color abstracta que se apreciaba en la esquina superior derecha.
– Tengo que… ?Todas estas cosas maravillosas las ha hecho usted?
Aksel Seier se quedo mirandola. Lentamente se llevo la lata de cerveza a la boca. Bebio y se seco con la manga.
– ?Que has dicho?
– ?Usted ha…?
– Al llegar. Has dicho algo de que yo…
– Tengo motivos para creer que le condenaron aunque era inocente.
Ella poso en el los ojos, intentando decir algo mas. El retrocedio un paso, como si la luz del sol procedente de la ventana lo intimidara. Asintio levemente con la cabeza, y el flequillo, pesado y gris, le cayo sobre la frente, tapandole los ojos. Al contemplarlo, ella se arrepintio horriblemente de haber ido a verlo.
No tenia nada que ofrecerle: ni desagravio ni rehabilitacion de su honra ni compensacion por los anos perdidos, tanto dentro como fuera de la carcel. Inger Johanne habia venido desde el otro lado del mar, casi por impulso, sin otra cosa en la maleta que la ferrea conviccion de una anciana y un monton de preguntas sin respuesta. Si era verdad que Aksel Seier habia sido condenado injustamente por el peor de los delitos, por la mas sucia de las agresiones, ?como lo habia marcado esa experiencia? ?Como le habria sentado eso de que alguien, despues de tantos anos, le dijera «Creo que eres inocente»? Inger Johanne no tenia derecho a hacer esto. No habria debido venir.
– Quiero decir… Algunas personas han examinado mas a fondo su caso… Una persona… Ella esta… ?Podriamos sentarnos?
El estaba petrificado. Uno de los brazos le colgaba laxo a un costado, describiendo un movimiento pendular casi imperceptible, al compas del corazon, adelante y atras, adelante y atras. En la mano izquierda sostenia la lata de cerveza, que parecia a punto de caerse. Seguia escondido tras su flequillo grasiento. Sus ojos destellaban con expresion impenetrable.
– Creo que seria mejor que nos sentaramos, senor Seier.
Emitio un ruido gutural, un carraspeo involuntario, como si en realidad quisiera tragar, pero se le hubiera atascado algo en la garganta. Primero ella creyo que estaba intentando contener el llanto. Pero luego el volvio a hacer el mismo ruido, como si tuviera hipo. Con el pulso tremulo, dejo la lata de cerveza sobre la mesa.
– Senor Seier -repitio el con voz aspera-. Hacia muchos anos que nadie me llamaba asi. ?Quien eres tu?
– ?Sabe que? -Ella se aparto con cuidado del escenario de la batalla-. Me gustaria invitarle a comer a un restaurante. Podemos comer algo mientras le explico por que he venido. Creo que tengo muchas cosas que contarle.
«Mentira -penso ella-. No tengo casi nada que contarte. Vengo con mil preguntas cuya respuesta es importante para mi conocer. Para mi y para una anciana que se mantiene con vida a la espera de esas respuestas. Te estoy enganando. Te estoy despistando. Me aprovecho de ti.»
– ?Donde le sirven a uno comida decente en esta ciudad? -le pregunto con desenfado.
– Ven conmigo -dijo el y se dirigio hacia la puerta.
Inger Johanne piso sin querer a un general que crujio suavemente contra el suelo. Levanto el pie desesperada. La figura estaba pulverizada, y pequenos fragmentos azules y amarillos se habian adherido a su zapato.
Aksel Seier se quedo mirandolo, inmovil. Luego la miro a la cara.
– ?Lo crees de verdad? ?Crees en mi
21
La chica nueva se llamaba Sarah. Era tan grande como Emilie, a pesar de que tenia un ano menos. Costaba un poco consolarla, como a papa. Cuando murio mama, Emilie habia deseado consolarlo con toda su alma. Despues del funeral, y cuando la casa ya no estaba llena de gente que pretendia ayudarlos, el no queria llorar delante de ella. Pero ella sabia como se sentia. Lo habia oido por las noches, cuando el creia que dormia y se tapaba la cabeza con la almohada para asegurarse de que ella no lo oia. Emilie queria consolarlo, pero era imposible porque el era un adulto. Era mayor que ella. No habia nada que ella pudiera decir o hacer. Cuando, a pesar de todo, lo intentaba, el le dedicaba una enorme sonrisa, se levantaba de la cama y preparaba unos gofres mientras le hablaba de las vacaciones que se iban a tomar en verano.
Algo parecido pasaba con Sarah. Lloraba y lloraba, pero por lo visto era demasiado mayor para que la consolaran. En realidad Emilie se habia alegrado de que llegara Sarah. Era mucho mejor ser dos, especialmente ser dos chicas, y aun mejor era que Sarah tuviera casi la misma edad que ella. Eso era lo unico que Emilie sabia de Sarah, aparte de su nombre. Cada vez que intentaba hablar con ella, Sarah se echaba a llorar. Balbucia algo sobre una abuela y un autobus. Quiza la abuela fuera conductora de autobus y Sarah creyera que vendria a rescatarlas. Como ella, que de vez en cuando seguia creyendo que mama cuidaba de ella, engalanada con su vestido rojo y sus pendientes de diamantes en forma de ciruela.
Sarah no habia entendido que lo mas inteligente era ser amable con el senor.
Al fin y al cabo les traia comida y bebida, y no hacia mucho que habia aparecido con un caballo para la Barbie. Cuando Emilie sonreia, daba las gracias, era amable y cortes, el senor sonreia tambien. Cuando la miraba, a ella se le figuraba que se animaba, que se ponia mas contento. En cambio, Sarah lo habia mordido. En el momento en que entraron en la habitacion, ella le habia hincado los dientes en el brazo. El habia pegado un chillido y le habia atizado un buen sopapo en la cara a Sarah, que empezo a sangrar justo encima del ojo. Todavia tenia una buena herida con sangre que no acababa de secarse.
– Tienes que ser buena con el senor -le aconsejo Emilie sentandose en la cama junto a ella-. Nos trae comida y regalos. Mas vale ser educada, yo creo que en realidad el es bastante bueno.
– Me peg… peg… me pego -sollozo Sarah, llevandose la mano al ojo-. Dijo que era el nuevo…
Emilie no pudo entender el resto de la frase. Estaba un poco mareada. De nuevo la invadia esa vieja sensacion, ese pensamiento desagradable, nauseabundo, de que no quedaba mas oxigeno en el sotano. Lo mejor seria que se tumbara y cerrara los ojos.
– Dijo que era el nuevo novio de mama -barboto Sarah, ahogada por el llanto.
Emilie no sabia si habia dormido algo. Hizo chascar la lengua varias veces. Le sabia a sueno. Ademas, le pesaban los parpados.
– Mama se ha echado un nuevo novio al que yo iba a conocer ma… mana…
Emilie se incorporo lentamente. Ahora le resultaba mas facil respirar.
– Intenta respirar con tranquilidad -le recomendo. Es lo que mama solia decirle cuando lloraba tanto que le faltaba el aliento para hablar-. Respira tranquilamente. Hacia dentro y hacia fuera. Hay un monton de oxigeno aqui. ?Ves ese respiradero del techo?
Lo senalo y Sarah asintio con la cabeza.
– Por ahi nos manda el aire. El senor, quiero decir. Nos manda un monton de oxigeno aqui al sotano para que podamos respirar aunque no haya ventanas. No tienes por que tener miedo. Si quieres, te presto mi Barbie. ?Tu abuela es conductora de autobus?
Daba la impresion de que Sarah estaba completamente agotada. Tenia la cara palida y cubierta de manchas rojas, y los ojos tan hinchados que estaban casi completamente cerrados.
– La abuela es electricista -dijo, por primera vez sin echarse a llorar.
– Mi madre esta muerta -dijo Emilie.
– Mi madre tiene un novio nuevo -dijo Sarah y se sorbio los mocos.
– ?Es majo?
– No lo se, lo iba a conocer…
– No llores ya mas -le solto Emilie, irritada.
El senor podia estar escuchandolas. Aunque no estuviera alli, tal vez habia puesto microfonos en algun sitio. Emilie lo habia estado pensando, habia visto ese tipo de cosas en las peliculas. Por alguna razon, no se atrevia a comprobarlo. Al principio, cuando acababa de llegar, habia recorrido la habitacion buscando algo, aunque no sabia