El bebe lloraba como un poseso.
– Inger -dijo la presidenta-. Llevate a tu hija al despacho de Hannah. ?Ahora!
Inger Johanne se levanto y cruzo corriendo la habitacion. No le dirigio la mirada al hombre.
– Si te han robado el reloj, Warren, ?que es lo que tienes en torno a la muneca izquierda?
Quito el seguro.
Con infinita lentitud, para no provocarla, Warren giro la cabeza para mirar. Al alzar las manos, la manga del jersey se habia deslizado por el brazo. Llevaba un reloj en torno a la muneca, un Omega Oyster cuyos numeros eran diamantes y que tenia una inscripcion en la parte de atras.
– Es que…, veras…, creia que me lo habian…
Dejo caer las manos.
– Ni se te ocurra -le advirtio la mujer-. ?Levantalas!
El la miro. Sus brazos colgaban sueltos a ambos lados del cuerpo. Tenia las palmas de las manos abiertas y empezo a levantarlas hacia ella en un gesto de suplica.
El estallido consiguio que la propia Hanne Wilhelmsen pegara un respingo. El eco retumbo en sus oidos y, por unos instantes, solo oyo un sonido prolongado y agudo. Warren Scifford yacia inmovil en el suelo, boca arriba. Maniobro la silla hasta el, se agacho y le puso los dedos en el cuello. Luego se incorporo y nego con la cabeza.
Warren sonreia, con las cejas ligeramente arqueadas, como si un instante antes de morir se le hubiera ocurrido algo gracioso, una ironia que solo el podia entender.
Yngvar Stubo aparecio en el vano de la puerta. Se cubria la entrepierna con las manos y tenia la cara blanca como la nieve. Al ver al hombre muerto, jadeo y siguio avanzando.
– ?Quien eres tu? -pregunto la presidenta con calma, seguia en medio de la habitacion con el arma en la mano.
– Es un
La presidenta alzo el arma y se la tendio a Yngvar, con la culata por delante.
– Sera mejor que tu te hagas cargo de esto. Y si no fuera mucha molestia, ahora quisiera llamar a mi embajada.
En la lejania se oian violentas sirenas.
Cada vez sonaban mas fuerte.
Capitulo 15
Al Muffet habia llevado el cadaver de su hermano al sotano y lo habia dejado dentro de un viejo baul que probablemente llevara alli desde que se construyo la casa. No era lo bastante largo, asi que tuvo que colocar a Fayed de costado, con las rodillas y la nuca dobladas, en postura fetal. Le habia producido un enorme rechazo tener que retorcer el cadaver, pero al final habia conseguido cerrar la tapa. La maleta del hermano se encontraba al fondo de un armario debajo de la escalera. Ni el hermano ni sus cosas permanecerian alli mucho tiempo. Lo mas importante era quitar las cosas de en medio antes de que las chicas volvieran del colegio. No permitiria que sus hijas vieran a su tio muerto ni como detenian a su padre. Tenia que enviarlas a algun sitio. Podia excusarse con un congreso inesperado o alguna otra reunion importante fuera del pueblo, y enviarlas a Boston con la hermana de su difunta madre. Eran demasiado jovenes como para quedarse solas en casa.
Luego llamaria a la Policia.
Pero primero tenia que arreglar el asunto de las ninas.
Lo peor era el coche de alquiler de Fayed. Al tuvo problemas para encontrar las llaves. Estaban debajo de la cama. Tal vez las habia dejado sobre la mesilla y se habian caido durante su interrogatorio a Fayed, cuyo objetivo era que le dijera lo que sabia sobre la desaparicion de la presidenta Bentley.
Al Muffet estaba sentado en las escaleras ante su pintoresca casa de estilo Nueva Inglaterra y se cubria la cara con las manos.
«?Que he hecho? ?Y si me he equivocado? ?Y si fuera todo un malentendido? ?Por que no me respondiste, Fayed? ?No podrias haberme contestado antes de que fuera demasiado tarde?»
Podia meter el coche en el viejo granero, las chicas no tenian por que asomarse por alli. No creia que hubiera ningun gato salvaje que acabara de tener gatitos. Los gatitos eran lo unico que hacia que Louise entrara en el granero; estaba lleno de aranas y telas de arana, que por lo general la aterrorizaban.
Ni siquiera era capaz de llorar. Se le habia formado un nudo helado en el pecho, que le dificultaba pensar y le imposibilitaba hablar.
«Y de todos modos -penso abatido-, ?con quien podria hablar? ?Quien puede ayudarme ahora?»
Intento enderezar la espalda y tomar aire.
La bandera del buzon estaba levantada.
Fayed habia hablado sobre una carta.
Las cartas.
Casi no fue capaz de levantarse. Tendria que mover el coche, eliminar el ultimo rastro de Fayed Muffasa y sobreponerse para recibir a sus hijas. Eran las tres; Louise iba a volver a casa enseguida.
Cuando bajo la cuesta, las piernas casi no le sostenian. Miro a ambos lados. No habia senal de vida por ningun lado, a excepcion de una sierra electrica que sonaba a lo lejos.
Abrio el buzon. Dos facturas y tres sobres iguales.
«Fayed Muffasa, c/o Al Muffet.»
Luego la direccion. Tres sobre iguales y bastante gruesos que le habian enviado a Fayed a su direccion.
Sono el telefono movil. Volvio a dejar las cartas en el buzon y miro fijamente la pantalla. Numero desconocido. Nadie le habia llamado a lo largo de toda aquella terrible manana. No estaba seguro de tener voz, asi que se volvio a guardar el movil, cogio las cartas del buzon y empezo a subir lentamente hacia la casa.
Quien llamaba no se rendia.
Se detuvo al llegar a las escaleras y se sento.
Tenia que reunir fuerzas para mover el maldito coche.
El telefono no dejaba de sonar. Ya no podia soportar el ruido, era agudo y fuerte y le producia escalofrios. Pulso el boton con el telefono verde.
– Hola -dijo, la voz le fallaba-. ?Hola?
– ?Ali? ?Ali Shaeed?
No dijo nada.
– Ali, soy yo. Helen Lardahl.
– Helen -susurro-. ?Como…?
No habia visto la television. No habia escuchado la radio. No habia usado el ordenador. Todo lo que habia hecho aquel dia era desesperarse por la muerte de su hermano e intentar averiguar como iba a conseguir que la vida volviera a tener sentido para sus hijas despues de aquello.
Por fin empezo a llorar.
– Ali, escuchame. Estoy volando por encima del Atlantico. Por eso el sonido es tan malo.
– No te he traicionado -grito-. Te prometi que nunca te traicionaria y he mantenido mi promesa.
– Te creo -dijo ella con calma-. Pero seguro que entiendes que tenemos que investigar esto mas detenidamente. Lo primero que quiero que hagas…
– Fue mi hermano -dijo-. Mi hermano hablo con mi madre cuando se estaba muriendo y…
Se interrumpio y contuvo la respiracion. En la lejania oia el ruido de un motor. Una nube de polvo se dibujaba tras la colina con los grandes arces. Un sonido rotante y seco le hizo girarse hacia el oeste. Un helicoptero volaba por encima de las copas de los arboles. Era evidente que el piloto estaba buscando un sitio donde aterrizar.
– Escuchame -dijo Helen-. ?Escuchame!
– Si -contesto Muffet, que se levanto-. Te escucho.
– Es el FBI el que esta llegando. No tengas miedo, ?vale? Estan directamente bajo mi mando. Si no estas