Pero esto no eran ni preocupaciones ni nervios.
El hermano estaba aterrorizado y seguia masticando esforzadamente un esparrago que no conseguia tragar.
– Oye -dijo Bard amablemente, y le dio aun otra suave palmada-. Nadie creeria en serio que tu hubieras matado a Vibeke. Joder, ?era toda una mujer! Guapa, una chica divertida con dinero, casa y todo. ?No podrias simplemente…? ?Oye! ?Trond!
Chasqueo desalentado los dedos.
– ?Escuchame, hombre! -grito Trond.
– Te estoy escuchando.
– Escupe eso.
Bard escupio. Una bola irregular y verde grisacea cayo sobre el pure del plato.
– Confias en mi, Trond. -La afirmacion no provoco ninguna reaccion en el destinatario-. Eres mi hermano, Trond. -El silencio continuo-. ?Me cago en la puta mierda!
Bard se levanto con tanta brusquedad que la silla cayo hacia atras. El respaldo resono contra la puerta del armario y le hizo un desconchon a la pintura. Desconcertado, acerco el dedo a la mancha verde en medio de todo lo blanco.
– Lo arreglare -dijo-. Lo pintare en otro momento. -Tampoco esta vez su hermano reacciono. Se limito a pasarse rapidamente el torso de la mano por los ojos-. ?Que estuviste haciendo esas horas? -pregunto Bard-. ?No podrias contarmelo por lo menos a mi? ?Eh? ?A tu propio hermano, joder!
– Fue hora y media. Has dicho horas: no fueron varias horas. Fue una hora y media. Una hora y media escasa.
Trond Arnesen habia conseguido olvidar el pequeno lapso de tiempo mantenido en secreto. Le habia costado menos de lo que esperaba. Habia sido sorprendentemente sencillo. Todo el incidente se le borro de la memoria de camino a casa. Cuando el taxi que lo llevaba a casa, a las siete menos veinte de la manana del sabado 7 de febrero, se detuvo en la cuneta para que vomitara, estuvo un rato intentando enfocar el vomito sobre la nieve. Agachado, con las manos sobre las rodillas, reconocio un cacahuete no digerido, en medio de todo el rojo del vino tinto. Al ver las tiras de carne que habia alrededor, vomito una vez mas. El taxista le berreo con impaciencia. Trond se quedo quieto. Esta era la ultima vez, penso espeso. Fascinado, habia estudiado su propio vomito, los repugnantes restos de todo lo que habia ingerido aquel dia. Ya se habia deshecho de ellos. Fuera. Habia acabado con eso.
Nunca mas.
Rasco la nieve con la punta de la bota, queria cubrir la guarreria, pero perdio el equilibrio. El taxista lo ayudo a volver al coche. Lo transporto a casa. Todo estaba olvidado y esta iba a ser, definitivamente, la ultima vez.
Desde entonces nadie le habia preguntado.
La despedida de soltero de la que finalmente se habia arrancado para ir a casa habia ido en incremento a lo largo de la noche. A las seis de la tarde del viernes, diecinueve hombres impecablemente vestidos de esmoquin se lanzaron a la calle. Despues se encontraron con el equipo de futbol de Bard, con las camisetas rojas sucias y una victoria que celebrar. La fiesta trajo cola. Las cosas se fueron liando. Diez o doce colegas de Bard aparecieron sobre las ocho, en el momento en que el novio estaba vendiendo besos con lengua en un quiosco de la calle Karl Johan por cincuenta coronas el beso. Cuando el hermano, a las diez y media, le pidio a Trond que lo ayudara a ir al servicio para aligerar la presion, la despedida de soltero se habia convertido en una fangosa panda de hombres berreantes reunidos aleatoriamente; chicos de Skeid y economistas de Telenor, una panda de jugadores de bolos de Hokksund, que se habia apuntado sobre las nueve, ademas de algun que otro tipo que bebia cerveza y que nadie tenia ni la menor idea de quien era.
Seguro que eran mas de cincuenta personas, penso Trond.
Y nadie habia notado nada.
Nadie le habia dicho a la policia otra cosa, todos habian confirmado que Trond habia estado en la despedida de soltero de su hermano desde las seis de la tarde del viernes hasta que alguien lo monto en el primer autobus que salia para Lorenskog el sabado por la manana.
Todos habian dicho eso. Todo habia sido olvidado.
– ?Como te has acordado? -pregunto finalmente.
– ?No podrias simplemente contarme donde estabas?-pregunto Bard.
La voz ya no sonaba impaciente. Su hermano apelaba ahora a un tono quejica y exigente que Trond reconocia de la infancia y que todavia conseguia irritarlo.
– ?Como te has acordado y por que me cuentas esto ahora?
Al fin y al cabo, el era el mayor.
Bard se encogio de hombros.
– Con todo este dramatismo… Es como si hubiera tenido otras cosas en las que pensar. Pero ahora, ahora que… ?Te largaste sin mas! Te estuve buscando. Cuando volvi del servicio. Me ayudaste. ?Te acuerdas?
Trond no asintio con la cabeza. No dijo nada.
– Supongo que eras el unico que no estaba completamente ciego. Queria que me prestaras dinero. Habia usado mas de tres mil coronas. Invitaba a todo el mundo, creo. No estabas. No te encontraba en ningun sitio.
– ?Le preguntaste a alguien por mi? -dijo Trond.
– ?Todo el mundo preguntaba por todo el mundo todo el rato! ?No te acuerdas? Nos habiamos hecho con el sitio, mas o menos. Un alegre caos. -Sonrio ampliamente despues de interrumpirse-. La siguiente vez que te vi eran las doce y tres minutos. Eso lo tengo claro, porque montaste todo un numero con el reloj, con el que te habia regalado…
– ?Mi reloj? No llevaba puesto el reloj.
– Si. Deja de decir tonterias. Estabas en la barra y querias tomar el tiempo de la carrera de cervezas con el monstruo ese en el brazo.
Trond se acaloro. Aun mas. Sentia el olor de su propio cuerpo, avergonzado y amargo. Tenia la vejiga llena. Queria levantarse. Queria ir al bano, pero las rodillas se negaban a ayudarle.
«Por que lo habre admitido -penso Trond-. ?Por que no lo habre negado, sin mas? Bard estaba como una cuba. Se puede haber confundido. Haberse hecho un lio con la hora. Habia tanta gente. Todos han confirmado que andaba por ahi bebiendo. Dando el espectaculo. Tendria que haberlo negado. Tenia todas las posibilidades para negarlo. Lo niego.»
– Te estas haciendo un lio -dijo Trond, aferrandose al borde de la mesa con ambas manos-. No desapareci. Te desmayaste en el bano. No se cuanto tiempo…
– ?Que carajo estas diciendo? ?Como si no me enterara cuando me desmayo! No me dormi hasta las ocho de la manana siguiente. Esa noche estaba bastante ciego, pero no tanto como para no darme cuenta de que…
Trond se obligo a levantarse de la silla. Inspiro profundamente. Saco pecho, echo los hombros hacia atras. El era el hermano mayor. Tambien era el mas grande, le sacaba casi diez centimetros a su hermano.
– Tengo que mear -dijo cortante.
– ?Y bien?
– Eres mi hermano. Somos hermanos.
– Bien -repitio Bard, con una expresion de sorpresa medio irritada, como si Trond estuviera malgastando sus fuerzas para convencerlo de que la Tierra era redonda y que estaba en orbita en torno al Sol-. ?Y que?
– Te equivocas. Estuve ahi todo el rato.
– ?Me tomas por un gilipollas total o que? -dijo Bard casi gritando.
Se precipito hacia Trond y se coloco delante de el. Se le cerraron los punos. Bard era mas bajo que su hermano, pero mucho mas fuerte. Solo un palmo de aire separaba los dos rostros.
– Hace diez minutos que lo has admitido -le espeto, se le estrecharon los ojos; Trond sintio una fina lluvia de saliva contra la piel.
– No admito nada de nada.
– Has dicho que no le podias contar nada a Stubo. Has dicho que mentiste. ?Acaso eso no es admitirlo? -Bard parecia seguro de si mismo.
– Tengo que mear -dijo Trond.
– Admitelo.
Bard golpeo a su hermano en el hombro. Con fuerza y con el puno cerrado.