– Te estas poniendo muy juridico, Bjorn. El caso es que si no encontramos un movil, nos tenemos que quedar con los putos brazos cruzados. A no ser que se pille al asesino con la sangre en el cuchillo, los pantalones bajados o con tres testigos con camara.

– Quizas estes exagerando un poco en el modo de expresarlo. Pero eso era mas o menos lo que queria decir.

– Exactamente eso.

Se rieron un poco. Se quedaron en silencio.

– En realidad me estas pidiendo que haga algo ilegal -dijo Bjorn.

Yngvar abrio la boca para protestar.

«Ilegal no. Solo te estoy pidiendo que aflojes un poco las riendas. Que hagas la vista gorda. Que corras un riesgo, nada mas; en nombre de la justicia», penso.

– Si -dijo en su lugar-. Supongo que eso es lo que estoy haciendo.

– No se cumplen las condiciones para hacer una entrega en secreto de los extractos. Para nada. Ni para entregarlo de ninguna manera, para ser mas precisos.

– Sin una orden no tengo la menor posibilidad de mirar su cuenta -dijo Yngvar, notaba como le ardian las mejillas con el calor del alcohol-. Y sin mirar su cuenta no tengo la menor oportunidad de averiguar donde estaba cuando tuvieron lugar los asesinatos.

– ?No podrias simplemente preguntarle a ella?

Bjorn lo miro por encima de las gafas.

– ?Preguntarle a ella?… ?Ja!

– Si te permite estudiar su cuenta, quiero decir. No donde estaba. Tal y como la describes, no me sorprenderia que te dijera que si. Tu relato trata sobre una mujer que quiere que la vean. Que desea mostrarse ante ti en breves momentos, desde donde no la puedas alcanzar, pero de todos modos… ahi. Presente. Como un elfo del bosque. Con haber visto uno, se puede jurar que existen. Pero nunca se puede demostrar.

La madera crepito en el hogar. De vez en cuando las llamas se hinchaban en lenguas azuladas y amarillas. Un leve aroma a alquitran se mezclaba con el olor del fuerte whisky de malta; brea y corteza quemada. Bjorn cogio un pequeno cofre de madera de un estante y abrio la tapa.

– Coge uno -dijo, Yngvar sintio que se le humedecian los ojos.

– Gracias -dijo-. Muchas gracias.

Prepararon los puros en silencio. Yngvar los encendio con una cerilla basta y tuvo que contener un suspiro de somnoliento bienestar.

– Lo que tienes que saber de Wencke Bencke -dijo, echando un aro de humo hacia el cielo- es que ha pensado en todo. No se si habra nada que cosechar en un extracto de su cuenta. Lo mas probable es que no. Todo indica que esto tambien lo ha previsto. Es aguda y buena en su oficio. Seria inconcebible que no hubiera cubierto sus huellas, tambien las electronicas. Pero si no lo hubiera hecho…

Se metio el puro en la boca. El fino tabaco seco se le pegaba a los labios. El humo era suave y casi resultaba fresco en la garganta.

– Si contra todo pronostico se le hubiera escapado un punto tan central, seria que no se le ha escapado.

Se rio un poco y se quedo mirando el grueso puro afeitado.

– Entonces seria parte del juego. Esta tan segura, tan benditamente convencida de que nunca vamos a encontrar nada que justifique una orden de arresto, que se siente protegida. Sabe que no lo vamos a poder comprobar sin su permiso. O sin una orden justificada por razones de peso para la sospecha. Nosotros no tenemos ninguna de las dos cosas. Y ella lo sabe.

Bjorn le acerco un cenicero.

– Necesito esa orden -dijo Yngvar, y golpeo el puro contra el canto-. Se que te estoy pidiendo muchisimo. Pero tienes que entender que…

El viento habia cambiado. Ahora soplaba del oeste. La lluvia habia pasado a violentos chaparrones. Un rayo brillo azulado en el jardin. Por un momento se pudieron ver los arboles desnudos; nitidos, pero con sombras planas, como en una fotografia malograda. El estruendo llego un segundo despues.

– Una tormenta ahora -murmuro Bjorn-. Un poco pronto, ?no? ?Y con este frio?

– Tu eres juez -dijo Yngvar dandole una calada al puro-. Has estado en el aparato judicial… ?Cuanto tiempo?

– Dieciocho anos. Mas dos de abogado. Veinte anos.

– Veinte anos. ?Alguna vez, a lo largo de estos veinte anos, te has topado con… maldad? No me refiero a la rabia determinada por la situacion, al oportunismo determinado materialmente. No me refiero ni a debilidad ni a colapso del caracter ni a egoismo. Me refiero a verdadera y autentica maldad. ?Alguna vez has visto algo asi?

– ?Es que eso existe?

– Si.

Bebieron en silencio. El humo se extendia bajo el techo como una agradable manta de agradable aroma.

– ?Tienes a alguien que presente la peticion?

– ?Para que se tiene a los jovenes abogados faciles de manipular…?

Sonrieron sin mirarse.

– Asegurate de que llegue al juzgado el miercoles -dijo Bjorn Busk-. Ni antes ni despues. En ese caso por lo menos hay alguna probabilidad de que acabe sobre mi mesa. Pero no puedo prometerte nada.

– Gracias -dijo Yngvar haciendo gesto de querer marcharse.

– Quedate -dijo Bjorn-. Quedate un rato, ?no? Nos queda bebida en la copa y la caja de puros esta llena.

Los dedos martillearon contra la tapa. Yngvar se recosto de nuevo en el sillon. Puso las piernas sobre el puf.

– Ya que insistes -dijo cerrando los ojos-. Si te atreves a tenerme aqui…

– Esta lloviendo a cantaros -dijo Bjorn Busk-. Esta casa no va a arder esta noche.

Capitulo 17

Le producia cierta satisfaccion que tuvieran miedo.

Habia visto su angustia, aunque ya no se tomaba la molestia de comprobarlo con la misma frecuencia que antes. Cada noche a eso de las siete, metian a la pequena en el coche y conducian un par de kilometros hasta la casa en la que crecio Inger Johanne. La nina rara, la que siempre iba cargando con un cochecito de bomberos para el que ya hacia mucho que era mayor, vivia con su padre. Iba con frecuencia de visita a la calle Hauge, pero, por lo que Wencke Bencke podia entender, nunca dormia ahi.

No tenia mucha importancia.

Las cosas habian cambiado.

Todo.

Era domingo 21 de marzo y ella estaba ordenando su piso. Los ultimos tiempos habian sido muy ajetreados. No solo trabajaba duro con el manuscrito, sino que tambien las entrevistas y las apariciones en television le llevaban tiempo. Los ultimos dias apenas habia pasado por casa mas que para cambiarse la ropa, que ahora estaba tirada por las sillas del salon y por el suelo del dormitorio.

Habian vuelto a aparecer viejos amigos. No es que con el tiempo se hubieran vuelto mas interesantes, pero por lo menos habian cambiado de actitud. En realidad no tenia la menor importancia. Ella se encogia de hombros ante todos aquellos que de nuevo llamaban a la puerta, alentados por la atencion que ahora recibia Wencke Bencke.

Lo importante era que por fin la tomaban en serio. Era una experta. No en ficcion, sino en la realidad. Ya no era la encarnacion del concepto de comercialidad y ligereza, la marca de identidad de una cultura en decadencia. Ahora se habia convertido en una esceptica, una fuerza de resistencia; una contertulia critica con la autoridad, instruida y elegante en el uso del lenguaje.

Estaba casi irreconocible. Incluso para ella misma.

En el cuarto de bano se detuvo y se miro al espejo. Parecia mayor que antes. Debia de ser por la perdida de peso. Las arrugas ya no solo se abrian formando flechas desde los ojos, sino que recorrian tambien sus pomulos,

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