– Vamos a ver -dijo animoso-. Aqui hay un poco de todo. Cinco condones… -Rasgo el pico de uno de los envases y se lo llevo a la nariz-. Platano -olisqueo-. ?Tu sabras! -Los dedos recorrieron la pila del suelo. Saco un cigarro con forma de trompeta-. Quien busque, encontrara -dijo-. Un zorrito astuto. -Volvio a oler la presa-. Una calidad horrorosa -gimoteo-. Esta claro que no tienes ni idea de marihuana. Averguenzate.

Vacio otra caja.

– Aqui no hay nada de interes -dijo el policia, que le echo el ojo a una baraja de cartas antes de agarrar la tercera caja. Estaba vacia, aparte de un sobre-. Trond Arnesen -leyo en voz alta-. Este nombre me suena.

El muchacho del rincon se despisto. Dio cuatro pasos al frente, se detuvo de pronto y se echo las manos a la cara.

– Por favor -lloraba-. No toque eso. No es droga. No es… nada. No…

– Interesante -dijo el policia abriendo el sobre-. Que curiosidad me ha entrado, que barbaridad.

Dentro habia cinco sobres mas pequenos, unidos con una goma de pelo rota. Todos estaban dirigidos a Ulrik Gjemselund; letras neutrales que se inclinaban ligeramente hacia la izquierda. No tenian remitente. El policia saco una hoja de la primera y leyo.

– Fijate tu -murmuro, y volvio a meter cuidadosamente la carta en el sobre-. Trond Arnesen. Trond Arnesen… ?Donde he oido ese nombre?

– Francamente. -El chico lo intento, ya no lloraba-. Deje eso. Son cosas privadas, ?vale? No tiene ningun derecho a venir aqui a…

El policia era inexplicablemente rapido y agil. Antes de que a Petter Kalvo le diera tiempo de enterarse de que era lo que pasaba, el colega habia dado cuatro grandes pasos, habia alzado al chico agarrandolo firmemente de la cintura y lo habia plantado de nuevo en el rincon. Su dedo indice se clavo profundamente en la mejilla de Ulrik Gjemselund.

– Ahora me vas a escuchar -dijo en voz baja presionando aun mas. -Le sacaba al otro cabeza y media-. Yo soy quien decide aqui lo que es interesante y lo que no. Tu te vas a quedar completamente quieto y vas a hacer lo que yo te diga. Llevo casi treinta anos recorriendo el fango que haceis tu y la gente como tu. Eso es mucho tiempo. Mucho puto tiempo. Estoy hasta los huevos de los pijos…

El dedo indice daba la impresion de estar a punto de atravesar la mejilla y penetrar en la boca.

– Creo que ahora tenemos que… -empezo Petter Kalvo-. Creo que quiza…

– Calla -bramo el companero-. Resulta que Trond Arnesen es el ninato que se iba a casar con Vibeke Heinerback. Estoy bastante convencido de que los chicos de Romerike y de Kripos tienen interes por echarle un vistazo a estas cartas.

Solto al chico. Ulrik Gjemselund se desplomo. Un fuerte olor a mierda invadio el cuarto.

– Joder, y ahora se caga encima -dijo el policia, hastiado-. Ve a lavarte. Buscate algo de ropa. Te vienes con nosotros.

– ?Lo acompano? -pregunto Petter Kalvo-. Para que…

– No va a saltar desde el cuarto piso. Se mata. Tan tonto no es.

Ulrik Gjemselund caminaba con las piernas abiertas. Iba goteando y Petter Kalvo no pudo evitar apartarse cuando paso y se metio en el cuarto de bano. Oyeron un llanto ahogado y el sonido del agua corriendo alli dentro.

– Que te quede claro, Petter -el policia mayor coloco la mano sobre el hombro de su companero en gesto medio amenazador, medio amigable-: la puerta de abajo estaba abierta -dijo en voz baja-. ?Vale? Y en lo que respecta a la necesidad de abrirnos paso aqui arriba… -senalo con la cabeza en direccion al pasillo- fue porque escuchamos gritos, como si estuvieran maltratando a alguien. Violando, quiza. ?Entendido?

– Pero si… ?Estaba solo!

– Eso no lo supimos hasta mas tarde. Los gritos eran espeluznantes, ?no te acuerdas? Lo haras, ?no? En realidad el tipo se estaba cascando una paja a grito pelado, pero eso no lo podiamos saber nosotros.

– No se como…

– No hace falta que sepas nada de nada, Petter. Hemos encontrado lo que estabamos buscando, ?no? Hemos encontrado una buena bolsa de cocaina, un misero porro y un paquete de cartas que puede valer su precio en oro.

Ulrik Gjemselund salio del bano con una toalla en torno a la cintura.

– Tengo la ropa en el dormitorio.

– Pues vamos alla.

– Escuche. Trond no tiene nada que ver con… Trond no se droga. De verdad. No sabe que…

– Venga. Anda. Vistete.

Siguieron a Ulrik hasta un caotico dormitorio y se quedaron esperando hasta que encontro unos calzoncillos, una camiseta, un jersey de lana rojo, vaqueros y calcetines. Se vistio rapidamente. El mayor de los policias saco un par de botas de un estante de zapatos y se los lanzo al suelo.

– Toma -dijo-. Ponte estos.

– Tengo que volver a ir al bano -dijo Ulrik llevandose las manos al vientre.

– Pues ve.

El chico salio a toda velocidad.

No se oia ni un ruido. Los policias estudiaron los destrozos en la entrada. Puesto que los goznes se habian soltado, no iba a ser posible volver a colgar la puerta.

– No podemos irnos dejando el piso abierto -dijo Petter Kalvo.

El otro se encogio de hombros.

– Nos llevamos todo lo que haya de valor -dijo-. Apoyamos la puerta en su sitio y la dejamos asi.

– Pero…

– Bromeaba -sonrio el policia-. Llama a una patrulla. Pideles que consigan un cerrajero, un carpintero o lo que sea que haga falta para arreglar esto.

Sono la cisterna. Oyeron como se abria y se cerraba un armario.

– Francamente -susurro Petter Kalvo mirando hacia el cuarto de bano-. ?De que tipo de cartas estamos hablando? El otro se palpo el bolsillo.

– De cartas de amor -susurro de vuelta con una gran sonrisa-. A juzgar por estas cartas, Trond y Ulrik follaban con bastante entusiasmo. Mira que Trond, que se iba a casar en primavera. Muy mal, muy mal.

– ?Que hacemos con la puerta? -se quejo Ulrik, que salio del bano con las botas puestas-. No podemos…

– Vamos -dijo el policia agarrandolo del brazo-. Tienes preocupaciones mucho mas serias que una puerta rota. Y no te creas que no se lo que acabas de hacer. En el bano. Al cagar no suelen abrirse y cerrarse los armarios, ?sabes?

– Yo…

– Callate. Supongo que se te pueden conceder unas pastillas en el estomago. Va a pasar mucho tiempo hasta la proxima vez.

Despues echo una sonora carcajada y empujo al detenido hacia el ascensor.

Habian superado la cena en casa de sus padres. Inger Johanne tenia que admitir a reganadientes que habia sido un exito. Su madre habia estado del mejor de sus humores: calida, alegre y sinceramente entretenida con los ninos. Su padre daba la impresion de estar mas sano de lo que habia estado en mucho tiempo. Comio bien y, por una vez, no toco el vino. Desde luego, y como era su costumbre, Isak estuvo familiar hasta la saciedad, pero Kristiane estaba feliz de tenerlos a todos reunidos.

– Mis personas -habia dicho, tumbandose bajo la mesa del comedor, con los brazos al aire-. Mis tesoronas. Dam-di-rum-dam. No me he hecho pis en la cama de Leonard.

Incluso Marie, la hermana de Inger Johanne, tres anos mas joven y sin hijos, se habia ahorrado los comentarios sobre el jersey hecho a mano de su hermana mayor y sobre sus pantalones de terciopelo desgastado. Ella estaba sentada a la mesa con un traje verde oscuro que era evidente que no habia comprado en Noruega, y con un peinado que debia de requerir un esfuerzo de una hora, entre montarlo y desmontarlo, manana y noche. Pero las gafas de Inger Johanne no se libraron de los comentarios de doble fondo de la hermana.

– En realidad a ti te quedarian muy bien unas gafas estrechas -le habia dicho Marie con una sonrisa, colocandose un mechon de pelo-. ?Has probado?

– A mi me encantan sus gafas -dijo Yngvar sirviendose asado de anojo por tercera vez-. Ademas es una

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