tonteria gastarse el dinero en cosas como esa cuando falta poco para que Ragnhild empiece a querer cogerlas. Estas son solidas y buenas.
Isak habia estado jugando con Ragnhild y afirmaba que la nina se reia. Yngvar dijo poca cosa, pero acariciaba la pierna de Inger Johanne de vez en cuando. El padre lloro un poco al dar las gracias por la comida. Todo como siempre. Ninguno de ellos se habia fijado en que Inger Johanne habia comprobado el acceso al chale varias veces durante la comida, y que pego un respingo cuando sono el telefono.
Era casi medianoche.
Daba la impresion de que la sola idea de que se acercaba la hora normal de acostarse avivaba a Inger Johanne. Se pasaba el dia bostezando y pegando cabezaditas, pero en cuanto llegaba la noche le resultaba imposible descansar de verdad. Las primeras dos semanas despues del parto, el miedo era algo concreto: pensaba en Kristiane cada vez que veia a la recien nacida. Recordaba al extrano bebe que nunca buscaba a nadie ni nada con los ojos. Cuando Ragnhild comia, Inger Johanne se tensaba con el recuerdo de un bulto flacido y sin hambre, que tenia siempre los punos cerrados y al que se le ponian los labios azules en roncos y extranos ataques de llanto.
Pero Ragnhild estaba sana. Lloraba y se lo tragaba todo, batia los brazos y las piernas, dormia como correspondia y no le pasaba nada malo.
Pero los bebes sanos tambien podian morir. Repentina e inexplicablemente.
Necesitaba ayuda, penso Inger Johanne cogiendo una carpeta de anillas. «Hay personas que se vuelven locas por falta de sueno. No fumo, casi no bebo. Me tengo que controlar. No se va a morir. No me la voy a encontrar fofa y sin vida en la cama; usa chupete y duerme de espaldas. Como dicen que tiene que ser.»
Yngvar se habia rendido. No la invitaba a ir con el cuando se acostaba. De vez en cuando se levantaba por la noche. Se quedaba un rato con ella en el sofa, bostezaba y se volvia a acostar.
Algo andaba mal, penso Inger Johanne, y agarro la carpeta de anillas. «No es Ragnhild. A ella no le pasa nada. Pero algo no encaja. Alguien nos esta enganando. Este tipo de casualidades no existe. Es demasiado parecido, demasiado coincidente.»
Hojeo sin ningun interes la carpeta de anillas con las anotaciones sobre los tres casos. Las hojas de separacion eran rojas. Arranco con decision las hojas sobre Fiona Helle. Despues se arrepintio e intento volver a meterlas. No era posible. Los agujeros se habian desgarrado. Fue a buscar cinta adhesiva a un cajon de la cocina. Con resolucion empezo a reparar los destrozos, antes de lanzar el celo al suelo y llevarse las manos a la cara.
«No aguanto mas. Hay alguien ahi fuera.»
– Controlate -se dijo entre dientes-. Sobreponte, Inger Johanne Vik.
Y la voz de el:
– Estoy de acuerdo.
Yngvar se habia vuelto a levantar. Se dirigio a la cocina sin decir nada mas. Empezo a oler a cafe e Inger Johanne cerro los ojos. Yngvar se podia quedar despierto vigilando. Si pudiera tener a Ragnhild en la cama seria capaz de dormir. Pero la nina podria morirse si la dejaban dormir con ellos. Eso escribian los investigadores, en todas las revistas que estaban sobre la mesilla, publicaciones medicas periodicas y semanarios para padres preocupados. Ragnhild tenia que dormir sola e Inger Johanne se tenia que quedar despierta vigilando, porque habia alguien ahi fuera que les deseaba mal.
Se durmio.
– ?Estaba durmiendo!
Pego un respingo cuando el intento arroparla con una manta.
– Sigue asi -susurro Yngvar.
– No. Ya estoy despierta.
– Necesitas ayuda.
– No.
– El riesgo de muerte subita no es… -intento decir el.
– ?No digas esa palabra!
– El riesgo no desaparecera del todo hasta que Ragnhild cumpla dos anos. -Se sento con aire pensativo junto a ella. Solo habia una taza de cafe sobre la mesa del salon, y la aparto cuando ella la quiso coger-. ?Y te digo que no puedes pasarte los proximos dos anos sin dormir!
– He encontrado algo -dijo ella.
– Pues manana me encantaria que me lo contaras -dijo acariciandose la cabeza, todavia no se habia acostumbrado al peinado-. Cuando las ninas se hayan acostado y aun quede un resto decente de lo que se puede llamar dia.
Ella cogio la taza. El meneo la cabeza y se volvio a recostar en el sofa con resignacion. Ella bebio. El cerro los ojos.
– Esta serie de asesinatos se parece absurdamente a algo -empezo ella, vacilante, tentativamente-, a algo que he…
El sofa estaba lleno de Yngvar. Estaba tumbado con los brazos apoyados sobre los cojines y con las piernas separadas. La cabeza cayo hacia atras y se le quedo la boca abierta, como si estuviera durmiendo profundamente.
– No hagas el payaso -dijo ella-. Se que estas despierto.
Se le abrieron los ojos. Miro al techo, seguia en silencio.
– Una conferencia -dijo Inger Johanne rapidamente, y bebio mas cafe.
– ?Como?
– Me hablaron de estos asesinatos en una conferencia. Hace trece anos.
El se incorporo entre los cojines.
– Te hablaron de estos asesinatos hace trece anos -repitio el sin tono en la voz-. Esta bien.
– No de los mismos asesinatos, claro.
– Hasta ahi lo entiendo.
Ahora la voz estaba completamente despierta.
– Sino de unos que se les parecen -aclaro ella, como si fuese necesario.
– ?Podrias devolverme mi taza, carino?
El sonrio tranquilizadoramente, como si ella no estuviera en sus cabales y tuviera que ser anclada a la realidad mediante alguna accion concreta y cotidiana. Inger Johanne se levanto asiendo la taza con las dos manos.
– Ayer estuve en casa de Line -dijo-. Nuestro ordenador es…
– Ya lo se -la interrumpio el-. Ya te he prometido que lo vamos a arreglar. Uno de los chicos del trabajo…, solo que tienen…
– Hice una especie de sentimental journey, se podria decir. Solo que no era muy sentimental, en realidad.
La frente habia adquirido tres marcadas arrugas cuando se inclino hacia delante.
– ?Que quieres decir, Inger Johanne?
– Hace tiempo que tengo la impresion de que en este caso hay algo conocido. En los asesinatos de Fiona Helle, Vibeke Heinerback y Vegard Krogh. Solo que no conseguia apresarlo. La idea, quiero decir. El recuerdo. Pero tenia que haber algo que…
Acerco la cara al cafe. El vapor se le adhirio al rostro.
– ?Algo como que?
– Tenia que ser algo que supiera de cuando estuve en Washington. O Quantico. Resultaba tan remoto. Tan… olvidado y guardado. Y tenia razon. No me hizo falta buscar mucho rato. Al ver la foto de…, solo con la foto de…, olvidalo.
Se coloco el pelo detras de la oreja, y no queria soltar el calor de la taza de cafe. Ahora se aferraba de nuevo a ella con ambas manos y le dio la espalda a Yngvar.
– Amor mio -dijo el, levantandose.
– Sientate.
– Esta bien -dijo el docilmente.
– No me hizo falta mas que mirar la foto de la Academy -dijo tan bajo que a el le costo captar las palabras-.