Capitulo 11

El joven que se encontraba ante un monitor en una diminuta habitacion no demasiado alejada de The Situation Room, en la Casa Blanca, noto que las letras y los numeros habian empezado a danzar ante sus ojos. Los cerro con fuerza, sacudio la cabeza y lo volvio a intentar. Todavia le seguia costando fijar la mirada en una fila o en una columna. Intento masajearse la nuca. El agrio olor del sudor de varios dias ascendio desde sus sobacos y apreto avergonzado los brazos contra el cuerpo rezando por que nadie pasara por ahi.

El no habia ido a la universidad para dedicarse a aquello. Cuando le dieron trabajo en la Casa Blanca, despues de licenciarse como ingeniero informatico y con solo dos anos de experiencia en una empresa, apenas podia creerse su propia suerte. Pero no habian pasado mucho mas de cinco meses, y ya estaba harto.

Habia demostrado su eficiencia en la pequena empresa de informatica donde le habian ofrecido un puesto y creyo que era su indiscutible talento como programador lo que habia hecho que la Administracion lo reclutara.

Pero ante todo se habia sentido como el chico de los recados durante cerca de seis meses.

Y llevaba ahi mas de veintitres horas, en una habitacion sin ventanas, sudoroso y maloliente, mirando codigos que danzaban por la pantalla en un caos en el que se suponia que el debia poner orden. Al menos era importante que se enterara de lo que pasaba.

Puso sus dedos sobre las cuencas de los ojos y presiono.

Estaba tan cansado que ya no tenia sueno. Tenia la impresion de que el cerebro se negaba a seguir. Ya no queria mas. Sentia que su propio disco duro se habia desconectado, dejando el resto del cuerpo a la deriva. Tenia las manos adormecidas y hacia ya varias horas que le dolian las lumbares.

Suspiro pesadamente y abrio mucho los ojos para producir algo de humedad. En realidad tendria que beber algo, pero no podria tomarse una pausa hasta un cuarto de hora mas tarde. Tendria que intentar darse una ducha.

Habia algo ahi.

Algo.

Guino los ojos y manejo el teclado a toda velocidad. La imagen de la pantalla se congelo. Alzo la mano y recorrio una fila con el dedo indice, de izquierda a derecha, antes de volver a aporrear el teclado.

Aparecio una nueva imagen.

No podia ser verdad.

Era verdad y era el quien lo habia visto. El, que de pronto ya no lamentaba haber cambiado de trabajo, habia descubierto aquello antes que nadie. Sus dedos volvieron a correr sobre la bandeja de letras. Finalmente pulso el icono de imprimir, agarro el telefono y aguardo expectante la siguiente imagen en la pantalla.

– Esta viva -susurro, y se olvido de respirar-. She's fucking alive!

Capitulo 12

– Este es el sitio mas bonito de Oslo -dijo Yngvar Stubo senalando un banco junto al agua-. He pensado que a los dos nos podia sentar bien un poco de aire fresco.

El verano habia tomado la ciudad. En un solo dia, la temperatura habia subido casi diez grados. El sol tenia la mayor parte del cielo de blanco, en una explosion de luz. Daba la impresion de que, a lo largo de la manana, los arboles del margen del rio Aker se habian puesto de un verde mas oscuro, y habia tanto polen en el aire que los ojos de Yngvar habian empezado a lloriquear en cuanto salieron del coche.

– ?Esto es un parque? -pregunto Warren Scifford, aunque no parecia interesarle demasiado-. ?Un parque enorme?

– No. Son las afueras de la ciudad. O las afueras del bosque, si quieres expresarlo asi. Aqui es donde se juntan, los arboles y las casas. Es bonito, ?no? Sientate.

Warren miro con recelo el banco sucio. Yngvar saco un panuelo y limpio los restos de la celebracion del 17 de mayo. Un poco de helado de chocolate reseco, una raya de ketchup y algo que preferia no averiguar que era.

– Ya esta. Sientate. -De una bolsa de plastico saco dos bocadillos envueltos en plastico y un par de latas de Cola Light, que coloco entre ellos en el banco-. Tengo que pensar en la linea. En realidad me gusta mas la Coca- Cola de verdad. The real thing. Pero ya sabes…

Se acaricio la barriga. Warren no dijo nada. No toco la comida. En su lugar miraba atentamente tres gansos del Canada que perseguian a un perrillo, de la mitad de tamano que el mayor de los pajaros, por la gran pradera que descendia hacia el agua. Daba la impresion de que al perrillo le gustaba. Cada vez que el ganso mas grande lo habia espantado repiqueteando con el pico, el agil animal se giraba de pronto y volvia corriendo en zigzag.

– ?No quieres? -pregunto Yngvar con la boca llena de comida, pero Warren no contesto-. Escucha. Me han encargado que te acompane. Esta cada vez mas claro que no tienes intencion de informarme sobre nada. Ni a mi ni a nosotros, digamos. Informarnos. Asi que al menos… -mordio un gran pedazo del bocadillo-, podriamos intentar estar a gusto, ?no?

Las palabras desaparecieron entre la comida.

El perro se habia hartado. Finalmente hizo caso omiso de los gansos y se puso a corretear por el borde del agua con la nariz pegada al suelo y dirigiendose a la laguna de Maridalen.

Yngvar siguio comiendo en silencio. Warren giro la cara hacia el sol, se coloco el pie izquierdo sobre la pierna derecha y cerro los ojos ante la luz cegadora.

– ?Que pasa? -pregunto Yngvar una vez se hubo acabado el bocadillo y la mitad del de Warren.

Arrugo el envoltorio de plastico, lo tiro en la bolsa, abrio la lata de refresco y bebio.

– ?Que te pasa en realidad? -repitio intentando ahogar un eructo.

Warren no se movia.

– Como quieras -dijo Yngvar, que saco unas gafas de sol del bolsillo de la camisa.

– Ahi afuera hay un demonio -dijo Warren sin cambiar de postura.

– Unos cuantos -asintio Yngvar-. Demasiados, si quieres saber mi opinion.

– Hay uno que quiere hundirnos.

– Ya…

– Ha empezado a hacerlo. El problema es que no se como piensa seguir. Y ademas no hay nadie que quiera escucharme.

Yngvar intento sentarse mejor en el incomodo banco de madera. Por un momento se coloco el pie sobre la rodilla, como Warren, pero la barriga protesto contra la presion y volvio a bajar el pie.

– Aqui estoy -dijo-. Soy todo oidos.

Warren sonrio. Se hizo sombra con las manos sobre los ojos y miro a su alrededor.

– Este sitio es realmente hermoso -dijo en voz baja-. ?Que tal esta Inger Johanne?

– Bien. Muy bien.

Yngvar rebusco en la bolsa y saco una tableta de chocolate. Arranco el papel y le ofrecio a Warren.

– No, gracias. Te digo de corazon que es la estudiante mas eficaz e inteligente que he tenido nunca.

Yngvar miro el chocolate. Luego lo envolvio de nuevo y lo dejo dentro de la bolsa.

– Inger Johanne esta bien -repitio-. Tuvimos una hija el invierno pasado. Una nina sana y buena. Mas alla de eso, no vamos a tocar el tema, Warren.

– ?Tan mal esta la cosa? ?Aun esta…?

Yngvar se volvio a quitar las gafas.

– Si. Tan mal esta la cosa. No quiero hablar de Inger Johanne contigo. Seria muy desleal por mi parte. Y ademas no me apetece nada hacerlo. ?De acuerdo?

– Por supuesto. -El estadounidense hizo una leve reverencia y desplego la mano a modo de disculpa, luego se forzo a sonreir-. Son mi mayor debilidad. Las mujeres.

Yngvar no tenia nada que decir. Estaba empezando a cuestionar toda aquella excursion. Una hora antes, cuando Warren de pronto aparecio en el despacho de Peter Salhus sin previo aviso y, en el fondo, sin tener nada que decir, Yngvar habia pensado que tal vez una ruptura de la rutina podria hacer que volvieran a hablar. Sin

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