con el mando a distancia lo sabia, habia leido, habia estudiado. Sabia lo que iba a hacer la policia cuando descubriera que el estaba ahi fuera, que habia un tipo que raptaba y asesinaba ninos sin un motivo claro. Querian provocarlo.
Se los estaba imaginando. Tenian toda la informacion sobre los ninos en una gran pizarra. Fotos, datos, documentos informaticos impresos. Edad, sexo, pasado. El historial de los padres. Fechas. Estaban buscando conexiones. Alguna pauta. Seguramente le concedian mucha importancia al hecho de que Emilie desapareciera un jueves, Kim un miercoles y Sarah un martes. Ahora creian que empezaban a ver la luz y confiaban en que algo sucederia el lunes. Cuando llegara el momento y el siguiente nino desapareciera en domingo, entrarian en panico. «No hay una pauta -se dirian unos a otros-. ?No sigue una rutina!» La desesperacion los dejaria paralizados y les resultaria insoportable cuando desapareciera otro nino mas.
El hombre se acerco a la ventana. Pronto tendria que irse a trabajar. Primero tendria que bajarle comida a las ninas, y agua. Copos de maiz con agua. Se le habia acabado la leche.
Emilie habia entrado en vereda: se mostraba dulce, alegre y amable, exactamente como el habia esperado. Aunque habia dudado de que valiese la pena llevarsela a ella, ahora se alegraba de haberlo hecho. Obviamente Emilie tenia algo especial. Cuando el hombre se entero de que su madre habia muerto, decidio dejarla tranquila, pero afortunadamente cambio de opinion. Era una chiquilla agradecida. Daba las gracias cortesmente por la comida y se alegro de recibir el caballo, a pesar de que casi no habia dicho nada cuando el le regalo la Barbie. El hombre todavia no sabia muy bien lo que iba a hacer con Emilie, al final, cuando todo hubiera pasado. En realidad no tenia mucha importancia. Habia tiempo de sobra.
Sarah, en cambio, era una pequena bruja.
El habria debido preverlo. La marca del mordisco que ella le habia pegado en el brazo estaba roja e hinchada. El hombre se acaricio con cuidado la piel, irritado por no haber estado mas alerta.
Mientras contemplaba la ladera a traves la ventana, con los ojos entrecerrados ante el intenso sol de la manana, se pregunto por que no habia empezado antes. Se habia conformado con demasiadas cosas durante demasiado tiempo. Habia dado demasiado, soportado demasiado y recibido demasiado poco. Se habia rendido demasiadas veces. Todo empezo cuando tenia cuatro anos. Probablemente antes, pero eso era lo primero que alcanzaba a recordar.
Alguien le habia enviado un regalo. No sabia quien. Su madre lo habia ido a buscar a correos.
Al hombre del mando a distancia le gustaba rememorar el pasado; era importante para el mirar atras. Apago la television y se sirvio otro cafe. En realidad habria debido estar preparando los copos de maiz con agua, pero su memoria era su fuerza motora y habia que atenderla cuando era necesario. Cerro los ojos.
Estaba arrodillado ante la mesa de la cocina, sobre una silla de madera, dibujando. Tenia ante si un vaso de leche, todavia notaba el sabor dulce que se le adheria a la garganta, el calor del radiador del rincon; estaban a principios de invierno. La madre entro en el cuarto. La abuela se acababa de ir a trabajar. El paquete era gris y se habia arrugado con el transporte. Estaba atado con un cordon con tantas vueltas y tantos nudos que la madre tuvo que cortarlo con las tijeras, aunque por lo general guardaban el cordon y el papel.
El regalo era un traje de esqui azul, con un aro en la cremallera de la chaqueta. Sobre el pecho llevaba estampado el dibujo de un camion con grandes ruedas. El pantalon tenia una goma que cenia el pie y tirantes que se cruzaban tras la espalda. La madre lo vistio y le permitio quedarse de pie sobre la mesa de la cocina, con el regusto dulce en la boca. La lampara topo contra su cabeza al bascular lentamente de un lado para otro. La madre le sonrio. El traje azul era ligero, no pesaba nada. El levanto los brazos cuando ella le cerro la cremallera. Doblo las rodillas, convencido de que podia volar. La chaqueta era calentita y suave, y el queria salir a la nieve con el dibujo del camion en el pecho. Miro a su madre y se echo a reir.
El hombre solto el mando a distancia. Ya eran casi las ocho, iba mal de tiempo. Obviamente las ninas del sotano no se moririan de hambre si se saltaban una comida, pero mas valia hacerlo cuanto antes. Abrio el armario de la cocina y se miro en un espejo para afeitarse que estaba colgado en el interior de la puerta.
La abuela habia vuelto porque se le habia olvidado algo y se habia quedado petrificada al verlo.
Le dieron el traje de esquiar a alguien, a algun otro nino, a un nino que se lo merecia mas, segun la abuela. De eso se acordaba el muy bien. La madre no protesto. Alguien le habia mandado un regalo, era suyo, pero no se lo daban. Tenia cuatro anos.
Su rostro en el espejo tenia un aspecto horrible. No se sentia asi. Se sentia fuerte y resuelto. El paquete de copos de maiz estaba vacio. Las ninas tendrian que pasar hambre hasta que regresara. Se las apanarian perfectamente.
26
Inger Johanne Vik habia trabajado durante toda la noche, algo desconcertada. El portero de noche del Augustus Snow Inn era un chico que debia de haber mentido sobre su edad para que le dieran el trabajo. Era evidente que se habia ennegrecido el bigote con rimel, porque a lo largo de la noche habia ido empalideciendo y le habian salido unas manchas negras en torno a la nariz, llena de espinillas que el no dejaba en paz. Le habia facilitado a Inger Johanne los datos de la conexion a Internet del hotel para que pudiera conectarse desde su habitacion. Si surgia algun problema, no tenia mas que avisar al servicio de habitaciones. El chico le dedico una sonrisa radiante mientras se pasaba el dedo gordo y el indice por el bigote, que ya casi habia desaparecido del todo.
Debia de estar cansada, solo de pensarlo bostezaba. Tenia sueno, pero no como siempre. El desfase horario solia afectarla mucho mas. Eran ya las dos de la manana. Calculo la hora que seria en casa, las ocho. Kristiane llevaba ya un buen rato despierta. Sin duda estaba deambulando por la casa de Isak, con el perro nuevo, seguramente Isak seguia dormido y el perro habria hecho pis por todas partes, pero Isak dejaria que la orina se secara sin molestarse en limpiarla.
Inger Johanne se masajeaba la dolorida nuca mientras dejaba que los ojos vagaran por el cuarto. En el suelo, ante la puerta, habia una nota. Debian de haberla dejado ahi desde antes de que ella volviera, porque si se la hubiesen llevado mientras ella estaba alli habria oido los crujidos de la vieja escalera que subia al tercer piso. No habia oido a nadie. Nadie mas se alojaba ahi; la habitacion al otro lado del pasillo estaba vacia y cerrada. Habia ido tres veces a buscar cafe, habia salido y entrado de la habitacion sin reparar en la nota. La habia recibido a las 18.00 horas.
Please call Yngvard Stubborn. Important. Any time. Don't mind the time difference [10].
Stubborn. Stubo. Yngvar Stubo. En la nota figuraban tres numeros de telefono: el de casa, el del trabajo y el del movil, supuso ella. No pensaba llamar a ninguno. Paso el pulgar con cuidado sobre su nombre. Despues arrugo el papel. En vez de tirarlo, se lo metio rapidamente en el bolsillo y se conecto a la pagina del periodico
Habia desaparecido una nina pequena. Otra mas. Sarah Baardsen, de ocho anos, habia sido secuestrada en un autobus repleto de gente en la hora punta, cuando se dirigia a casa de su abuela. La policia todavia no tenia pistas. La opinion publica estaba alarmada. En torno a la capital, de Drammen a Aurskog, de Eidsvoll a Drabak, se habian suspendido indefinidamente todas las actividades voluntarias para ninos y se habian organizado grupos para los desplazamientos al colegio y de regreso a casa. Algunos padres exigian compensacion por tener que quedarse en casa, pues debido a la suspension de las actividades extraescolares no habia garantias de que los crios estuvieran vigilados todo el tiempo. No habia personal para reforzar la custodia. La Central de Taxis de Oslo habia fletado taxis especiales para ninos, con taxistas mujer que daban prioridad a las madres que viajaban solas con ninos. El presidente del Gobierno habia llamado a la calma y la sensatez, mientras que el defensor del menor habia llorado en la television. Una vidente habia tenido una vision de Emilie en una porqueriza, y una colega sueca la respaldaba. Hay muchos fenomenos que la ciencia no puede explicar, habia declarado la Asociacion Agraria de Noruega y se habia comprometido a registrar todas las porquerizas del pais antes del fin de semana. Un politico del Partido del Progreso habia propuesto al Parlamento, completamente en serio, que se reinstaurase la pena de