animarla.
– Venga -dijo fingiendo una despejada cordialidad.
– ?Completamente seguro? -dijo ella interrogativamente, y cogio la taza recien servida sin sentarse.
– Seguro.
La sonrisa seguia sin llegar a los ojos.
– Esta bien -dijo ella lentamente-. El segundo caso era un asesinato de provincias en California. O…, si, California. Un politico local murio ahogado en citas de la Biblia, literalmente. Clavado a la pared con la boca llena de papel mojado. Arrancadas de la propia Biblia del pobre desgraciado.
La mirada de Inger Johanne vago por la habitacion, como si necesitara aferrarse a lo seguro y lo cotidiano antes de avanzar en el relato. La oscuridad se cerraba en torno a la casa como una capa de aislamiento; habia un silencio tal que a Yngvar le daba la impresion de poder oir sus propios pensamientos. Daban tumbos por su cabeza, aturdidos y desestructurados. ?Que era esto? ?Que historia absurda le estaba contando? ?Que relacion podia haber entre tres asesinatos cometidos en Noruega en el 2004 y una conferencia, escondida y olvidada, sostenida en Estados Unidos hacia trece anos?
En aquella ocasion, la Biblia. Ahora el Coran.
– ?Por que lo mataron? -Eso fue lo unico que se le ocurrio preguntar.
– Un pastor que tenia sus propios feligreses, algo retorcidos, opinaba que el concejal merecia morir porque potenciaba un racismo poco cristiano. Consiguio que uno de los feligreses llevara a cabo el asesinato. Un tontorron. Se paso todo el juicio sonriendo como un bendito, contaba…, eso nos dijeron.
Racismo, penso Yngvar.
Vibeke Heinerback no era racista. Vibeke Heinerback era una politica financiera. Durante la investigacion apenas habian rozado ese tema. Habian estado buscando motivos en la politica, en los impopulares recortes de presupuesto y en las brutales luchas de poder. El racismo se descarto rapidamente como posible motivo, a pesar del Coran. La joven lider del partido solia evitar el tema, y tenia la pericia suficiente como para responder con generalidades poco peligrosas cuando los periodistas que no se dejaban comer por la charlataneria sobre los gastos que producia la inmigracion y la problematica de los recursos la ponian entre la espada y la pared.
– Pero Vibeke Heinerback tenia algun que otro companero de partido -dijo Yngvar, vacilante- al que dificilmente se le puede acusar de tratar muy bien a los inmigrantes. -No habia tocado el cafe. Ahora se inclino sobre la mesa. Le temblaba la mano-. Han sido dos casos -dijo sin tocar la taza-. Has dicho que os hablaron de cinco.
– Mataron a un periodista a golpes -dijo Inger Johanne-. Habia destapado un caso sobre corrupcion economica en una compania de la costa Este, no recuerdo bien de que se trataba. Pero la historia le costo la vida.
– Pero ?no lo mataron con un… boligrafo?
– No. -Ella sonrio palidamente-. Una maquina de escribir. Una Remington, una enorme y anticuada…
Yngvar ya no la estaba escuchando.
Una maquina de escribir en la cabeza, penso. Un boligrafo en el ojo. Dos periodistas, entonces y ahora, asesinados con su herramienta de trabajo. Dos politicos, en aquella ocasion y en esta, crucificados y humillados con textos religiosos. Dos lenguas. Dos supuestos mentirosos.
– Me cago en la madre que los pario -susurro.
Inger Johanne recogio una muneca de trapo rojo del estante junto al televisor. Le faltaba un brazo. Tenia la cara de un gris sucio y el pelo rojo estaba tan descolorido como el vestido, casi rosa tras incontables visitas a la lavadora.
– Asi que esto es lo que contaron una calurosa noche de principios de verano hace muchos anos -dijo ella calladamente mientras acariciaba las piernas, absurdamente largas, de la muneca-. En si mismos no son suficientemente interesantes. Las cronicas criminales estadounidenses estan llenas de historias mucho mas espectaculares que estas. -De pronto lanzo la muneca a la caja de los juguetes-. Lo interesante para nosotros es que alguien en este pais lo esta poniendo de nuevo en escena. No tenemos que enterrarnos en el pasado, sino concentrarnos en… Fiona Helle, Vibeke Heinerback y Vegard Krogh. En el dia de hoy. En nuestros propios crimenes. ?No es verdad?
El deseaba asentir. Lo que mas deseaba era sonreir y estar de acuerdo. La historia ya era lo suficientemente util tal y como la habia presentado; a grandes rasgos y sin precision. Con eso tendria que bastar.
Los dos sabian que era imposible.
Ella le habia dado una historia importante, y al mismo tiempo habia metido una cuna entre ellos. Durante los dias siguientes iba a tener que remover cielo y tierra para desenterrar hasta el ultimo detalle de los casos. Tendria que poner en movimiento los organismos internacionales. Necesitaban los informes, las actas de los juicios, los interrogatorios policiales. Necesitaban nombres y fechas.
Necesitaban la ayuda de Warren.
– Creo -dijo, y vacilo un momento antes de proseguir-. Creo que por hoy lo vamos a dejar. Manana sera un largo dia.
– Lo se -dijo ella, y se sento en cuclillas. Jack se habia despertado y se restregaba contra ella-. Ahora ninguno de los dos da mucho de si. Acuestate, anda.
– Ven conmigo.
– No merece la pena, Yngvar. Acuestate.
– No sin ti.
– Yo no quiero. No puedo -gimoteo ella.
– ?Tienes hambre? -inquirio el.
– Se que vas a hablar con Warren. Comprendo que tienes que hacerlo -admitio Inger Johanne.
– ?Quieres que haga una tortilla? -respondio Yngvar.
– Te pareces a mama. Crees que la comida resuelve todos los problemas. -Luego hundio la cara en el fuerte y calido olor a perro sucio y murmuro-: No me trates como si fuese tonta, Yngvar.
Se volvio a ver en un apuro para decir algo.
– ?Tu crees…?
– Obviamente entiendo lo que tienes que hacer con la informacion que te he dado -continuo ella-. No es que quiera que me des las gracias por haberme hundido en un pasado que quisiera olvidar, pero lo menos que puedo exigir es algo de respeto. Hacer como si todo estuviera bien, como si me hubiera limitado a entretenerte con una historia de buenas noches, me parece… un poco punetero.
Levanto al perro y escondio la cara en su pelambre.
«Deberiamos ser felices -penso el-. Deberiamos estar encantados con Ragnhild. Con los progresos de Kristiane. El uno con el otro. Estamos bien, nosotros dos. Los cuatro. Aquella manana, hace un mes, cuando Kristiane creia que habiamos tenido un heredero a la corona. ?No estaba yo satisfecho? ?Feliz? La cria estaba sana. Tu estabas un poco preocupada y muy contenta. Quiero echar el calendario hacia atras y olvidar esto extrano y secreto que genera distancia entre nosotros. Tu mirada era beligerante y ahora estas desapareciendo de mi.»
– Mantenme fuera del asunto -dijo Inger Johanne-. Haz lo que tengas que hacer, pero dejame fuera. ?Vale?
El asintio con la cabeza. Jack agitaba las piernas y queria bajar.
– No le gusta que lo lleven en brazos -dijo Yngvar.
– ?Mats Bohus esta descartado?
– ?Como?
– ?Es cien por cien seguro que Mats Bohus no puede ser responsable de todos los asesinatos?
– Si.
– ?Que puede ser entonces? -dijo Inger Johanne sentandose en el otro sofa.
– Quieres decir quien -dijo el sin tono en la voz.
– No se…, tanto quien como que.
– No puedo con esto -dijo el.
– ?Con que?