alto? ?De verdad piensas que es mejor que te metas solo en una situacion de la que no sabes absolutamente nada? ?Mejor que ir junto con un agente con treinta anos de experiencia a sus espaldas y que ademas lleva un arma?

Yngvar se mordio el labio. Intercambio una rapida mirada con Warren, metio el coche en primera y retorno a la autopista. Marco el numero de Inger Johanne. No respondio. El contestador nunca saltaba.

– Mierda -dijo apretando los dientes, y marco el 1881-. Me cago en la puta.

– Disculpa -dijo alguien en el telefono-. ?Que has dicho?

– Una direccion en Oslo, por favor. Hanne Wilhelmsen. Calle Kruse, pero ?que numero?

La mujer respondio hoscamente al cabo de pocos segundos.

En el momento en que salieron de la autopista para subir hacia Smestad, marco otro numero de telefono. Esta vez era el de la comisaria de guardia.

No tenia la menor intencion de meterse solo en una situacion peligrosa.

Pero tampoco tenia la menor intencion de llevar consigo a un ciudadano extranjero que, para colmo, habia decidido que no le gustaba.

Que no le gustaba nada.

Capitulo 13

Despues de haber entrado en las paginas de acceso restringido, Helen Lardahl Bentley estaba mas confusa de lo que habia estado antes. Habia tantas cosas que no encajaban. Era evidente que estaban dandole la espalda a la BS-Unit. Como era obvio, podia deberse a que habian descubierto a Warren. Tal vez la direccion del FBI no consideraba util confrontarlo aun, al mismo tiempo que querian minimizar las posibilidades del hombre de manipular la investigacion. Pero no conseguia entender por que el perfil que habian elaborado Warren y sus hombres estaba siendo desacreditado hasta tal punto por el resto del sistema. El documento parecia extremadamente bien hecho. Concordaba con todo lo que se habian temido desde que las primeras informaciones vagas sobre Troya llegaron al FBI solo seis semanas antes.

El perfil la asustaba mas que todo lo demas que habia visto.

Pero habia algo que no encajaba.

Por un lado daba la impresion de que todos estaban de acuerdo en la inminencia de un ataque a Estados Unidos. Por otro, ninguna de las poderosas organizaciones que conformaban la Homeland Security habia encontrado la mas minima pista que senalara hacia alguna organizacion existente o conocida. Daba la impresion de que se aferraban al dinero de Jeffrey Hunter, que remitia a un primo del ministro Saudita del Petroleo y a la empresa de consultoria que poseia en Iran, pero eso era todo. Parecia que nadie habia perseguido esa pista y empezo a sentir frio y calor alternativamente al intuir la fuerza con la que el Gobierno de Estados Unidos, con su propio vicepresidente a la cabeza, habia embestido contra los dos paises arabes. Sin el equipo de descifrado, no podia acceder a las paginas donde se almacenaba la correspondencia, pero estaba empezando a darse cuenta de la catastrofe hacia la que se encaminaba el pais.

Se encontraba en un despacho al fondo del piso.

Cuando llamaron a la puerta, apenas oyo el timbre. Aguzo los oidos. Llamaron otra vez. Se levanto con cuidado y cogio la pistola que Hanne le habia dado y cargado. Dejo puesto el seguro, se metio el arma en la cintura del pantalon y la cubrio con el jersey.

Algo iba extremadamente mal.

Capitulo 14

Delante de la puerta de Hanne Wilhelmsen en la calle Kruse, Warren Scifford e Yngvar Stubo se peleaban a voces.

– Vamos a esperar -decia Yngvar, furioso-. ?Va a venir un coche patrulla en cualquier momento!

Warren consiguio que Yngvar le soltara el brazo.

– Se trata de mi presidenta -le chillo de vuelta-. Es responsabilidad mia averiguar si el lider supremo de mi pais se encuentra detras de esta puerta. ?Mi propia vida depende de ello, Yngvar! ?Ella es la unica que me cree! Y no tengo la menor intencion de esperar a que llegue una panda de uniformados con el gatillo suelto…

– Hola -dijo una voz ronca-. ?Que pasa?

La puerta estaba abierta con una rendija de diez centimetros. Una mujer mayor con un ojo a la virule los miraba por encima de una cadena de seguridad a la altura de su cara.

– No abras -se apresuro a decir Yngvar-. ?Por Dios, mujer! ?Cierra inmediatamente esa puerta!

Warren le pego un puntapie. La mujer retrocedio entre una avalancha de maldiciones. La puerta no se habia movido. Yngvar agarro la chaqueta de Warren, pero se le escapo y perdio el equilibrio. Cayo al suelo y tuvo dificultades para volverse a levantar. Intento aferrarse a la pernera del norteamericano, pero el hombre, a pesar de ser mayor que el, estaba mejor entrenado. Al mismo tiempo que desembarazaba su pierna, con enorme fuerza estampo la bota contra la entrepierna de Yngvar. Este se derrumbo y perdio el conocimiento. Las maldiciones de la senora en el interior se interrumpieron bruscamente cuando una nueva patada revento la cadena de seguridad. La puerta se abrio de pronto, propinandole tal golpetazo a la senora que la tiro hacia atras: cayo sobre un estante para los zapatos.

Warren entro corriendo con el arma de servicio en la mano. Se detuvo ante la puerta siguiente y se resguardo contra la pared mientras gritaba:

– ?Helen! ?Helen! Madame President, are you there?

Nadie contesto. De pronto, con el arma en alto, entro en la siguiente habitacion.

Se encontraba en un gran salon. Junto a la ventana habia una mujer en una silla de ruedas. No se movia y no habia ninguna expresion en su rostro. De todos modos se dio cuenta de que dirigia los ojos hacia una puerta al fondo de la habitacion. Otra mujer estaba sentada en un sofa, le daba la espalda y tenia un nino en brazos. Presionaba el bebe contra ella y parecia aterrorizada.

El bebe chillo.

– Warren.

Era la presidenta.

– Gracias a Dios -dijo el hombre, que avanzo dos pasos, mientras volvia a meter el arma en su funda-. Thank God, you're alive!

– Quieto.

– ?Como?

Se paro en seco cuando ella saco una pistola y la apunto contra el.

– Madame President-susurro-. ?Soy yo! ?Warren!

– Me has traicionado. Has traicionado a los Estados Unidos.

– ?Yo? ?Que dices?

– ?Como te enteraste de lo del aborto, Warren? ?Como has podido usar algo asi contra mi? Tu que…

– Helen…

Intento otra vez acercarse, pero retrocedio rapidamente un paso cuando ella levanto el arma y dijo:

– Me sacaron enganada del hotel, gracias a la carta.

– Te doy mi palabra de honor… ?No tengo la menor idea de lo que hablas!

– Levanta las manos, Warren.

– Yo…

– ?Levanta las manos!

Vacilante, alzo los brazos en el aire.

– Verus amicus rara avis -dijo Helen Bentley-. Nadie mas conocia la inscripcion con la que estaba firmada la carta. Solo tu y yo, Warren. Solo nosotros dos.

– ?Perdi el reloj! ?Me lo… robaron! Yo…

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