Conocio a Hanne Wilhelmsen.
Harrymarry era la testigo clave en un caso de asesinato y, por causas que ninguna de las dos supo mas tarde explicar, se mudo a casa de la detective. Desde entonces habia sido imposible sacarla de alli. Recupero su autentico nombre y se convirtio en aplicada cocinera y asistenta. A cambio solo queria tres cosas: metadona, una cama limpia y un paquete de tabaco de liar a la semana. Nada mas. Al menos hasta que nacio la hija de Hanne y Nefis. Entonces Marry dejo de fumar y exigio que se sustituyera la provision de tabaco por un taco de tarjetas de visita. En un carton dorado con el canto ribeteado ponia: «Marry Olsen. Institutriz».
Ella misma habia elegido el tipo de letra. Ni numero de telefono ni direccion. Y tampoco es que le hicieran falta, puesto que nunca salia y jamas habia recibido una visita. El taco de tarjetas se quedo sobre su mesilla; cada noche cogia la primera, la besaba levemente y luego cerraba los ojos a la vez que presionaba la tarjeta contra el pecho y murmuraba su rezo nocturno, siempre el mismo: «Te doy las gracias, querido caballero del Cielo. Te doy las gracias por Hanne y por Nefis y por mi princesita Ida. Soy util para alguien. Y te lo agradezco. Buenas noches, Dios».
Y luego dormia profundamente durante ocho horas, todas las noches.
Por fin Marry estaba llegando al trastero correcto, tenia la llave lista.
– Habrase visto, que bobada -se renia a si misma-. Una vieja como yo y resulta que le da miedo el miserable sotano. ?Anda que…!
Extendio su raquitico brazo como para ahuyentar el miedo.
– Ahora vas a entrar en el trastero -se dijo con tono chillon-. Y vas a coger unos edredones y unas cosas para Inger Johanne. Aqui no hay peligros, mujer. ?Marry, por Dios! Anda que no has visto tu peores fantasmas que los que pueda haber aqui abajo.
Por fin atino con la cerradura.
– Tanto pijerio… -dijo Marry abriendo la puerta-. ?No podrian tener trasteros como los de todo el mundo en los barrios buenos! Pues no, que va…
Tanteo hasta encontrar el interruptor de la luz.
– Aqui lo que quieren son habitaciones cerradas, con puertas de verdad, y con paredes y de
El trastero tenia mas de veinte metros cuadrados. Era rectangular y las paredes largas estaban cubiertas de estanterias desde el suelo hasta el techo. Estaban llenas de cajas, maletas y multicolores cajones de embalar de IKEA. Todos estaban meticulosamente marcados. Fue Marry la que lo sistematizo todo. Las letras no eran su fuerte, pero a los numeros y la logica siempre les encontraba el sentido. Como solia liarse con el alfabeto, las cosas estaban ordenadas por su importancia. En los estantes mas cerca de la puerta, estaban guardadas las latas de conservas y la comida desecada que se podia almacenar, por si estallaba una guerra atomica. Luego venia la ropa de invierno, en grandes cajas con agujeros de ventilacion. La ropa de bebe de la pequena Ida estaba guardada en una caja rosa en la que habia dibujado un osito; cuando Marry abrio un poquito la tapa y rozo los suaves tejidos con los dedos, comprobo que olia a lavanda.
– Esa es mi chica, Marry, mujer. Gatita mia.
Estaba susurrando. El aroma de la ropa guardada de Ida la tranquilizaba. Avanzo arrastrando los pies hasta alcanzar el fondo, junto a la pared mas pequena, donde los esquis de Nefis y el trineo de Ida estaban amarrados a la pared: «EDREDON PA’ INVITAOS».
Tiro de la gran caja y levanto la tapa. El edredon estaba enrollado y amarrado con dos gruesas gomas rojas. Marry se lo metio debajo del brazo, volvio a poner la tapa en su sitio, coloco la caja en el estante y retorno cojeando hasta la puerta.
– Muy bien, muy bien -murmuro aliviada-. Ahora cogemos y nos volvemos al dulce seno del piso.
Estaba a punto de cerrar cuando le parecio oir un ruido.
Un latigazo de adrenalina le hizo contener la respiracion.
Nada.
Y luego volvio a sonar. Un estallido sordo, o un golpetazo. Distante, pero esta vez perceptible. Marry solto el edredon y se cogio las manos presa del panico.
– Ay, Dios todopoderoso, en nombre de Jesus -exclamo.
Volvio a sonar.
En las profundidades del cerebro de Marry quedaba el ultimo resto de la existencia que habia llevado durante casi cincuenta y cinco anos, hasta que su vida pego tan sorprendente giro y todo paso a ser bueno y luminoso. La huerfana Marry con lo fea y flaca que era, sobrevivio contra todo pronostico porque era lista. La Marry joven y malhablada consiguio salir con vida de las calles de la prostitucion de Oslo en la decada de 1960 porque era astuta. La vieja puta Harrymarry habia sobrevivido a una existencia de humillaciones y drogas por una unica razon: simple y llanamente no se dejaba machacar.
Pero alli en el sotano tenia tanto miedo que creia que se le iba a reventar el corazon. Estaba empezando a marearse. Estaba tentada de sentarse a esperar a que el fantasma viniera y se la llevara, a que la cogiera el demonio, que era lo que ella, en el fondo de su corazon, pensaba que se merecia.
– Y una mierda. Todavia no.
Trago saliva y apreto las mandibulas. Y el ruido volvio a sonar.
Era como si alguien estuviera intentando aporrear una puerta, pero no lo consiguiera del todo. Los golpes tenian un aire arritmico y cojo, pero desde luego no daban la impresion de ser agresivos.
Marry recogio el edredon del suelo de hormigon.
– Resulta que por fin he encontrado la felicidad -se dijo a si misma-. Y ahora no voy a dejar que venga nadie a darle un susto de muerte a esta vieja chatarra.
Empezo a caminar hacia las escaleras del sotano.
Pong. Pong. Pong.
Marry ya no estaba segura. El sonido salia de la puerta ante la que se encontraba, que estaba pintada de rojo, a diferencia de todas las demas, que eran blancas e iguales. A la altura de la cara habian pegado un carton con cinta adhesiva amarillenta. Estaba medio arrancado y el texto era practicamente ilegible, al menos para Marry.
Tenia la sensacion de estar oyendo una voz, muy bajito, tal vez fueran solo imaginaciones suyas.
Para su sorpresa, ya no estaba tan asustada. Un furioso sentimiento de rebeldia habia reprimido el miedo. Esta era su casa y su sotano. Habia escogido llevar una vida de aislamiento en la calle Kruse para mantener a los viejos demonios a raya, y no habia vivo ni muerto capaz de robarle eso.
Ya no, y nunca mas.
– Hola -dijo en voz alta, y llamo a la puerta-. Hola, ?hay alguien ahi dentro?
Su escualida mano golpeo la puerta. Hubo un silencio total. Luego retornaron los golpes, fue tan brusco que retrocedio un paso.
El sonido de una voz parecia llegar desde algun sitio muy lejano. Resultaba imposible distinguir las palabras.
– Me cago en… -murmuro Marry, que se rasco la barbilla antes de colocar la oreja contra la puerta-. Esta tiene que ser la puerta mas rara de la ciudad. Abre el cerrojo -grito contra la superficie de la puerta-. ?Solo hay que girar el cerrojo, hombre!
Los golpes continuaron.
Marry estudio la cerradura. Se necesitaba una llave para abrirla, como en todos los demas trasteros. En el interior tenia que haber un pomo, para que no pudiera uno quedarse encerrado en el sotano, o encerrar a alguien.
Tenian que haber manipulado la puerta de algun modo. A Marry ya no le quedaba duda de que habia alguien ahi dentro. Ciertos recuerdos pugnaban por salir del fondo de su memoria, experiencias que habia intentado dejar fuera, en el mundo que ya no le interesaba y del que nunca jamas queria volver a formar parte.
Ser una puta de la calle no era solo ser puta. Lo peor era estar a merced de la calle. Marry cerro los ojos para ahuyentar las imagenes de basureros y trasteros, pestilentes colchones en callejones y leneras, mamadas rapidas en coches sucios que olian a tabaco, comida grasienta y cerdo viejo.
Marry no sabia el numero de veces que la habian violado. A medida que fue cayendo en la jerarquia de las prostitutas, fue expulsada de su esquina, le quitaron los clientes, las prostitutas de importacion le escupieron -esas malditas rusas-, los jovenes la humillaron y sus coetaneos la abandonaron; porque se fueron muriendo a su