– Curioso broche el que lleva -dijo el despacio.
– ?Este? -Ella se acaricio el pecho, sin bajar la vista-. Lo compre en una tienda de segunda mano en Nueva York.
– Tiene una historia bastante especial -dijo el.
– Si -asintio ella-. Por eso lo compre.
– Asi que conoce… Sabe por que el laurel ha sido sustituido por…
– ?Plumas de aguila? ?
Su risa era suave y oscura. El murmullo de voces en la habitacion se habia mitigado, era como si la conversacion fascinara a algunos otros ademas de a los implicados.
– The Chief -refuto Yngvar-. ?Lo conoce?
– ?Warren Scifford? No. Seria una exageracion. Obviamente se mucho de el, Probablemente he leido todo lo que ha escrito. Una vez tuve el placer de verlo en persona. En Saint Olaf’s College. En Minesota. Asisti a un ciclo de conferencias. Seguro que el no me recuerda. Pero es imposible olvidar a Warren Scifford. -Por fin se miro la solapa de la chaqueta. Se acaricio el broche con un dedo rechoncho-. Preguntele a su mujer -dijo con ligereza, sin alzar la mirada-. Warren es un hombre al que nunca se olvida.
A Yngvar empezo a darle vueltas todo. Sentia la cabeza ligera, se llevo la mano al cuello e intento tragar saliva.
– Pero… ?conoce…?
Ella miro al techo, como si estuviera saboreando la palabra.
– No. -Despues se inclino hacia el. Tenia la cabeza solo a un palmo de la de el-. ?Que esta haciendo aqui, Stubo? En realidad, quiero decir.
Habia un silencio desagradable. Solo la charla de la maquilladora salia del cuarto contiguo y flotaba como una suave nana en la habitacion. Ella tenia ahora los ojos mas oscuros, casi negros, tras los claros cristales de las gafas. Tenia una mancha en el iris, se fijo el; una mancha blanca que se comia parte del ojo izquierdo, Yngvar no era capaz de ver nada mas que el defecto blanquecino del ojo de Wencke Bencke, que lo miraba fijamente.
– Casi vamos a tener que entrar -susurro una mujer que llevaba unos grandes auriculares y una escaleta bajo el brazo-. ?Enseguida empezamos!
Wencke Bencke se enderezo, se aparto el flequillo de la frente, este volvio a caer.
– ?Vienes? -pregunto la regidora, que la toco en el brazo.
– En Saint Olaf's hay muchos noruegos -dijo Wencke Bencke sin hacer gesto de querer irse-. Y descendientes de noruegos. Quiza por eso…
– Disculpa, pero es que casi tenemos que…
La ayudante de direccion poso la mano sobre su brazo. Wencke Bencke dio tres pasos tranquilos, hacia atras.
– Quiza por eso Warren siempre finaliza sus conferencias diciendo…
– Ven -dijo la mujer con los auriculares, ahora ya visiblemente irritada.
– … que Inger Johanne Vik es la mejor profiler que nunca haya conocido. O quizas es que sencillamente es verdad.
Despues desaparecio hacia el estudio. Las pesadas puertas de acero se cerraron lentamente detras de ella.
– ?Va todo bien? -pregunto el mas joven de los policias, parecia preocupado y le ofrecio un vaso de agua-. Inspector, ?va todo…?
Pero el inspector miraba fijamente el monitor. Estaba sonando la sintonia del programa; una liebre y una tortuga danzaban por un laberinto psicodelico obligando a Yngvar a apoyarse sobre el respaldo de la silla. El presentador entro y recibio un ensordecedor aplauso de un publico bien instruido.
Wencke Bencke se sento.
Llevaba un traje chaqueta rojo oscuro.
El presentador se rio de algo que dijo ella. Yngvar no estaba prestando atencion. Miraba fijamente un pequeno broche, casi invisible en la imagen. Solo de vez en cuando el metal relumbraba bajo la luz del estudio, cuando la escritora se movia; cuando se echaba para delante, hacia el presentador. Eran intimos ante un millon de espectadores, Yngvar no oyo nada hasta que el rubio presentador pregunto:
– ?Que has estado haciendo alli abajo? En la Riviera en medio del invierno, quiero decir.
– He estado escribiendo -dijo ella-. Estoy escribiendo una novela sobre una escritora de novelas policiacas que empieza a matar porque se aburre.
Todos se rieron. Reian en el estudio; se sentia una vibracion, un temblor en el suelo. Reian en la pequena habitacion en la que se hallaba Yngvar, rieron largo y tendido, y el presentador fue quien rio mas y durante mas tiempo.
– Porque podras decir lo que quieras -dijo Wencke Bencke cuando finalmente se calmaron, puso la mano suave y maternalmente sobre el muslo del hombre-, pero si hay alguien que lo sepa todo sobre el matar, somos nosotros. Por no decir… -Sonrio de oreja a oreja y agrego-: ?Sabemos como salir impunes!
– Joder, Yngvar. Menuda historia.
En una casa en la calle Sag, justo detras de los antiguos telares junto al rio Aker, el fuego ardia alegremente en una estufa de ladrillo. Era ya de madrugada. Yngvar estaba recostado en un sillon orejero. Cuando cerraba los ojos, oia el salto de agua junto al molino, donde el rio caia alborotando y crecido por la primavera, en direccion al fiordo que estaba a algunos kilometros de distancia hacia el sur. La oscuridad al otro lado de la ventana era compacta debido a la lluvia. Dentro hacia frio, casi se quedo dormido.
Yngvar habia contado la historia que no habia que contar.
– Si -dijo-. Es todo un relato.
El otro hombre se levanto y trajo dos copas de la cocina. Yngvar oyo el tintinear de los cubitos de hielo.
– Toma -dijo Bjorn Busk pasandole un solido whisky antes de echarle otro tronco al fuego y sentarse en la otra silla-. ?Esta Inger Johanne sola en casa?
– No. Esta noche se quedaba a dormir en casa de sus padres. Pero solo esta noche. Se le ha metido en la cabeza que Wencke Bencke sabe donde estamos en todo momento. Por eso no quiere dormir bajo el mismo techo que las ninas. En su caso, esa mujer iria por nosotros dos. No por los ninos. Nosotros nos quedamos en casa, Kristiane se va a quedar un tiempo con Isak. La madre de Inger Johanne se encarga de Ragnhild. Por la noche, vamos. Los dioses sabran cuanto tiempo podremos continuar asi.
Bjorn Busk apoyo los pies sobre un puf y le dio un sorbo a la copa.
– Estas realmente convencido -dijo pensativo.
– ?De que va por nosotros? No. Pero estoy cien por cien seguro de que mato a Vibeke Heinerback, Vegard Krogh y Havard Stefansen. Y la verdad es que nunca antes… -se interrumpio a si mismo y se quedo estudiando el juego del liquido dorado- lo habia dicho -completo-. Estoy totalmente seguro con respecto a su culpabilidad, quiero decir. Es un caso despojado de cualquier prueba tecnica, de todos modos.
– Esta bien que lo digas tu mismo -sonrio Bjorn Busk-. Porque, por lo que puedo entender, no hay nada siquiera cercano a razones de peso para la sospecha.
– Que es el motivo por el que acudo a ti en medio de la noche. Sin previo aviso.
– No pasa nada. Desde que Sara se mudo…
– Lo siento, Bjorn. Tendria que haber hablado contigo cuando me entere. Tendria que…
– Olvidalo. Asi es la vida. Tenemos muchas cosas que atender. Estamos muy atareados. Tenemos bastante con nuestras propias vidas como para implicarnos en los problemas de los demas. Yo estoy bien, Yngvar. En algun sentido…, lo he superado. Y aprecio mucho que hayas venido esta noche.
Bjorn Busk sonrio y dejo la copa sobre una pequena mesa que habia entre ellos. Era un hombre de la edad de Yngvar y de gran tamano. Eran amigos desde que, con el pelo igual de rapado y con sus carteras azules colgando de sus estrechos hombros, habian entrado en su primera aula en 1962.
– Se puede decir -dijo pensativo- que nuestro procedimiento judicial tiene poco hueco para los asesinatos en los que se carece de movil. Cuando el resto de las pistas son pocas, o vagas, nos basamos en el movil. Nunca antes lo habia visto exactamente asi, pero… -bebio, con el ceno muy fruncido-, puesto que se protege a los ciudadanos de la intromision arbitraria de las autoridades, imponiendo ciertos requisitos al grado de sospecha antes de permitir investigaciones efectivas…