hierro se le pegaba a la lengua, que de pronto se quedo seca y parecia demasiado grande. Cuando el miedo le alcanzo las sienes, tuvo que menear la cabeza para oir algo aparte de la circulacion de su propia sangre.
La mirada recorrio como un rayo toda la habitacion.
Los muebles de Vibeke.
Las cositas de Vibeke por aqui y por alla. Un numero de una revista con un post-it en un articulo sobre familias con hijos pequenos y problemas de falta de tiempo. Un mechero de acero y plastico que Trond le habia regalado por Navidad para decirle que no tenia por que seguir escondiendo los cigarrillos cuando el estaba presente.
Las cosas de Vibeke.
Su hogar.
El no era un cobarde y, a pesar de que el sonido habia venido de la parte de atras de la casa, salio corriendo hacia la puerta de entrada, sin mirar siquiera por la ventana del salon para comprobar si el chasquido provenia de algun animal; un alce perdido o quiza simplemente uno de los muchos gatos escualidos que pasaban.
Abrio la puerta de la calle sin vacilar.
– Hola -dijo Rudolf Fjord, visiblemente aturdido-. Hola, Trond. -Estaba al pie de las escaleras, con un pie sobre el primer escalon-. Hola -repitio debilmente.
– Idiota -le grito Trond-. ?Que mierda haces husmeando asi por el jardin? ?Que carajo estas…?
– Solo queria comprobar si habia alguien en casa -dijo Rudolf Fjord, la voz sonaba ahora mas alto pero igual de debil, como si estuviera intentando sobreponerse pero sin conseguirlo-. Mis condolencias.
Trond Arnesen desplego los brazos y salio al porche.
– ?Tus condolencias? ?Vienes aqui a las…? -Se tiro raudo de la manga izquierda del jersey. Su reloj de buzo seguia sin aparecer-. ?Vienes a las tantas de la noche… para presentarme tus condolencias? ?Cosa que por cierto ya has hecho! ?Que cono…! Casi me matas del… ?Largate de aqui! -concluyo exacerbado.
– ?Relajate, hombre!
Rudolf Fjord se habia recompuesto. Le tendio la mano en senal de saludo conciliador, pero Trond no hizo el menor ademan de querer cogersela.
– Solo queria ver si estabas en casa. -Rudolf lo volvio a intentar-. No queria molestarte si ya estabas durmiendo. Por eso me di una vueltecita alrededor de la casa. ?Es que tienes corridas las cortinas de todas las ventanas, hombre! Hasta que no he visto la luz del salon no sabia si estabas levantado. Estaba a punto de llamar al timbre cuando has…
– ?Que quieres? ?Que puta mierda quieres, Rudolf?
A Trond nunca le habia gustado el colega de Vibeke. A ella tampoco. Las ocasiones en que le habia preguntado, ella se cerraba en banda y respondia brevemente que el tipo no era del todo de fiar, mas no queria soltar prenda. Trond no sabia nada de la fiabilidad de Rudolf Fjord, pero no le gustaba el modo en que el individuo trataba a las mujeres. Era un hombre apuesto, suponia Trond; alto, bien formado, con potente menton y ojos azules considerablemente intensos. Rudolf usaba a las mujeres. Abusaba de ellas.
– Como te he dicho, solo queria…
– Te doy una oportunidad mas -le grito Trond-. No has venido aqui para acompanarme en el sentimiento en mitad de la noche. Eso vas y se lo cuentas a otro. ?Que haces aqui?
– Tambien habia pensado -dijo Rudolf Fjord, tenia literalmente aspecto de estar buscando unas palabras que le pasaban volando y sin detenerse; la vista discurria indeterminadamente por el jardin-. Habia pensado preguntarte si podia buscar unos papeles importantes que Vibeke se habia llevado del despacho. Iba a devolverlos el lunes siguiente al crimen. Quiero decir…
– ?Francamente!
Ahora Trond Arnesen se reia, una risa alta y sin alegria.
– ?Eres completamente… bobo? ?Tonto del bote? -Volvio a reirse, casi con desesperacion-. Obviamente la policia se ha llevado todos los papeles. ?Eres…? ?No entiendes nada? ?No tienes ni idea de lo que pasa cuando se mata a alguien? ?Eh?
Dio un paso al frente. Se quedo de pie al borde del porche. Se puso las dos manos sobre las orejas, como si acabara de ser testigo de una catastrofe. Despues bajo los brazos, tomo aire profundamente y dijo:
– Habla con la policia. Adios.
En el momento en que cruzaba la puerta y estaba a punto de cerrarla, Rudolf Fjord habia subido las escaleras de un salto. Su pie estaba como una barrera sobre el umbral, la pierna bloqueaba la apertura entre la puerta y el marco. Trond se quedo mirando hacia abajo. Registro con sorpresa su propia furia, antes de tirar con todas sus fuerzas.
– ?Ay! ?Joder, Trond! Escucha… ?Ay!
– Aparta el pie -dijo Trond soltando por un momento la puerta.
– Pero el ordenador es mio -dijo Fjord metiendo aun mas la pierna-. Y ademas…
Trond Arnesen no cedio ni una pulgada. Tenia las dos manos sobre el pomo.
– Se te va a acabar rompiendo la pierna -dijo Trond, ahora completamente tranquilo-. Apartate.
– Necesito esos papeles. Y el ordenador.
– Estas mintiendo. El ordenador era el suyo, privado. Se lo regale yo.
– Pero el otro, el…
– No habia ningun otro -afirmo Trond.
– Pero…
Trond agarro la puerta con todas sus fuerzas y tiro.
– ?Ay! ?Aaayy! ?Ademas se habia llevado prestado un libro!
La pierna ya se le habia retorcido considerablemente. Trond se quedo mirando la bota negra con fascinacion. La hoja de la puerta se clavaba en el cuero, justo sobre el hueco del tobillo.
– ?Que libro? -pregunto sin alzar la vista.
– El ultimo de Bencke -jadeo Rudolf.
Eso al menos era cierto. Trond se habia fijado en el ex libris, le sorprendia un poco que esas dos personas se prestaran libros.
– Ha desaparecido -dijo.
– ?Desaparecido?
– ?Joder, Rudolf! El libro ha desaparecido, y ahora mismo es el menor de mis problemas. Tambien para ti, la verdad. Comprate la edicion de bolsillo.
– ?Sueltame, anda! -suplico Rudolf Fjord.
Trond cedio tentativamente un par de centimetros. Rudolf Fjord recogio la pierna. Se le escapo un triste gemido cuando levanto el pie hacia la otra rodilla e intento darse con cuidado un masaje para que la sangre volviera a la pierna.
– Adios, entonces -dijo debilmente.
Bajo las escaleras a la pata coja. Trond se quedo mirandolo. En el camino de gravilla hacia la cancela, Rudolf Fjord estuvo a punto de caerse un par de veces, el hombre daba lastima a pesar de la anchura de sus hombros y del caro abrigo de piel de camello, al verlo saltar a la pata coja hacia la calle. El coche estaba a bastante distancia. Trond apenas veia el techo, como una plancha de plata bajo la farola sobre el pico de la cuesta. Por un momento se compadecio del individuo. No entendia por que.
– Un tipo patetico -se dijo a si mismo, y sintio que ya no tenia miedo de estar solo.
Rudolf Fjord se quedo sentado en el coche hasta que se empanaron las ventanas. Todo estaba en silencio. El pie le dolia intensamente. No se atrevia a quitarse la bota para comprobar si habia algo realmente danado, por miedo a no poder volver a ponersela. Piso tentativamente el embrague. Por suerte el dolor no era inaguantable. Habia tenido miedo de no poder conducir.
En el mejor de los casos no pasaria nada.
Los papeles estaban con la policia. Ellos no iban a encontrar nada. Ese no era el tipo de cosas que buscaban.
Rudolf Fjord no estaba ni siquiera seguro de que hubiera algo asi. Vibeke nunca le habia dicho que era lo que tenia en su poder. Sus insinuaciones eran veladas, las amenazas vagas. Pero tenia que haber encontrado algo.