Acababan de dar las dos cuando Helen Bentley retorno a la cocina. Tenia muy mal aspecto. A primera hora de la manana las seis horas de sueno y una larga ducha habian hecho milagros, pero con el paso de las horas se estaba poniendo muy palida. Sus ojos carecian de brillo y bajo ellos tenia ojeras con forma de media luna. Se dejo caer pesadamente en una silla y cogio con avidez la taza de cafe que le ofrecio Inger Johanne.

– Queda hora y media para que abra la bolsa de Nueva York -suspiro, y bebio un poco-. Va a ser un jueves negro. Tal vez el peor desde los anos treinta.

– ?Has averiguado algo? -pregunto Hanne con prudencia.

– Al menos tengo una especie de vision de conjunto. Parece evidente que nuestros amigos de Arabia Saudi, llegado el caso, no han sido excesivamente amigables. Tercos rumores insisten en que son ellos quienes estan detras de todo esto, junto con Iran. Aunque en mi Administracion nadie quiere admitir nada, por supuesto.

Se forzo a sonreir. Tenia los labios casi tan palidos como el resto de la cara.

– Lo que significa que Warren se ha vendido a los arabes -dijo Inger Johanne, aun en voz baja.

La presidenta asintio y se cubrio los ojos con las manos. Permanecio asi sentada durante varios segundos, pero de pronto se levanto y dijo:

– No tengo manera de averiguar lo que realmente esta pasando si no entro en las paginas bloqueadas de la Casa Blanca. Tengo que usar mis propios codigos; aun asi habra muchas cosas a las que no tenga acceso, porque para eso necesito otro tipo de equipo, pero tengo que averiguar si han descubierto a Warren. Tengo que averiguar lo que saben los mios sobre todo esto antes de darme a conocer. Si no saben nada sobre su…

– Esta trabajando de lleno aqui en Noruega -dijo Inger Johanne-. Yo me habria enterado si le hubiera pasado algo, si le hubieran arrestado o algo asi, quiero decir. -Vacilo un momento, le echo un vistazo a su propio telefono movil y anadio-: Al menos eso creo.

– Pero eso no tiene por que significar nada -dijo la presidenta-. Si supieran que esta implicado, podrian haber considerado que era mas util mantenerlo en la incertidumbre. Pero si no lo saben -tomo aire-, puede resultar peligroso que ande suelto cuando yo salga a la luz. No me queda mas remedio que entrar en mis propias paginas. Tengo que hacerlo.

– Te descubririan en pocos segundos -dijo Inger Johanne con escepticismo-. Verian la direccion IP y averiguarian que el ordenador esta aqui. Vamos a desatar una tormenta.

– Si. Tal vez… No. No necesito mucho tiempo, en realidad. Con un par de horas bastara. Espero.

La puerta del salon se abrio y Hanne Wilhelmsen entro con su silla de ruedas.

– Una hora de sueno por aqui y otra por alla -dijo, y bostezo-. Con eso casi se descansa. ?Has avanzado algo?

Miro a Helen Bentley.

– Bastante, pero ahora tengo un problema. Tengo que entrar en unas paginas bloqueadas; si uso tu ordenador, sabran inmediatamente que sigo viva, y tambien donde me encuentro.

Hanne moqueo y se seco la nariz con el dedo indice.

– Eso es un problema, si. ?Y que hacemos?

– Mi ordenador -dijo Inger Johanne sorprendida y alzando el dedo indice-. ?Que tal si lo usamos?

– ?Tu ordenador?

– ?Tu tienes un ordenador? ?Aqui?

Las otras dos la miraban con incredulidad.

– Esta en el coche -dijo Inger Johanne con animo-. Y esta registrado en la Universidad de Oslo. Como es obvio, tambien les proporcionara una direccion IP, pero les llevara mas tiempo… Primero tendran que contactar con la universidad, luego tendran que averiguar a quien se le ha prestado el ordenador y al final tendran que descubrir donde me encuentro yo. Y la verdad es que eso solo lo sabe… -volvio a mirar el movil, atormentada por su mala conciencia- Yngvar. Y en realidad el tampoco lo sabe del todo.

– ?Sabes? -dijo la presidenta-, creo que es una buena idea. No necesito mas de un par de horas, que sera mas o menos lo que vamos a ganar al usar otro ordenador.

Hanne era la unica que todavia parecia muy esceptica.

– No es que yo sepa gran cosa sobre direcciones IP y cosas asi -intervino-, pero ?estais seguras de que realmente puede funcionar? ?Lo que rastrean no es la linea, en realidad?

Inger Johanne y Bentley intercambiaron miradas.

– No estoy segura -contesto la presidenta-, pero es un riesgo que voy a tener que correr. ?Podrias ir a buscarlo?

– Por supuesto -dijo Inger Johanne levantandose-. Dentro de cinco minutos estoy de vuelta.

Cuando la puerta se cerro a sus espaldas, Helen Bentley se acerco a una silla que estaba junto a Hanne y se sento. Parecia no encontrar las palabras adecuadas. Hanne la miraba sin expresion en la cara, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

– Hannah. ?Tienes…? Dices que trabajaste en la Policia. ?Tienes armas en la casa?

Hanne aparto la silla de ruedas de la mesa.

– ?Armas? ?Para que quieres tu…?

– Sshh -dijo la presidenta, la voz tenia de pronto un aguijon de autoridad que hizo que Hanne se tensara-. Por favor. Preferiria que Inger no supiera nada de esto. A mi no me gustaria tener a mi hija de un ano en una casa en la que hay un arma cargada. Y, evidentemente, no creo que sea necesario usarla, pero tienes que recordar que…

– ?Sabes por que estoy aqui sentada? ?Se te ha pasado eso por la cabeza? Estoy sentada en esta maldita silla porque me pegaron un tiro. Una bala me revento la columna vertebral. No tengo una relacion muy cordial con las armas.

– ?Hannah! ?Hannah! ?Escuchame!

Hanne cerro la boca y miro fijamente a Helen Bentley.

– Por lo general soy una de las personas mejor custodiadas del planeta -afirmo la presidenta en voz baja, como si tuviera miedo de que Inger Johanne hubiera vuelto-. Todo el rato estoy rodeada de hombres fuertemente armados, por todas partes. No es por casualidad, Hannah, por desgracia es necesario. En el momento en que se sepa que estoy en este apartamento, estare indefensa. Hasta que lleguen las personas correctas y vuelvan a ponerme bajo su cuidado, tengo que poder defenderme. Creo que si lo piensas, estaras de acuerdo conmigo.

Hanne fue la primera en apartar la mirada.

– Tengo armas -dijo por fin-. Y municion. Nunca he conseguido deshacerme de los pesados armarios de acero y… ?Eres buena?

La presidenta sonrio de lado.

– Mis profesores hubieran protestado si dijera algo asi, pero se manejar un arma. I'm the Commander in Chief, remember?-Hanne seguia sin expresion en la cara, mirando fijamente la mesa. Bentley le puso la mano sobre el antebrazo-: Una cosa mas. Creo que lo mejor seria que todas os fuerais. Que os fuerais del piso. Por si pasara algo.

Hanne alzo la cabeza y la miro con cara de exagerada incredulidad. Luego se echo a reir. Se rio en alto, echo la cabeza hacia atras y se rio a carcajadas.

– Buena suerte -susurro-. A mi no me mueve nadie. Y en cuanto a Marry el radio de su vida tiene unos treinta metros. Nunca, repito, nunca conseguiras sacarla de aqui. Alguna que otra vez consigo convencerla para que baje al sotano, pero no creo que tu lo consigas. En cuanto a…

– Ya estoy aqui -dijo Inger Johanne con el aliento entrecortado-. ?Fuera hace calor de verano, por cierto!

Dejo su ordenador portatil sobre la mesa de la cocina. Con agiles manos, conecto un raton externo, saco una alfombrilla, enchufo el cable a la corriente y encendio la maquina.

– Voila -exclamo-. Adelante, Madame President. ?Un ordenador que llevara un tiempo rastrear!

Estaba tan excitada que no se percato de la cara de preocupacion de Hanne cuando maniobro con la silla y se dirigio hacia el interior del apartamento. Las ruedas de goma chirriaban finamente contra el parque. El ruido no callo hasta que oyeron como se cerraba una puerta al fondo del piso.

Вы читаете Una Manana De Mayo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату