Fiona Helle estaba bien planeado. Resulta bastante evidente que estamos hablando de un acto premeditado, es decir, de una persona capaz de proyectar hasta el ultimo detalle la muerte de otra. No creo que la cestita de papel pudiera tener mas funcion que la de albergar la lengua rebanada. Encajaba perfectamente. Que alguien pensara en cortarle la lengua a una persona, sin matarla antes, probablemente podemos descartarlo totalmente. El momento del crimen tambien era el adecuado. El martes por la noche. Todo el mundo sabia que Fiona Helle siempre estaba sola esa noche. Ademas, en varias ocasiones, se habia jactado de que el Lorenskog era «un oasis de paz fuera del ajetreo de la gran ciudad»…

Dibujo en el aire unas comillas con dos dedos.

– Toda una expresion -dijo Yngvar.

– Y bastante idiota eso de contarle a todo el mundo que no habia motivos para cerrar las puertas en el pequeno callejon sin salida, ya que todos cuidaban de todos y nadie era malo. -Sigmund resoplo y prosiguio-: Ese comentario empujo a los chicos de Rommerike a llamar a la senora. Para advertirle, simple y llanamente. Pero la puerta seguia abierta de par en par. Habia dicho algo del tipo «no ceder ante las fuerzas malignas». Por Dios…

Murmuro algo inaudible dentro de la taza de cafe.

– En todo caso -dijo Inger Johanne agarrando un cuaderno de dibujo que Yngvar habia encontrado en la caja roja de juguetes de Kristiane-. El asesinato fue premeditado. Eso ya nos hace avanzar un buen trecho. -Apoyo los codos sobre el alto banco-. Hay base para sacar aun otra conclusion segura. Sostengo que un asesinato como este nos revela un odio intenso. Tanto la premeditacion, es decir, la firme determinacion criminal que ha demostrado el autor de los hechos, como el metodo…

Surgio un breve silencio. Inger Johanne fruncio la frente, casi imperceptiblemente, y giro el oido izquierdo hacia la entrada.

– No ha sido nada -dijo Yngvar-. Nada.

– Estrangular a una persona, atarla, cortarle la lengua… -Inger Johanne hablaba ahora a media voz, tensa y todavia a la escucha-. Odio -concluyo-. Pero a partir de ahi surgen los problemas. El dramatismo, la lengua dividida, el «origami»…, la escena entera, en realidad… -El lapiz rojo dibujaba lentamente circulos sobre el papel-. Puede ser una tapadera. Teatro. Camuflaje. El simbolismo clama al cielo por su banalidad, es tan…

– Infantil -propuso Sigmund.

– Si quieres -acepto Inger Johanne-. Tan sencillo, en todo caso, que casi podria parecer un cover-up. Puede que tuviera la intencion de aturdir. En ese caso estariamos hablando de una persona excepcionalmente retorcida. Que ademas debia de odiar a Fiona Helle con considerable intensidad. Y asi no hemos llegado mas que a…

– Al principio, de nuevo -dijo Yngvar, abatido-. Pero ?que pasa si el simbolismo va en serio?

– Por Dios… ?Acaso los indios no usaban la expresion literalmente? ?«El hombre blanco habla con dos lenguas»? Si asumimos que el asesino mutilo el cadaver para decirle algo al mundo, tiene que significar que Fiona Helle no era quien aparentaba ser. Que era una mentirosa. Una traidora. Segun el, claro. Segun el asesino. Que en este perfil tan difuso y, por tanto tan inservible, me temo que parece… loco como una regadera.

– Una pena… -dijo Sigmund bostezando ruidosa y visiblemente- que no seamos capaces de encontrar mas que minucias en su vida. Ningun conflicto grande. Algo de envidia por aqui y por alla, era una senora de exito. Una bronca con Hacienda hace un par de anos. Un conflicto con el vecino por un abeto que robaba la luz del despacho de Fiona. Nimiedades. Por cierto, talaron el arbol sin que el caso llegara a un juzgado.

– Resulta llamativo que no… -comenzo Inger Johanne, y se interrumpio a si misma-: ?Y ahora?

Su temor era visible al mirar a Yngvar.

– No es nada -dijo el una vez mas-. Relajate. Esta durmiendo.

Inger Johanne habia accedido a que Ragnhild durmiera en el dormitorio, al menos cuando tuvieran visitas.

– Resulta llamativo -repitio vacilante- que no encontreis nada turbio en la vida de Fiona Helle. Muy llamativo. Tenia cuarenta y dos anos. Se os tiene que haber escapado algo.

– ?Por que no pruebas tu? -dijo Sigmund, visiblemente ofendido-. Hemos tenido quince hombres trabajando en esto varias semanas y el resultado es nulo. ?No podria ser que la senora simplemente fuera un modelo de virtud?

– Los modelos de virtud no existen -dijo Inger Johanne sin humor.

– Pero ?y el perfil?

– ?Que perfil?

– El que ibas a hacer -aclaro Sigmund.

– No puedo hacer el perfil de quien mato a Fiona Helle -dijo Inger Johanne, que se bebio el resto del cafe de un sorbo-. No con seriedad, al menos. Nadie puede hacerlo. Pero puedo daros un buen consejo. Buscad las mentiras de su vida. Encontrad la mentira. Y quiza no necesiteis ningun perfil. Entonces tendreis al tipo.

– O a la tipa -dijo Yngvar con una debil sonrisa.

Inger Johanne no se digno contestar. En vez de eso, salio de puntillas hacia el dormitorio.

– ?Siempre se preocupa tanto? -susurro Sigmund.

– Si.

– Yo no lo habria aguantado.

– Pero si tu apenas ves a tu familia -le recordo Yngvar.

– Corta el rollo. Estoy mas en casa que la mayoria de la gente que conozco.

– Cosa que tampoco dice gran cosa.

– Eres medio bobo.

– Idiota -le sonrio Yngvar-. ?Mas cafe?

– No, gracias. Pero eso de ahi…

Sigmund senalaba hacia el final del banco, donde una botella brillaba amarronada a la luz de las velas del candelabro del cerco de la ventana.

– ?No vas a conducir?

– La parienta tiene el coche. Una reunion de padres, o algo asi.

– Ya ves.

Yngvar agarro dos copas de conac sobredimensionadas y las sirvio.

– Salud -dijo Sigmund.

– No tenemos gran cosa por la que brindar -dijo Yngvar, y le pego un sorbo.

Las garras de Jack rascaron el parque. El animal se paro en seco en medio del cuarto y se estiro a la par que bostezaba largamente.

– No me digas que no parece que se esta riendo -murmuro Sigmund.

– Creo que eso es lo que hace -dijo Yngvar-. De nosotros, quiza. De nuestras preocupaciones. Ese no piensa mas que en comida.

El perro meneo levemente la cola y se fue para la cocina. Se puso a lloriquear ante la puerta de la basura. Aplastaba el hocico contra el suelo, para comerse a lametazos, avidamente, las manchas de grasa y las migas.

– La comida la tienes en tu cuenco -dijo Yngvar-. ?Guau!

Jack ladro agudamente y le gruno a la puerta de la basura.

– No lo excites, anda. ?Calla, Jack!

Inger Johanne volvio con Ragnhild despierta en brazos.

– Sabia que habia oido algo -dijo, sin ocultar el tono triunfal de su voz-. Esta mojada. La puedes cambiar. ?Jack! ?Ve a acostarte!

– La ninita de su papa -murmuro Yngvar, cogiendo carinosamente a su hija en brazos.

– Nuestra nina bonita esta mojada.

– Esta hecho un flan -le dijo Sigmund a Inger Johanne.

– Ser buen padre, se llama a eso -apunto ella, sonrio y siguio a Yngvar con los ojos cuando desaparecio hacia el bano.

Jack los siguio con las orejas gachas. Se detuvo junto a la pared de separacion con el salon, y le echo aun otra mirada suplicante a Inger Johanne.

– Acuestate -dijo ella, y el perro desaparecio.

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