– Se fue esta manana, me temo. A Nueva Jersey, creo. No se cuando volvera, quiza tarde semanas, ?sabes? -anadio la senora en ingles.
Inger Johanne se quedo mirando al gato que descansaba en brazos de la mujer y se dejaba acariciar. Tenia los ojos de un color amarillo que daba miedo, casi fosforescente, y clavo en Inger Johanne una mirada arrogante, como si estuviera burlandose de ella, de una intrusa que se habia creido que Aksel iba a estar esperandola en las escaleras, lleno de expectativas ante lo que ella tenia que contarle, listo para someterse a su interrogatorio, recien afeitado y con la cafetera en el fuego. El gato bostezo. Sus pequenos y blancos dientes relucieron cuando los ojos quedaron reducidos a dos rayas. Inger Johanne dio media vuelta y se dirigio al coche.
Lo unico que podia hacer era dejar su tarjeta de visita. Por un momento contemplo la posibilidad de darle la tarjeta a la mujer, pero luego penso en el gato de aspecto amenazador y decidio acercarse a la casa de Aksel. Escribio un mensaje rapidamente sobre la parte de atras de la tarjeta y la metio en el buzon. Por si acaso, introdujo otra por debajo de la puerta.
– Parecia un poco alterado, ?sabes?
La senora, que sin duda tenia ganas de hablar, caminaba hacia ella con el gato en brazos.
– No esta acostumbrado a recibir visitas. La verdad es que no es muy sociable. Pero tiene un corazon…
El gato se dejo caer perezosamente al suelo, y la senora se llevo las manos al pecho en un gesto dramatico.
– Tiene un corazon de oro puro, te lo aseguro: de oro puro. ?De que lo conoces?
Inger Johanne esbozo una sonrisa distraida, como si no hubiese entendido bien. Estaba claro que debia hablar con la mujer, a quien por lo visto no se le escapaba nada de lo que sucedia en ese trecho de la calle. A pesar de todo, Inger Johanne giro sobre sus talones y subio al coche. Estaba molesta y aliviada al mismo tiempo. Se reprochaba el haber dejado que Aksel se fuera del restaurante sin antes haberle arrancado un compromiso mas concreto. La enfurecia que el la hubiera enganado y se hubiera largado. Al mismo tiempo, el numerito de la desaparicion constituia toda una declaracion por si misma. Inger Johanne no era bien recibida en la vida de Aksel Seier, con independencia de lo que tuviera que decirle.
Aksel Seier queria navegar solo. Ella quedaba exenta de toda responsabilidad para con el.
Era jueves 25 de mayo, y ya podia regresar a casa. En realidad tendria que llamar a Alvhild, pero mientras conducia hacia Route 28, decidio no hacerlo. Tenia muy poco que contar. Ni siquiera recordaba lo que habia visto en la pequena casa de Aksel Seier y la habia sorprendido tanto que la habia mantenido despierta durante media noche.
28
Una furgoneta de reparto se aproximaba al edificio. Estaba lloviznando. Habia un atasco en la autopista junto al estadio de Ullevaal a causa de un accidente de trafico. El caos se habia extendido como un tumor. El vehiculo de reparto habia tardado una hora en hacer un recorrido que normalmente le habria llevado veinte minutos. Por fin se acercaba al domicilio de entrega. El conductor miro con irritacion a un taxi que se habia quedado atravesado y estaba obstaculizando el trafico. Un joven que se estaba bajando de su coche con mucha dificultad porque estaba escayolado e iba con muletas le dedico un corte de manga y senalo freneticamente a un coche de policia situado quince metros mas adelante.
– ?Joder! -bramo-. ?No te das cuenta de que la calle esta cortada?
Era lo que faltaba. Al conductor no le daba la gana llevar el paquete a pie hasta el bloque de apartamentos. Llevaba conduciendo desde las seis y media de la manana y ademas estaba constipado. Tenia ganas de que el fin de semana empezara de una vez. Los viernes por la tarde eran un infierno. Queria entregar este maldito paquete, irse a casa y meterse en la cama, a tomarse una cerveza y ver una pelicula de video. Bastaria con que el puto coche de policia se moviera un poco. A pesar de que toda la calle estaba cortada, no parecia que estuviese sucediendo nada emocionante. Dos hombres de uniforme estaban charlando delante del coche. Uno de ellos fumaba y miraba el reloj como si quisiera irse a su casa, al igual que el. Finalmente el taxi consiguio dar la vuelta, pero no sin aplastar un par de arbustos que crecian en la acera. El conductor de la furgoneta de reparto apreto ligeramente el acelerador y dejo que el vehiculo avanzara lentamente mientras bajaba la ventanilla.
– Hola -saludo el policia sombriamente-. No puede pasar por aqui. Esta cerrado el acceso.
– Solo tengo que entregar un paquete.
– No va a poder ser.
– ?Por que no?
– Eso en realidad no es de su incumbencia.
– Pero me cago en… -El conductor se asesto una palmada en la frente-. ?Esto es mi trabajo! Llevo aqui un paquete, un jodido paquete enorme que tengo que entregar ahi arriba, en casa de…
Hacia gestos hacia el bloque de vecinos mientras buscaba algo en el desorden que tenia a su lado. Una lata de refresco medio llena que habia en un soporte en el salpicadero se volco, y un liquido amarillo se derramo por el suelo. El conductor perdio los nervios.
– ?Es ahi arriba! Lena Baardsen. 10 b, escalera 2. ?Podrias explicarme como…?
– ?Que ha dicho?
El otro policia se inclino hacia el.
– Te estaba pidiendo que me explicaras como cono voy a hacer mi trabajo si…
– ?Para quien ha dicho que era el paquete?
– Lena Baardsen, 10 b. Es…
– Salga de la furgoneta.
– ?Que salga de la furgoneta? Yo…
– ?Salga de la furgoneta! ?Ahora!
El conductor se asusto. El policia mas joven habia tirado el cigarrillo y se habia apartado un par de metros. Ahora estaba hablando por un emisor-receptor. Aunque el conductor no alcanzaba a distinguir las palabras, el tono de su voz indicaba que se trataba de algo serio. El otro hombre de uniforme, un tipo de unos cuarenta anos con un gran bigote, lo agarro con decision del brazo cuando el abrio por fin la puerta del vehiculo. Levanto las manos en el aire, como si lo estuviesen arrestando.
– ?Joder, tranquilizate! ?Solo queria entregar un paquete! ?Un paquete!
– ?Donde esta?
– ?Donde esta? En la furgoneta, por supuesto. Esta aqui detras, si quieres…
– Las llaves.
– Joder, esta abierto, pero no puedo dejar que cualquiera…
El policia senalo un punto del asfalto, a tres metros de la furgoneta. El conductor se retiro a reganadientes, bajando lentamente las manos.
– Quiero el numero de placa, el nombre y todo -dijo airado-. No teneis derecho a…
El policia no lo estaba escuchando. El conductor se encogio de hombros. Si el paquete no llegaba a manos de su destinatario, desde luego no seria por culpa suya. La oficina iba a tener que encargarse de esto. Saco un cigarrillo, pero no conseguia encenderlo porque la lluvia y el viento habian arreciado. Se agacho y ahueco las manos en torno a la llama. De pronto se irguio y se quedo petrificado.
– Joder -farfullo para si, y el cigarrillo se le cayo al suelo.
Lo iban a despedir. Al ver el coche de policia, evidentemente tendria que haber dado media vuelta. Si hubiera estado un poco mas despabilado, un poco menos acatarrado y cansado, habria girado mas abajo, en la calle. Por si las moscas.
No podian despedirlo, esto era una tonteria. Era la primera vez que le pasaba algo asi, o por lo menos la primera vez que lo pillaban. ?No podian echarlo por algo asi! Los policias habian abierto la puerta trasera de la furgoneta y estaban examinando el unico paquete que quedaba, el ultimo paquete del dia. Era bastante grande, de unos ciento treinta centimetros de largo, y bastante estrecho.
– ?Pesa?
El hombre del bigote se volvio hacia el.
– Si, bastante. Compruebalo, hombre.