– Notarlo. Lo que sentias -sugirio Yngvar.

Mats se puso de pie. Los ojos de esos hombres le quemaban el cuerpo, del mismo modo que las miradas lo abrasaban fuera a donde fuese. Todos lo miraban fijamente, menos Alex, que sonreia debilmente asintiendo con la cabeza. Mats se tiro del jersey.

– No se cuanto sabe sobre mi enfermedad -dijo cruzando la habitacion-. Pero para que lo sepa, tengo mas que suficiente con los sentimientos que abrigo ahora mismo. Mas que suficiente. No puedo decir que me este impresionando mucho.

– ?No? ?Hay algo en particular que te decepcione? -apunto Yngvar.

– No se si me da la gana seguir aqui.

Mats habia llegado hasta la puerta. Puso una mano sobre el pomo. Con la otra mano la abrio lentamente. Se quedo mirando la torre negra.

– El arte de la estrategia no me es del todo desconocido -dijo-. Y su estrategia apesta.

Stubo sonrio y le pregunto:

– ?Tienes alguna propuesta de como puedo mejorar?

– Deje de tratarme como a un idiota.

– No era mi intencion. Si te he tratado como a un idiota, te pido disculpas. -Yngvar Stubo no convencio a Mats.

– Lo esta volviendo a hacer.

– ?El que? -pregunto Yngvar.

– Adopta el tono ese. El tono de «pobre monstruo».

– Corta el rollo.

Stubo se levanto. Se acerco a la mesa. El policia era igual de alto que el. Movio el alfil.

– Eso esta fatal -dijo Mats.

– ?Fatal? Eso lo decido yo.

– No, es una partida dada. La jugada de apertura de…

– Nada esta dado, Mats Bohus. Eso es lo fascinante de todo juego.

Mats Bohus solto el pomo. Le dolia la cabeza. El dolor solia aparecer sobre esta hora del dia. Cuando el lugar despertaba y habia demasiadas personas. La habitacion estaba repleta. El abogado estaba en un rincon con las manos a la espalda. Se elevaba sobre los dedos de los pies y se dejaba caer. Arriba. Abajo. Parecia mas un policia estresado que una persona puesta alli para ayudarlo.

– Se lo que esta haciendo -le dijo Mats Bohus a Yngvar Stubo.

– Estoy intentando mantener una conversacion.

– Chorradas. Esta intentando generar confianza. Hablando de cosas que no son peligrosas. De modo introductorio, simplemente. Quiere crear un ambiente relajado. Hacer que me sienta seguro. Que crea que en realidad esta intentando ayudarme.

– Estoy intentando ayudarte.

– Mucho. Me va a coger, por supuesto. Cree que ese estilo afable le va a dar beneficios. Poco a poco se acercara al nucleo del asunto. Ese… -un dedo indice, rechoncho y con pliegues, vibraba en direccion a Sigmund Berli- acabara siendo the bad guy, si su tactica de amabilidad no funciona. Bastante facil de desenmascarar.

El policia tenia un corte justo detras de la oreja. La costra parecia una Y, como si alguien hubiera empezado a tallar su nombre sobre el craneo pero a ultimo momento se hubiera arrepentido.

– Es tu opinion -senalo Stubo.

– Esto no es mas que una chorrada -dijo Mats Bohus.

La torre estaba chapada en plata en torno a las almenas. Un hombre diminuto de rodillas apuntaba con una ballesta desde una de ellas. Mats se puso a toquetear el soldado en miniatura con cuidado.

– ?No recuerdas lo que te he dicho cuando has llegado?

– Si.

– ?Que? ?Que es lo que he dicho?

Yngvar Stubo se quedo mirando al joven. Ya no daba la impresion de tener intencion de irse. La puerta seguia cerrada y Mats Bohus volvia a mirar de frente al resto de los hombres.

– Has dicho que no te arrepentias de nada.

– Justo. ?Como lo ha interpretado?

– Como una confesion.

– ?De que?

– De eso no estoy del todo seguro.

– Yo la mate. A eso me referia.

El abogado abrio la boca y dio un paso al frente mientras elevaba el brazo en senal de advertencia. Despues, de pronto se detuvo, la mandibula se le cerro con un golpe audible. El doctor Bonheur estaba sentado sin expresion y con los brazos cruzados sobre el pecho. Dio la impresion de que Sigmund Berli se iba a levantar, pero cambio de idea con un suspiro y se reclino en la silla.

Nadie dijo nada.

Mats Bohus cruzo la habitacion y se sento en el profundo sillon de invitados. Yngvar lo seguia con los ojos. Habia una curiosa estetica en el modo en que el hombre se movia. Se mecia. La grasa rodaba ondulada hacia delante, sinuosamente, como una ballena de las profundidades.

– Mate a mi madre.

Ahora la voz habia cambiado. Todo en el hombre daba a entender que habia pasado por un enorme esfuerzo. La cicatriz sobre el labio superior estaba mas roja, mas tensa; se la humedecia con la lengua. Los brazos caian lacios a ambos lados del sillon.

Todos continuaron callados.

Yngvar tambien se sento. Se inclino sobre la mesa de trabajo.

Mats Bohus aparentaba tener menos de sus veintiseis anos. Apenas se le insinuaba algo de barba. La piel era limpia. No tenia granos ni cicatrices aparte del ancho tajo rojo sobre la boca. Los ojos se le llenaron de lagrimas.

– No queria tener nada que ver conmigo -dijo-. No me queria cuando naci, y no me queria ahora. En sus programas…, en las entrevistas decia que nunca podia salir nada malo de reunir a las familias. Todo el mundo recibia la ayuda de Fiona Helle. A mi, en cambio, a su propio hijo, podia darle tranquilamente la espalda. Habia mentido. No queria nada conmigo. Nadie quiere nada conmigo. Yo tampoco quiero nada conmigo mismo.

– Tu madre te queria -dijo Yngvar-. Tu verdadera madre, y tu padre. Ellos te querian.

– Pero no eran de verdad. Segun se vio.

– Eres demasiado listo como para creer realmente en eso.

– Estan muertos -recordo Mats.

– Si. Eso es verdad. -Yngvar vacilo un segundo antes de continuar-. Los demas, ?que pasa con ellos?

Mats Bohus estaba llorando. Enormes lagrimones se agarraron a las pestanas hasta que se desplomaron, y cayeron hacia las aletas de la nariz. Se echo lentamente hacia delante, aparto los papeles y las fotos familiares y enterro la cabeza entre los brazos. El vaso de agua cayo al suelo, sin romperse.

– Los demas -repitio Yngvar Stubo-. Vibeke Heinerback y Vegard Krogh. ?Que habian hecho ellos?

– No quiero nada conmigo mismo -lloraba Mats-. No… quiero… nada… conmigo…

– Ahora no entiendo bien -dijo Axel Bonheur, la voz era tajante-. En primer lugar tengo que decir que este interrogatorio tiene que acabar aqui. No es aconsejable seguir. Ademas… -poso la mano suavemente sobre la espalda de Mats Bohus. El joven reacciono sollozando en alto-, no veo que pueda haber relacion entre…

– Seguro que si lo entiendes -dijo Yngvar Stubo con serenidad-. Aunque Mats no lea los periodicos, supongo que tu si. Como sabes, estamos hablando de varios asesinatos, con las mismas caracteristicas y…

– Es imposible -dijo el doctor Bonheur lanzando una mirada de reproche al joven abogado, que seguia con la boca abierta, sin conseguir acordarse de lo que iba a decir-. Mats Bohus lleva con nosotros desde el 21 de enero.

Sigmund Berli intentaba pensar. Tenia las neuronas dormidas. Estaba tan cansado que apenas podia levantarse, pero tenia que pensar y grito:

– Pero ?si el hombre esta aqui por propia voluntad! Tiene que entrar y salir de aqui, ?no? De vez en

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