– ?Admitelo!
Repentina y sorprendentemente, Trond lo agarro por la cintura. Bard tuvo problemas para mantener el equilibrio, se aferro a la camisa del hermano con la mano izquierda mientras intentaba encontrar un asidero firme con la derecha. Se percato un poco tarde de que el pie de Trond estaba en medio cuando intento dar un paso a un lado. Se cayeron los dos. En la caida, Bard arrastro consigo el cable del robot de cocina. Al ver de refilon la Kenwood, pesada como el plomo, consiguio girar la cabeza en un reflejo que le salvo la vida. El canto de metal le rasgo la oreja. Grito e intento alzar la mano para comprobar la herida. Tenia los brazos atrapados. Solo la cabeza estaba libre y la lanzaba de aca para alla mientras aullaba.
Trond le pegaba.
Estaba sentado con una rodilla en cada brazo de su hermano y lo aporreaba.
Trond cerro los ojos y le propino una paliza a su hermano.
Cuando se le acabaron las fuerzas se levanto rapidamente. Se peino con los dedos, como si no consiguiera creerse lo que habia sucedido y quisiera hacer como si nada. El hermano gimoteo. La sangre le corria por la oreja. Uno de los ojos ya se le habia empezado a hinchar. Tenia el labio superior reventado. La camisa rasgada. Sobre la ingle, Bard estaba empapado, una franja oscura y con forma de mariposa sobre la tela color caqui.
– Me has meado encima -mascullo Bard llevandose la mano a la oreja-. Me has meado encima, joder. -Se incorporo, entumecido y sin saber si se le habia roto algo. Escruto su sangrienta mano y volvio a llevarse la mano a la oreja-. ?He perdido el lobulo? -pregunto, tenia la voz ronca y escupia sangre-. ?He perdido el lobulo, Trond?
El hermano mayor se sento en cuclillas y examino la herida.
– No. Una mala herida. Pero la oreja esta entera.
Bard se echo a reir. Al principio Trond creyo que estaba llorando. Pero su hermano menor se reia, se rio hasta toser, se cogia las rodillas y se partia de risa mientras aun escupia mas sangre.
– ?Que mierda te pasa? -jadeo-. Es la primera vez que te pegan una paliza. Joder, nunca has conseguido derribarme. ?Es la primera vez que tienes una pelea?
– Aqui -dijo Trond tendiendole la mano.
– Espera. Me duele todo. Tengo que hacerlo solo.
Le llevo un par de minutos ponerse en pie. Trond se quedo indeciso mirandolo, con las manos colgando a los lados. Se rasco el muslo con indecision.
– Lo peor es lo del meado -dijo Bard sacudiendo con cuidado una de las piernas-. Ademas sigues teniendo una coartada compacta.
– ?Como?
– Hora y media -dijo Bard tanteandose un diente.
– ?Como?
– Puedo jurar sobre la Biblia que entre las diez y media y las doce estabas en el centro de Oslo. No te da tiempo a llegar hasta aqui y volver en ese rato. Por lo menos no sin que te vean.
– Podria haber cogido un taxi -admitio Trond.
– El taxista habria ido a la policia.
– Podria haber ido en coche.
– Tu coche estaba en casa de mama y papa. Eso lo saben todos los chicos, nos fueron a buscar alli.
– Podria haber robado uno.
– Me cago en la puta oreja -dijo Bard cerrando uno de los ojos mientras probaba a mover uno de los hombros-. Me duele a morir. ?Tendran que darme puntos?
Trond se acerco mas.
– Quiza. Puedo llevarte a Urgencias.
– Sigues teniendo coartada, Trond.
– Si. Estaba en el Smuget, toda la noche.
Bard se mordio con cuidado el labio machacado.
– Esta bien -dijo asintiendo con la cabeza.
Se miraron. Era como mirarse a si mismo a los ojos, penso Trond, a pesar de que el hermano estaba sanguinolento y magullado. La misma ligera inclinacion del ojo izquierdo. Las vetas de verde en lo azul. El pliegue de mongol en los parpados; su madre siempre habia dicho que era muy inusual en este pais. Incluso las cejas, tan rubias que la frente parecia desnuda, eran iguales. Casi habia matado a su hermano a golpes. No era capaz de comprender por que. Aun entendia menos como lo habia conseguido; Bard era mas fuerte, mas rapido y mucho mas valiente.
– Esta bien -dijo Bard, pasandose el torso de la mano bajo la nariz-. Estuviste en el Smuget. Toda la noche. Vale.
Se fue cojeando hacia la puerta del salon.
– Lo voy a dejar estar -dijo, y se detuvo-. Pero… -Se volvio a medias y tomo aire-. Nadie creeria que mataste a Vibeke, Trond. Pienso que deberias contarselo todo a la policia. Yo puedo ir contigo, si quieres.
– Estuve toda la noche en el Smuget -dijo Trond-. Asi no hara falta.
Bard se encogio de hombros y siguio cojeando.
Iba de camino al dormitorio de Trond para confiscar los mas caros de sus pantalones. Therese, su prometida, podia subirles el dobladillo. Sus mejores pantalones era lo menos que le podia pedir.
– Me has pegado una paliza -murmuro impresionado.
La visita a Yvonne Knutsen fue un fracaso. Advirtieron a Inger Johanne ya en el pasillo. Una enfermera le susurro que la mujer, que sufria gravemente de esclerosis multiple, rechazaba a la mayoria de las personas. Solo su yerno y su nieta eran siempre bienvenidos.
La mujer de blanco tenia razon. Yvonne Knutsen se cerro en banda tan pronto como Inger Johanne entro en la habitacion. Yacia rigida en la cama, ubicada en medio de la estancia. Por lo demas el cuarto estaba considerablemente desnudo. Una descolorida litografia colgaba de una de las paredes, pero torcida y con el marco roto. Junto a la cama habia una silla de madera. El punzante sol bajo, que habia deslumbrado a Inger Johanne en el coche el ultimo tramo del camino al hospital, se veia ahora reducido a un debil gajo sobre el horizonte a traves del cristal sucio y con regueros de la ventana. Inger Johanne no le saco a Yvonne Knutsen mas que un «por favor, vete de aqui», antes de que la enferma girara la cabeza y aparentemente cayera dormida.
– Lo siento muchisimo -habia dicho la enfermera, posando una mano consoladora sobre su hombro cuando salio, como si fuera la madre de la propia Inger Johanne la que yacia ahi dentro, inmovil, esperando la muerte.
El viaje de vuelta fue terrible. En la autopista E18, direccion Oslo, se le pincho una rueda. Cuando Inger Johanne encontro por fin un hueco para apartarse, la cubierta estaba hecha jirones. La lluvia parecia una tormenta tropical. Estaba empapada antes de haber colocado el gato.
Al final, llego a casa con mas de una hora de retraso.
– La esclerosis multiple es una enfermedad horrible -murmuro colocandose mejor el relleno de mamar del sosten; estaba sentada, en chandal, con Ragnhild medio dormida al pecho.
– A ti todas las enfermedades te parecen horribles -dijo Yngvar.
– No.
Yngvar le sirvio una generosa cucharada de miel en el te y se lo removio.
– Bebe. Le he echado jengibre. Te ira bien.
– Esta demasiado caliente. Imaginate que Ragnhild se mueve y se me cae sobre…
– Toma -dijo con decision cogiendo al bebe-. Ya esta llena. Tu bebe, asi te mantendras sana. ?Quieres que le eche un chorrito de alcohol?
– No, gracias. De verdad que ha sido horrible verlo.
– Estoy de acuerdo. Hable con ella justo despues del asesinato. Cuenta -dijo Yngvar, y se sento en el sofa frente a ella.
Inger Johanne se llevo la taza a la boca, recogio los pies y se coloco el cojin tras la columna.
– Fiona tiene dos hijos -dijo.
– Fiona tiene…, tiene una hija.
– Si. Pero no cabe duda de que ha dado a luz a dos criaturas.