tirado en el rincon del lavavajillas, y se percato de que Kristiane habia escrito su nombre sobre el rodapies con letras extranas y torcidas.
Por fin habian habitado la casa, penso Inger Johanne. Esto era ahora su hogar.
– Lo peor -dijo, manoseando una sonriente cabeza de leon rodeada de anillos para morder y cintas de varios colores-. Lo peor de todo seria un asesino sin movil.
Respiro profundamente, dejo el juguete y se quito las gafas. Con la punta de la camisa intento quitarles la grasa de la comida y las huellas de los dedos de las crias. Despues dirigio su mirada miope hacia Sigmund y lo dijo una vez mas:
– El asesino mas dificil de pillar es el que mata sin motivos. El asesino cualificado e inteligente que no tiene el mas minimo motivo para desearles algun mal a sus victimas. Toda investigacion tactica moderna consiste, en el fondo, en encontrar el movil del crimen. Se puede descubrir al mas demente de los asesinos en serie, ya que en la eleccion mas absurda y aparentemente azarosa de las victimas habra algun tipo de logica oculta, alguna conexion. Si no hay nada de eso, ningun motivo, ninguna logica, por muy delirante que sea, nos dan jaque mate. Un asesino asi nos puede tomar el pelo…, eternamente.
La luz del alfeizar ondeaba ahora con mas fuerza y se apago. Inger Johanne se puso las gafas, agarro los pomos y cerro mejor la ventana.
– Pero en realidad nunca he oido hablar de monstruos como ese -dijo con ligereza-. Me tengo que acostar. ?Alguna pregunta mas antes de que me vaya?
Ninguna.
Rudolf Fjord estaba limpiando el bano.
Eran las tres de la manana del martes. El desgarbado caballero estaba a cuatro patas, restregando las junturas entre los azulejos del suelo. Usaba un cepillo de dientes y amoniaco. El hedor le picaba y le irritaba la nariz. Tosia, frotaba, maldecia y lo enjuagaba todo con agua demasiado caliente para sus manos desnudas. Estaba a medias. Los azulejos desde el lavabo y hasta la taza del vater estaban ya enmarcados en claro; juntas gris palido contra ceramica azul acero. Resultaba extrano que un cuarto de bano pudiera ensuciarse tanto en solo medio ano. Iba a hacer tambien las paredes, penso mientras se secaba los mocos con la manga de la camisa. Iba a vaciar los armarios, limpiar los cajones. Incluso le daria una pasada al interior de la cisterna. Todavia faltaban muchas horas para que tuviera que ir al trabajo.
No conseguia dormir.
Quiza vaciara las librerias, para pasarles la aspiradora a los libros, uno a uno. Eso haria que transcurriera el tiempo.
El alivio que habia sentido ante la muerte de Vibeke, el jubiloso alivio fisico del sabado por la manana le habia durado doce minutos. Cuando se dio cuenta de que Vibeke Heinerback era mejor seguro viva que muerta, se derrumbo, literalmente.
Habia intentado levantarse del sofa, pero le habian fallado las piernas. Sudaba a mares, pero en frio. Las ideas le daban vueltas en la cabeza. Finalmente habia conseguido llegar a la ducha y, despues, reunir un atuendo adecuado para la reunion extraordinaria del grupo parlamentario.
Lo habian mirado.
Con el ceno fruncido.
Rudolf Fjord alzo el cepillo de dientes.
Las cerdas estaban chatas y grises. Inservibles. Se puso en pie y rebusco por encima en la basura a la caza de otro. No encontro ninguno. El nudo en la garganta crecia. Arremetio contra uno de los cajones del mueble del bano y se corto feamente al intentar sacar un cepillo nuevo del rigido envoltorio de plastico. El hedor a amoniaco resultaba ya insoportable. No encontro tiritas.
Realmente lo habian mirado con el ceno fruncido.
– Buenos companeros de partido -habia sonreido Vibeke, algo estirada, cuando los periodistas, con algo de curiosidad de mas, habian intentado profundizar en la relacion que habia entre ellos-. Trabajamos muy bien juntos, Rudolf y yo.
Procuro respirar mas profundamente.
Enderezo la espalda. Saco pecho, metio tripa, como en la playa el ano anterior, aquel verano maravilloso cuando aun nada estaba decidido. Cuando estaba seguro de que lo iban a nombrar lider del partido tan pronto como el viejo por fin decidiera que el momento estaba maduro para un cambio.
Sencillamente no conseguia respirar.
Estrellas rojas le bailaban ante los ojos. Estaba a punto de desmayarse. Tambaleandose, con las manos contra la pared, consiguio salir del bano. En el pasillo se recupero un poco, le dieron arcadas pero no vomito, y siguio tambaleandose hacia el salon, hasta la puerta de la terraza. Estaba cerrada. Intentaba mantener la calma, algo andaba mal con los goznes, solo tenia que levantarla un poco, asi. La sangre dibujo curiosas figuras sobre el marco. La puerta se abrio.
El aire gelido lo golpeo insuflandole vida.
Abrio la boca y respiro.
Lo habian mirado de un modo tan raro.
Llamativo, seguro que habian pensado eso. Extrano que Rudolf Fjord fuera claramente el mas afectado por la brutal muerte de Vibeke Heinerback. Kari Mundal fue la peor.
De verdad que la gente no tenia ni idea de como era Kari Mundal. Una graciosa, diminuta y aguda ama de casa, pensaban todos.
Aguda desde luego era.
En el mejor de los casos no pasaria nada, penso Rudolf Fjord tragando aire limpio. Ya estaba mas tranquilo, y se abrocho la camisa con manos ligeramente temblorosas. La sangre ya habia empezado a coagular. Se chupaba cuidadosamente el dedo.
La mezcla del amoniaco habia que hacerla mas diluida, se daba cuenta.
En el mejor de los casos no pasaria absolutamente nada.
Capitulo 6
La casa a la entrada del bosque era tipica de los anos cincuenta. No era gran cosa, casi podia pasar por una cabana; una caja de madera construida con las tablas en vertical y un solitario balcon acristalado en medio de la fachada simetrica. El porche sobre la puerta de entrada era pequeno, con un banco a cada lado. La escalera era de obra y el escalon central necesitaba unos arreglos. Por lo demas el edificio estaba bien cuidado. Yngvar Stubo estaba en la calle, junto a la cancela. Se percato de que el tejado era nuevo y de que el color rojo de la madera era tan aceitoso que la luz de luna se reflejaba sobre la pintura.
El farol de uno de los postes de la cancela estaba roto. Puesto que ya hacia tiempo que habian asegurado todas las huellas, se inclino hacia el cristal quebrado y levanto la tapa de hierro para poder ver mejor la propia bombilla. Tambien estaba hecha anicos. En el casquillo solo quedaba un pequeno ribete de cristal dentado. Paso el dedo indice a lo largo del fondo de la lampara. Diminutos pedazos de cristal fino y mate se le adherian a la piel. La espiral estaba intacta, lo comprobo a la luz de la linterna. La apago, se puso el guante y se quedo unos segundos quieto para permitir que los ojos se acostumbraran a la oscuridad.
Bajo el techo del porche, justo encima de la puerta de entrada, tambien habia un farol. No funcionaba. La noche era fria y clara. Al fondo del jardin, la luna colgaba sobre los arboles desnudos, exactamente la mitad, como si alguien la hubiera cortado pulcramente. Su luz hacia que fuera posible apreciar los detalles de la casa, el sendero de gravilla y el desordenado terreno circundante. No habia mas fuente de luz alrededor de la casa que una farola en la calle, a cincuenta metros de distancia.
– Esto esta bastante oscuro -dijo Trond Arnesen innecesariamente.
– Si -dijo Yngvar-. Y mas oscuro estaba la semana pasada, que ni siquiera habia luna.
Trond Arnesen moqueo. Yngvar le puso la mano sobre el hombro.
– Escucha -dijo en voz baja, la respiracion flotaba entre ellos en nubes azuladas-. Comprendo lo duro que es esto para ti. Solo quiero que sepas lo siguiente, Trond… ?Esta bien que te llame Trond?