasqueando la lengua-. No es el mejor sello que te pueden poner en Estados Unidos.

– Voy a hablar -dijo Gerhard Skroder, con el aliento entrecortado-. Lo voy a contar todo, pero entonces me quedo aqui. Me quedo aqui, ?verdad? ?Con vosotros?

– Por supuesto -dijo Yngvar con amabilidad y dandole unas palmaditas en el hombro-. Nosotros cuidamos a los nuestros, ya lo sabes. Mientras colaboreis. Ahora nos vamos a tomar una pausa.

El reloj de la pared indicaba que faltaban diecinueve minutos para las ocho.

– Hasta las ocho -dijo sonriendo-. Para entonces seguro que ya ha llegado tu abogado. Y luego lo hablamos todo tranquilamente. ?De acuerdo?

– Esta bien -murmuro Gerhard Skroder, que ya respiraba con mas facilidad-. Esta bien. Pero yo me quedo aqui, eh. Con vosotros.

Yngvar asintio con la cabeza, abrio la puerta y se fue, tras cerrar la puerta poco a poco.

– ?Como ha ido? -pregunto el comisario jefe Bastesen, que estaba recostado sobre la pared leyendo una carpeta de documentos que cerro en cuanto aparecio Yngvar-. ?Lo de siempre? ?No suelta prenda?

– Pues parece que si -dijo Yngvar-. El tipo esta listo para cantar. Nos lo va a contar todo a las ocho.

Bastesen se rio entre dientes y cerro el puno en un gesto de triunfo.

– Eres el mejor, Yngvar. De verdad que eres el mejor.

– Parece que si -murmuro Yngvar-. Al menos soy el mejor haciendo teatro. Pero ahora el ganador del Oscar necesita algo de comer.

Y cuando avanzaba por el pasillo arrastrando los pies, en busca de algo que llevarse a la boca, ni siquiera se dio cuenta de que la gente empezaba a aplaudir a medida que se extendia la noticia de que Gerhard Skroder se habia derrumbado.

Inger Johanne aun no habia llamado.

Capitulo 24

La mujer que avanzaba por el largo pasillo del sotano, maldiciendo, perjurando y agitando las llaves para ahuyentar a los fantasmas, fue en su momento la mas vieja de las prostitutas callejeras de Oslo. En aquellos tiempos se llamaba Harrymarry; de forma milagrosa, se habia mantenido en pie durante mas de medio siglo.

– Que las fuerzas del bien vengan en mi apoyo -murmuraba mientras se dirigia al fondo del eterno pasillo arrastrando su pierna coja-. Y que todos los demonios acaben en el hoyo. Rayos y truenos.

Desde la noche de enero de 1945 en que Harrymarry nacio en el remolque de un camion en la region de Finnmark, entonces arrasada por la guerra, la mujer no habia dejado de desafiar los constantes intentos del destino de acabar con ella. No tenia padres y nunca se adapto a la familia de acogida que le impusieron. Despues de pasar un par de anos en un orfanato, se escapo a Oslo para arreglarselas sola. Tenia doce anos. Sin ninguna formacion, con el nivel de lectura de un nino de seis y un aspecto fisico que podria espantar a cualquiera, la profesion llego por si sola. En cuatro ocasiones habia traido ninos al mundo, todos ellos fueron meros accidentes laborales y se los quitaron inmediatamente despues del parto.

En el cambio de siglo, la suerte le sonrio a Harrymarry por primera vez en su vida.

Вы читаете Una Manana De Mayo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату