Rudolf Fjord habia esperado llegar a una casa vacia. No concebia por que; en estos momentos toda la expedicion le parecia absurda. Entrar por la fuerza en la casa no era muy sensato, suponia. No estaba ni vestido ni preparado para una incursion en casa ajena. Quizas habia esperado que pudieran mantener una serena conversacion. Que Trond le diera lo que pedia, sin preguntas. Que fuera posible poner un punto final; que todo este pequeno incidente opresivo e inflamado hubiera pasado para siempre.
El cansancio le presionaba detras de los ojos, que estaban secos por la falta de sueno.
Hasta ahora no sabia que el miedo hacia dano fisicamente.
Quiza lo de ella fuera simplemente un farol.
Por supuesto que no podia serlo, penso.
El pie estaba cada vez peor. En la pierna sufria contracciones de dolor. Con enojo, seco la humedad de la luna delantera y metio la marcha del coche.
En el mejor de los casos no pasaria nada.
Tres deplorables reuniones por fin habian acabado. Yngvar Stubo se dejo caer en la silla de su despacho y se quedo mirando alicaidamente las pilas de correo entrante. Hojeo diligentemente las cartas y las notas. Nada corria prisa. El reloj de arena estaba amenazadoramente cerca del borde de la mesa. Con cuidado lo empujo hasta una superficie mas segura. Los granos de arena formaban un pico de brillos plateados en el cristal de abajo. Los granos se pusieron en movimiento, cada vez mas rapido, un numero cada vez mayor de granos de arena.
Estaba a punto de acabarseles el tiempo.
Cada dia resultaba mas evidente. Nadie decia nada. Todavia habia una seguridad fingida en todos ellos; un desgastado entusiasmo que hacia que el personal aun aceptara hacer horas extra sin demasiadas protestas. Todavia se daban ataques de optimismo entre muchos de los detectives. Al fin y al cabo, cada dia se hacian nuevos hallazgos; por insignificantes que el tiempo demostrara que eran.
No podia durar mucho.
Tres semanas aproximadamente, penso Yngvar. El descontento se extenderia rapidamente una vez que se afianzara. Conocia el proceso por casos anteriores en los que las pistas firmes se hacian esperar. Hoy hacia exactamente cuatro semanas desde que Fiona Helle habia sido asesinada. Tras veintiocho dias de intensa investigacion deberian al menos intuir los contornos de un posible sospechoso, un dedo que senalara a un autor de los hechos; una pista, una direccion que seguir.
No habia nada de todo esto escondido en las carpetas de la mesa del despacho de Yngvar Stubo. Y pronto la gente se hartaria. El desanimo, tristemente, se contagiaba al caso mas reciente, como si todos, a pesar de las reiteradas advertencias, dieran por supuesto que Vibeke Heinerback habia sido despachada por el asesino de Fiona Helle y que el criminal, sencillamente, se habia salido con la suya.
Los casos no serian archivados. Por supuesto que no. Pero los cuchicheos sobre el abuso de los recursos, la falta de resultados y las cargantes horas extra pasarian con el tiempo a ser agudas protestas. Todo el mundo sabia lo que nadie queria decir: por cada hora que pasaba, se alejaba la solucion en los casos de asesinato. Posiblemente la Central de la Policia Criminal dirigia al equipo mas motivado del pais. Al menos era, sin duda, el mas competente. Todos los detectives implicados eran abrumadoramente conscientes de la triste relacion entre el paso del tiempo y la solucion del caso.
Yngvar se moria por un puro.
Levanto el auricular del telefono y marco el numero apuntado sobre un papelillo que colgaba en la parte baja del corcho.
Hacia una eternidad que no sentia un deseo tan fuerte de un cigarro.
– ?Bernt Helle? Aqui Yngvar Stubo. Kripos.
– Hola -dijo la voz al otro lado de la linea.
Se hizo el silencio.
– Espero que dadas las circunstancias todo vaya bien -dijo Yngvar.
– Bueno, si -dijo la voz.
Nuevo silencio.
– Llamo porque tengo una pregunta con la que no lo quiero entretener demasiado -dijo Yngvar apretando el boton del altavoz antes de dejar el auricular y llevarse la mano al bolsillo de la camisa-. Es solo una tonteria, en realidad.
– Esta bien -dijo Bernt Helle, y se puso a toser-. En realidad, estoy a punto de… -Ruidos. Un fuerte ataque de tos-. Pregunte -dijo por fin-. ?De que se trata?
La funda para puros estaba abollada.
– No estoy seguro de la importancia que tiene -dijo Yngvar mientras intentaba recordar el tiempo que hacia que llevaba encima la misma funda-. Pero podria decirme algo sobre… ?Fue Fiona alguna vez estudiante de intercambio?
– ?Estudiante de intercambio?
– Si, ya sabe, esos acuerdos de…
– Se lo que es un estudiante de intercambio -dijo Bernt Helle, desanimado, y tosio una vez mas-. Fiona no estuvo en el extranjero en aquel tiempo. De eso estoy seguro. Aunque durante esos anos no la conocia muy bien. Ella iba al instituto, mientras que yo hice Formacion Profesional. Ya sabe…
Yngvar lo sabia.
Ademas se sentia como un idiota. Si hubiera esperado al dia siguiente para llamar, al menos tendria alguna idea de por que lo preguntaba. Pero Inger Johanne habia insistido.
Pulcramente saco el puro de la funda.
– Si -dijo-. Y si de veras hubiera pasado una temporada estudiando en el extranjero, obviamente habrian hablado de ello mas tarde.
– Por supuesto. No se me ocurre otra cosa.
En el estante que estaba detras de Yngvar habia una tijera de plata; una guillotina en miniatura. El chasquido que sono al descapullar el puro le hizo la boca agua. Encendio el mechero y roto el puro lentamente sobre la llama.
– No salio para nada al extranjero -constato Yngvar-. ?Ningun viaje de estudios a Inglaterra? ?En las vacaciones de verano? ?Unas largas vacaciones en el extranjero en casa de algun amigo o familiar?
– No… Escuche… -Una violenta bala de tos resono feamente en el altavoz-. Disculpe -gimoteo Bernt Helle.
El puro sabia mejor de lo que Yngvar habia sonado. El humo era azul y seco contra su lengua, y no demasiado caliente. El olor le llenaba la nariz.
– Escucho, si. Digame.
Bernt Helle continuo:
– Obviamente no puedo rendir cuentas de los movimientos de Fiona cuando iba al instituto, asi en detalle. Como he dicho, no saliamos juntos en aquella epoca. Nos volvimos a encontrar un poco mas tarde, despues de que… -Un fuerte estornudo-. Lo siento.
– No pasa nada. Deberia meterse en la cama.
– Llevo un negocio. Y tengo una nina que acaba de perder a su madre. No se puede decir que tenga exactamente tiempo para meterme en la cama.
– Ahora me toca a mi disculparme -dijo Yngvar-. No lo entretengo mas. Que se mejore, entonces.
Yngvar colgo. Una delicada niebla gris claro estaba a punto de inundar la habitacion. Fumaba lentamente. Una calada cada medio minuto permitia que el sabor se asentara e impedia que el puro se calentara demasiado.
Nunca conseguiria dejarlo. Tendria que tomarse pausas; largos periodos sin el placer de un buen cigarro, el sabor a pimienta y cuero, quiza con una pizca de dulce cacao. En el fondo no estaba seguro de que a los ninos les hiciera mal una pizca de aroma masculino alguna que otra noche de viernes. Los puros cubanos eran los mejores, por supuesto, pero tambien disfrutaba con un suave Sumatra, despues de una comida de viernes, con un conac o, mejor aun, con un Calvados muy aromatico.
Esos tiempos habian quedado atras.
Se paso el dedo indice por el labio inferior. El puro se habia quedado un poco seco tras varias semanas en el bolsillo. No tenia ninguna importancia. Ya se sentia mas aliviado y se recosto en la silla antes de formar tres perfectos anillos de humo. Flotaron lentamente hacia al techo y desaparecieron.