de la bandera. El rojo simboliza el valor y la fuerza. El blanco: la pureza, la luz, la verdad y la paz.
– Es obvio que les parecen mas importantes el valor y la fuerza que la verdad y la paz -dijo Yngvar-. Puesto que hay mas rayas rojas que blancas, quiero decir.
Inger Johanne no tenia fuerzas para sonreir.
– Asi es tambien la Star Spangled Banner -dijo-. Las rojas son una mas que las blancas. El ribete de picos en torno al emblema simboliza los grandes retos a los que se enfrenta el FBI, y tambien la fuerza de la organizacion.
Ragnhild agitaba las piernas y pataleaba. Las figuras de madera entrechocaban. Yngvar se rasco el cuello y murmuro:
– Imponente. Pero no se exactamente adonde quieres llegar.
– ?Ves estas dos ramas? -Paso la una por las dos lineas de hojas que discurrian a ambos lados del escudo rojo y blanco del interior-. Laurel. Con una lupa podrias contar exactamente sesenta y cuatro hojas. Tantas como estados habia en el pais en 1908, cuando fue fundado el FBI.
– Sigo muy impresionado -dijo Yngvar-. Pero…
– Ahora mira esto.
Inger Johanne sostuvo la pagina del periodico con la fotografia de Wencke Bencke bajo la lampara.
– Miro, miro…
– El broche. El laurel. ?Lo ves?
– No es laurel.
El entrecerro los ojos.
– No -dijo ella.
– Son… ?Plumas?
– Si.
– Plumas en vez de laurel. ?Por que?
– Son plumas de aguila -dijo ella.
– Plumas de aguila…
– ?Quien usa plumas de aguila? -pregunto Inger Johanne.
– Los indios.
– Los jefes indios.
– Los jefes indios -repitio el docilmente y sin comprender nada.
Inger Johanne levanto cuidadosamente a Ragnhild y se la coloco sobre el hombro. Olia el aroma a jabon y la peste de la caca. Una mancha marron se estaba extendiendo por el muslo del pantalon de la cria. La abrazo contra su cuerpo.
– The Chief -dijo ella-. Warren Scifford. Una panda de estudiantes se hizo estos broches. Cien ejemplares. Se monto un verdadero infierno cuando lo descubrieron. No se juega con la heraldica del FBI. Con el tiempo los broches fueron adquiriendo bastante valor. La gente los llevaba en la parte de dentro de la solapa. Como un carne de socio, como un signo de estar dentro. Ser uno de los discipulos de Warren. A el… le encantaba, claro. No queria saber nada del asunto, pero… le encantaba.
– Asi que esto significa que…
– Significa que Wencke Bencke de algun modo u otro conoce a Warren. Ha oido hablar de el, lo ha escuchado o ha hablado con alguien que lo conoce.
– Que a su vez significa que…
– Que desea que la veamos -dijo Inger Johanne.
– ?Como?
– Nos esta invitando. Retando. Se presenta en la tele, tras doce anos de silencio. Deja que le hagan fotografias. Habla. Mata a un vecino y llama a la policia. No quiere esconderse. Se escondio durante muchos anos y termino por serle insoportable. Quiere volver a la luz de los focos, no salir de ella. Y lleva esta marca con la esperanza de que la veamos. Nosotros. Con la esperanza de que la comprendamos. Esta jugando con nosotros.
– ?Con nosotros? ?Nosotros dos?
Inger Johanne no respondio. Hizo una mueca hacia el olor, que era cada vez mas fuerte, y se dirigio al bano. El la siguio.
– ?Que quieres decir? -pregunto Yngvar en voz baja.
Ella seguia sin querer contestar. Dejo el agua correr y se inclino para coger un trapo, con una mano sobre la tripa de Ragnhild, que estaba tumbada sobre la mesita de aseo.
– ?No habia desaparecido un libro? -pregunto ella.
– ?Un libro?
– No te tapes la nariz, Yngvar. Esto de aqui es tu hija. -Dejo correr el agua sobre el culito de Ragnhild y continuo-: En casa de Trond Arnesen. Echaba en falta un libro. Y un reloj. El reloj volvio a aparecer. Pero ?han encontrado el libro? Pasame la pomada.
El se puso a rebuscar en la cesta junto al lavabo.
– Habia un libro -dijo el despacio, y se detuvo, en una mano tenia un tubo de pomada de zinc y en la otra un panal-. Es verdad. Me preocupe un poco por el reloj durante un tiempo. Me olvide del libro. Completamente. Sobre todo cuando Trond encontro el puto reloj. Lo del libro no parecia tener ninguna importancia. Era una novela policiaca, creo, un libro que Trond decia que habia estado sobre la mesilla, pero…
– Wencke Bencke -dijo ella-. La ultima novela de Bencke.
Las manos eran anormalmente rapidas, casi bruscas, cuando metio el panal debajo del culete del bebe y pego las tiras.
– Fue su primer asesinato -dijo con la misma rapidez-. Tenia cuidado. Vibeke Heinerback vivia en un lugar apartado y esa noche estaba sola, cosa que podia saber cualquiera que mirara su pagina web. Un asesinato sin peligro. Casi carente de riesgo, si se sabe lo que se hace. Wencke Bencke sabe lo que se hace. Asi que cogio el libro. Lo firmo, Yngvar, pero nadie se dio cuenta. Nadie comprendio lo que significaba. Y la siguiente vez…
El body del bebe se resistia. Inger Johanne no conseguia meter el brazo izquierdo y Ragnhild se puso a llorar.
– Dejame -dijo Yngvar, y cogio el relevo.
Inger Johanne se sento sobre la tapa del vater con los codos apoyados sobre las rodillas y la cara entre las manos.
– La siguiente vez fue mas lejos. Se acerco mas.
Ahora daba la impresion de que a Inger Johanne le asustaba su propio razonamiento. Habia bajado la voz y hablaba mas despacio. Se enderezo, se mordisqueo el pulgar. Yngvar le puso un pijama limpio a Ragnhild, que hizo gorgoritos cuando la tumbo boca abajo sobre su brazo y la estrujo contra el cuerpo.
– La segunda vez -dijo Inger Johanne sin hacer senal de quererse levantar-. La segunda vez eligio a Vegard Krogh. Lo despreciaba. Estaba furiosa con el, probablemente. Llevaba anos insultandola, ridiculizando todo lo que ella representaba. Wencke Bencke sabia que… -se pego una palmada en la frente- la bufona campana de Vegard Krogh… seria un diminuto dedo acusador en su direccion. No demasiado evidente. Desde luego que no. El tenia muchos enemigos. Pero de todos modos…
Por fin se levanto. Una sonrisa fugaz le cruzo la cara cuan-do beso la cabeza de la nina.
– Despues dio el paso hasta el final. Mato al vecino, llamo a la policia. La involucraron en la investigacion. Esta iluminada por todos los focos, Yngvar. Esta en medio del resplandor. En el centro del cono de la luz del foco, y lo esta disfrutando. Nos esta sacando la lengua, y sabe que ha ganado.
– ?Ganado? ?Como que ha ganado? Ahora ya sabemos que…
Ella se puso el dedo indice sobre la boca haciendolo callar. Despues paso con cuidado la mano sobre la nuca de Ragnhild.
– Esta dormida -susurro-. Acuestala, por favor.
Inger Johanne se dirigio al salon. Del armario del rincon saco una botella de vino. La abrio. Agarro la copa mas bella que tenia, un caliz de cristal fino procedente de la casa de verano de sus abuelos. Hacia muchos anos tenia cuatro, grandes copas con finos grabados y ribeteados con pan de oro. Tres de ellas se habian roto. La que quedaba no se usaba nunca. Una vez al mes, mas o menos, la sacaba. Le quitaba el polvo, miraba el dibujo bajo la luz de la lampara del techo. Le recordaba a los largos veranos y los banos en agua salada, al abuelo materno