– Se dejaba manipular por cualquiera; creo que ese era el verdadero problema. Evidentemente no le era facil hacer amigos, amigos de verdad, quiero decir. Piense que eran otros tiempos, tiempos en los que… la tolerancia hacia personas que son diferentes… desde luego no era como la de ahora -asevero con una sonrisa tensa.
Inger Johanne no sabia si el hombre intentaba ser ironico. Tomo un buen trago de refresco. Estaba demasiado dulce, tanto que, muy a su pesar, lo escupio de nuevo en el vaso.
– Anders no era un chico malo -continuo Hansvold tranquilamente-. Mi mujer lo invitaba a casa de vez en cuando. A veces me preocupaba, pues yo pasaba mucho tiempo fuera. Soy maquinista de tren retirado, ?sabe usted?
Que Harald Hansvold le hablara en todo momento de usted quiza no era tan raro, dada la edad que tenia, pero a pesar de todo habia algo inesperadamente refinado en el anciano y en su casa, que estaba repleta de libros y en cuyas paredes colgaban tres litografias modernas. Era como si todo aquello no encajara con una larga carrera al servicio de la compania de ferrocarriles. Por miedo a que sus prejuicios fueran demasiado evidentes, ella asintio con vivo interes, como si siempre hubiera querido saber mas de locomotoras.
– Mientras era pequeno no fue tan problematico, claro. Pero cuando llego a la pubertad… Se hizo muy grandullon. Un hombre robusto. Pero, ya sabe… -Hizo un gesto muy elocuente senalandose la sien con el dedo-. Y luego estaba el tal Asbjorn Revheim.
– ?Asbjorn Revheim?
– Si, habra oido hablar de el, ?no?
Inger Johanne asintio de nuevo, aturdida.
– Crecio justo ahi abajo. ?No lo sabia usted? La biografia esa que salio el otono pasado, deberia usted leerla. Un hombre muy extrano. El libro es muy interesante. Vera, Asbjorn era un rebelde ya desde nino. Se vestia de un modo muy llamativo. Ciertamente no era como todos los demas.
– No -convino Inger Johanne con inseguridad-. No creo que lo fuera nunca.
Harald Hansvold solto una carcajada, negando con la cabeza.
– Un domingo, tiene que haber sido en 1957 o 1958… ?Fue en el 57! Justo despues de que muriera el rey Haakon, pocos dias despues, habia luto nacional y… -Dio unas chupadas a la pipa, que no acababa de prender bien-. Los chicos organizaron una ejecucion delante de la guarderia. Bueno, entonces no era una guarderia. Eran los locales de los
– ?Una… ejecucion? ?Un fusilamiento?
– Si, habian cazado un gato salvaje y lo habian vestido con ropas regias y una corona. La capa era una piel de conejo vieja en la que habian pintado puntos, supongo que el mismo tambien habia hecho la corona. El pobre animal maullaba y gemia hasta que estiro la pata en aquel patibulo casero.
– Pero eso era… Pero eso fue… ?tortura de animales!
– ?Desde luego! -afirmo el sin dejar de sonreir-. ?Hay que ver la que se armo! Vino la policia, y las senoras de la calle empezaron a gritar y a quejarse. Asbjorn monto un buen numerito y sostenia que se trataba de una accion politica contra la casa real. Queria quemar el cuerpo del animal muerto y tenia ya preparada una buena hoguera en el momento en que intervinieron las autoridades y lo abortaron todo. Como usted comprendera, estando tan reciente el fallecimiento de un monarca tan querido por la gente como el rey Haakon…
De pronto la sonrisa se borro de sus labios. El ojo gris se le puso mas opaco, como si el hombre estuviera mirando hacia su interior, retrocediendo en el tiempo.
– Lo peor fue… -musito en un tono completamente distinto-. Lo peor fue que habia disfrazado a Anders de verdugo, con el pecho al descubierto y una capucha negra en la cabeza. A Agnes Mohaug le afecto mucho aquel incidente. Pero asi eran las cosas.
El piso quedo en silencio. No se oian los sonidos de ningun reloj, ni de una radio lejana. La casa de Harald Hansvold no era la casa de un anciano. El mobiliario era muy impersonal, las cortinas blancas y no habia maceteros en las ventanas.
– ?Ha leido usted a Revheim? -pregunto Hansvold afablemente.
– Si, casi toda su obra, creo. Es uno de esos escritores que te enganchan cuando estas en el instituto. Por lo menos a mi me engancho. Era tan… directo. Incendiario, como usted mismo lo ha descrito. Tan determinado pese a su soledad… Estar completamente solo en la defensa de sus creencias. Ese tipo de cosas te impresionan a esa edad.
– Supongo que tambien habria otras cosas -dijo el-. En lo que escribia, quiero decir. El tipo de cosas que preocupan a la juventud, a los chicos que cursan el bachillerato.
– Si. Anders Mohaug, ?era…?
– Como he dicho -suspiro Hansvold-, Anders Mohaug era facil de manejar. Mientras que el resto de los jovenes de por aqui lo rehuian como a la peste, Asbjorn Revheim lo trataba con mas amabilidad. Bueno… -Volvio a adoptar esa expresion ausente, como si estuviera rebobinando la memoria y no supiera bien donde parar-. Lo cierto es que no era amable. Se aprovechaba de Anders, de eso no cabe duda. Ademas, era bastante cruel, como demostraba una y otra vez. Tambien en lo que escribia. Anders Mohaug era un tipo pesado, lento, en todos los sentidos: eso no es un amigo.
– No diga eso -protesto Inger Johanne.
– Si que lo digo. -Por primera vez habia algo cortante en la voz.
– ?Recuerda usted -se apresuro a preguntar Inger Johanne- un caso policial sobre el que corrio bastante tinta en 1965?
– ?Un que? ?Un caso policial?
– Si. ?Tuvo Anders alguna vez problemas con la policia?
– Bueno… Tenia problemas cada vez que a Asbjorn se le ocurria algo e involucraba al pobre chico en el asunto. Pero nunca paso nada grave.
– ?Esta seguro de eso?
Ella habria jurado que el hombre veia ahora como un aguila. La pelicula opaca hacia que el ojo izquierdo pareciera mayor que el derecho, y a Inger Johanne le resultaba imposible mirar hacia otro lado.
– ?Podria ser un poco mas precisa?
– Tengo motivos para creer que, en 1965, despues de que muriera Anders, la madre se puso en contacto con la policia. Creia que el hijo habia cometido un crimen muchos anos antes. Algo grave. Algo por lo que fue juzgado otro hombre.
– ?Agnes Mohaug? ?Que la senora Mohaug denuncio a su propio hijo a la policia? Eso es impensable. -Sacudio la cabeza con fuerza.
– Pero el hijo ya estaba muerto.
– Da igual. Esa mujer se desvivia por Anders, era lo unico que tenia. Y haber cuidado y atendido a su hijo hasta el ultimo momento es algo que la honra mucho. ?Denunciarlo? ?Incluso despues de…? -Dejo la pipa en el borde del cenicero-. No me cuadra en absoluto.
– ?Y nunca ha oido… algun rumor?
Hansvold rio entre dientes y cruzo las manos sobre la barriga.
– He oido muchos mas rumores de los que quisiera. Esto es un sitio pequeno. Pero si se refiere a rumores sobre Anders… No, nada en la direccion que insinua usted.
– ?Y que es lo que insinuo yo?
– Que el chico hizo algo peor que quitarle la vida a un gato.
– Entonces no le molesto mas.
– No molesta. Ha sido un placer recibir visita.
Cuando el hombre la acompano a la puerta, ella se fijo en la fotografia de una mujer de unos cincuenta anos que colgaba en la pared de la entrada. A juzgar por el tipo de gafas que llevaba ella, la foto databa de los anos setenta.
– Mi mujer -dijo Hansvold senalando el retrato con un gesto de la cabeza-. Randi. Una mujer maravillosa. Tenia muy buena mano con Anders. La senora Mohaug confiaba en Randi. Cuando venia Anders, se pasaban horas juntos resolviendo puzles o jugando a la canasta. Randi siempre lo dejaba ganar, como si fuera un nino pequeno.
– Que es lo que era, supongo -dijo Inger Johanne-. En cierto modo.
– Si, en cierto modo era un nino pequeno. -Se volvio hacia ella pasandose el dedo por el tabique nasal-. Pero tambien era un hombre. Un hombre grande y adulto. No lo olvide.