– ?No te ibas a ir pronto a casa? -Era la voz de Sigmund Berli.
Los pies de Yngvar, cruzados sobre el escritorio, cayeron del golpe al suelo.
– ?Que hora es? -dijo apagando concienzudamente el puro en una taza con restos de cafe.
– Las dos y media.
– ?Joder!
– Apesta por todo el pasillo -dijo Sigmund Berli olisqueando el aire con reprobacion-. El jefe se va a mosquear de veras, Yngvar. ?No leiste la nueva circular sobre que…?
– Si. Me tengo que ir pitando.
Derribo el perchero en el momento en que intento descolgar el abrigo.
– Deberia estar ya en casa -dijo pasando por delante de Sigmund y sin molestarse en abrir la ventana-. Voy muy tarde.
– Espera -le grito Sigmund.
Yngvar redujo la carrera y se detuvo, al tiempo que intentaba meter el brazo en una manga retorcida.
– Acaba de llegar esto -dijo Sigmund, que le paso un sobre.
– Joder -gruno Yngvar entre dientes y con el abrigo a medio poner mientras sacudia el resto del mismo-. Esta mierda esta estropeada…, ?o que?
Sigmund se echo a reir. Con paciencia, como si estuviera ayudando a un nino crecido y rebelde, le enderezo la manga, sujeto el abrigo por el cuello y permitio que Yngvar metiera el brazo.
– Ya esta -dijo Sigmund alegremente, y le planto a Yngvar el sobre-. Dijiste que corria prisa.
– Y asi es. Muy diligente.
Yngvar sonrio fugazmente, se metio el sobre en el bolsillo y salio a toda prisa. Sigmund notaba como el suelo se mecia por cada paso, pesado como el plomo.
– Un dia vas a tener problemas con esos papeles que andas llevando de aca para alla -se dijo Sigmund a si mismo a media voz-. No esta del todo bien que lo hagas.
Yngvar Stubo habia dejado tras de si una estela de olor a puro; agrio y desagradable.
Vegard Krogh bebia perezosamente cerveza y estaba feliz.
Algo debia de fallar en el grifo de cerveza de Coma, el unico restaurante decente de Grunerlokka. Alzo el vaso hacia la ventana. La espuma estaba muerta y mala. La luz de la tarde apenas conseguia atravesar la bebida a temperatura del tiempo. Refracciones doradas jugaban ante el sobre la mesa y sonrio ampliamente antes de beber.
El numero del puenting se habia ido a la mierda.
La pelicula estaba bien hasta la mitad de la caida. En ese momento Vegard Krogh desaparecia de la imagen. El objetivo titubeaba un poco contra el cielo. Enfocaba una grua. Se giraba hacia el suelo. De pronto, en una milesima de segundo, se vislumbraba a Vegard Krogh, pegando un colosal tiron. Directo hacia arriba. Hasta que el sonido de las sirenas y los esfuerzos del fotografo por abandonar el lugar hacian que la pelicula mostrara la tierra, las piedras y los materiales de construccion.
No tenia ninguna importancia.
La invitacion le llego.
Vegard Krogh la habia estado esperando. De vez en cuando se sentia completamente seguro. Llegaria. Habia pasado las noches pensando en la invitacion. La ultima imagen consciente que recordaba, antes de haberse dormido, era una bella invitacion con un monograma y su nombre escrito con primorosa caligrafia.
Entonces llego.
Le temblaban las manos al abrir el sobre; papel grueso, tieso y de color huevo. La tarjeta era exactamente tal y como se la habia imaginado. La tarjeta de sus suenos, que aparecio en el buzon en el momento en que mas la necesitaba.
Por fin Vegard Krogh habia llegado a su destino.
Finalmente podia ser uno de los que contaban. A partir de ahora seria uno de ellos. Uno de los elegidos, que respondia «sin comentarios» cuando lo llamaba la prensa del corazon; los que llamaban constantemente, y para su disgusto, eran los amigos de su pareja.
– Me van a acosar -murmuro Vegard Krogh ahogando su euforica sonrisa en el vaso de cerveza.
Los hijos de los reyes de Suecia se rodeaban de buenas familias, la aristocracia antigua y los personajes decadentes, penso. En Noruega todo era distinto. En Noruega lo que importaba era la cultura. La musica. La literatura. El arte.
Habian pasado seis anos desde la primera vez que invito a beber vino a un dandi de ojos de cachorro y ropas femeninas. El muchacho estaba sentado en un rincon mirando a las chicas. Vegard estaba como una cuba, pero siempre tenia olfato para saber donde iban las muchachas. El joven le dio cortesmente las gracias y charlo con el un rato, antes de que Vegard se largara enganchado al brazo de una morena.
Se encontraban de vez en cuando. Bebian una copa. Compartian historias. Hasta hacia un par de anos, cuando, por razones evidentes, hubo que purgar el circulo de amistades y Vegard salio del show.
Habia firmado un ejemplar y se lo habia mandado. Hasta ahora el libro no habia sido beneficiado con una sola resena, ocho dias despues de su publicacion. De todos modos, le habia llegado al critico mas importante de todos.
«De un practicante de puenting a otro. ?Atreverse! Tu amigo, Vegard.»
Le habia llevado una hora encontrar la formulacion. Ahora se trataba de no presionar demasiado.
Vegard Krogh se bebio el resto de la cerveza de un solo y entusiasmado trago.
Por fin la copa de Merlot barato estaba empezando a dar frutos.
«Atuendo: Casual & Sharp», ponia.
Tendria que arrastrarse hasta la cruz y pedirle dinero a su madre.
Esta vez no se iba a enfadar.
– Pero ?si me estas diciendo que el tipo ese, Stubo, es majo!
Bard Arnesen se inclino sobre la mesa del comedor y le propino a su hermano una palmada de animo en el brazo. Despues se rasco la cabeza, antes de salvar una hoja de lechuga que estaba a punto de ahogarse en el alino.
– Mentirle a la policia no es una gran idea, Trond.
Trond no respondio. Miraba insistentemente al frente sin fijar la mirada. Tenia el plato medio vacio. Movia los restos de la comida de aca para alla; carne y patatas fritas. Distraidamente cogio un pedazo de esparrago con los dedos, se lo metio en la boca y mastico lentamente sin tragarselo.
– ?Hola! ?La Tierra llamando! Pareces una vaca.
Bard agito una mano abierta ante la cara de su hermano.
– Sera mucho peor si lo descubren ellos mismos -dijo insistentemente-. En realidad es bastante raro que no hayan…
– Hombre, tienes que comprender que… -dijo Trond-, que no puedo decirle nada a Stubo sobre esto. En primer lugar me hunde la coartada. En segundo lugar estoy de mierda hasta aqui…
La mano hizo un agresivo corte sobre la frente.
– Solo por haber mentido. Me van a enchironar directamente, Bard. Directamente.
– Pero si estas diciendo que saben que eres inocente. El Stubo ese te dijo que eras el primero que habian tachado de la lista. Has dicho que…
– ?He dicho! ?Que cono importa lo que haya dicho?
Los punos resonaron sobre la mesa. Tenia problemas para mantener la expresion tranquila; le temblaba el labio inferior, se le dilataban las fosas nasales y los ojos estaban a punto de desaparecer en el craneo. Aparto de si el plato, lo trajo de vuelta, hizo equilibrios con el cuchillo sobre el tenedor y doblo la servilleta hasta que ya no se dejaba plegar mas.
Bard mantenia la boca cerrada. El olor a asado que inundaba la cocina, obstinado y graso, habia adquirido un matiz dulzon a causa del miedo de su hermano. Bard nunca lo habia visto asi. Habia sido miedoso y remilgado desde que Bard tenia memoria. Temeroso ante todo. Un nino de mama. Lloriqueaba las raras veces que se hacia dano.