sentido. Orleans era grande, mas grande al menos. Tenia mas tiendas, mas restaurantes. La impresionante playa de Nauset, que se abria al Atlantico, hacia que el estrecho de Nantucket pareciera una piscina para ninos. Inger Johanne sabia que no se encontraria con el, pero no habia dejado de lanzar miradas por encima del hombro.

De nuevo deslizo el dedo por las hojas, pero seguian sin decirle nada. El jefe de seccion, el superior de Alvhild en 1965, llevaba cerca de treinta anos muerto. Lo tacho. Los companeros de trabajo de Alvhild no tenian nada que contar. Hacia mucho tiempo ya que Alvhild habia investigado si sabian algo, si tenian alguna clave sobre la misteriosa puesta en libertad de Aksel Seier. Tacho tambien sus nombres.

Se le cayo el rotulador en un pliegue de la funda del edredon. Una mancha negra se extendio rapidamente en medio de toda aquella blancura.

Sono el telefono.

Identidad oculta, decia la pantalla.

Inger Johanne no conocia a nadie que tuviera un numero de telefono secreto.

Excepto tal vez Yngvar.

Yngvar y Warren debian de tener mas o menos la misma edad, penso.

Cuando se tumbo y se tapo la cabeza con el edredon, el telefono seguia sonando.

A la manana siguiente le parecio recordar que el telefono habia sonado un par de veces mas. No estaba segura, habia dormido profundamente durante toda la noche y no recordaba haber sonado.

41

Aunque habian reforzado el personal con dos chicas jovenes en practicas, a causa de lo extraordinario de la situacion, la directora seguia estando intranquila. Al fin y al cabo era ella quien tenia la responsabilidad. En su opinion, aquella excursion al Museo de la Tecnica era tan arriesgada como innecesaria, pero los demas la habian convencido de su conveniencia. Estaba tan cerca que los ninos podian ir andando y, al fin y al cabo, habria cuatro adultos al cuidado de diez ninos. Los pequenos tenian la ilusion de ir desde hacia mucho tiempo y, ademas, tampoco se podia permitir que aquel secuestrador desquiciado limitara la libertad de la gente de esa manera. Era pleno dia, no eran mas de las doce de la manana.

Los ninos, de entre tres y cinco anos, iban de la mano, de dos en dos. La directora iba en cabeza, con los brazos hacia delante, como si de ese modo protegiera mejor a los ninos. Cerraba la marcha una de las chicas jovenes, mientras el unico empleado varon de la guarderia iba a un lado, cantando himnos militares para que los ninos caminaran al compas. Por la parte interior de la acera iba Bertha, que en realidad era cocinera.

– Derecha, izquierda, un, dos, tres. Que nadie pierda el paso -ladraba el hombre-. ?Uno, dos, contra el suelo, el culo firme, vamos ya!

– Chsss -lo reprendio la directora.

– Culo -chillaron los ninos-. ?Ha dicho culo!

Bertha tropezo en un agujero en el asfalto y se quedo rezagada. Una nina se solto de su companera para ayudarla.

– Culo -repitieron dos ninos-. ?Culo, culo!

Pasaron por delante de la entrada del aparcamiento del supermercado Rema 1000. Una furgoneta estaba intentando salir a la calle de Kjelsas. La directora se puso a imprecar al conductor, y este le respondio con un corte de mangas. El coche avanzo lentamente. Bertha pego un grito: la pequena Eline se habia quedado petrificada ante el parachoques. Un perro suelto cruzo la calle y se acerco meneando el rabo a tres de los ninos, que, entusiasmados, intentaron agarrarlo del collar verde. El dueno lo llamo desde el sendero que bajaba al rio Aker, y el perro aguzo los oidos y salio corriendo. Chirriaron los frenos de un Volvo, cuyo guardabarros derecho rozo al perro que, tras proferir un aullido, siguio su camino cojeando sobre tres patas. Eline estaba llorando. El conductor de la furgoneta bajo la ventanilla y comenzo a despotricar, mientras las dos chicas jovenes sujetaban a sendos ninos del cuello del abrigo y pugnaban al mismo tiempo por impedir que el resto bajara a la calzada situandose en el bordillo con las piernas separadas. Bertha levanto los brazos. La furgoneta consiguio sortearlos y acelero en direccion a la calle Frysja. El perro gemia a lo lejos, y su dueno intentaba calmarlo. La conductora del Volvo verde habia aparcado en medio de la calle, pero se habia quedado sentada con la puerta abierta y era evidente que dudaba si salir o no. Ya habia cuatro coches en fila detras de ella, y dos de ellos pitaban como locos.

– Jacob -dijo la directora-. ?Donde esta Jacob?

Mas tarde, cuando Marius Larsen, el unico varon que trabajaba en la Guarderia Rincon de Frysja, quiso contarle a la policia lo que realmente habia ocurrido delante del Rema 1000 de la calle Kjelsas, poco antes de las doce de la manana del miercoles 31 de mayo, no conseguia aclararse con la cronologia de los hechos. Pero recordaba todos los elementos de la historia. Habia un perro y un Volvo. El conductor de la furgoneta era extranjero. El dueno del perro llevaba un jersey rojo. Eline lloraba desconsoladamente, y Bertha se tropezo con algo. Como estaba bastante entrada en carnes, tardo un rato en ponerse de pie. El Volvo era verde. Cantaban himnos militares. Se dirigian al Museo de la Tecnica. El perro era marron y gris.

Marius Larsen tenia todas las piezas, pero no lograba hacerlas encajar. Al final pidio permiso para escribirlo todo sobre papel, y un funcionario con mucha paciencia le dio unos post-its amarillos. Larsen apunto cada suceso en una nota. Las coloco una detras de otra, las reordeno, se quedo pensando, escribio algunas notas mas con los dedos tiesos y vendados y lo intento de nuevo.

Lo unico que tenia muy claro era el final de la historia.

– Jacob -dijo la directora-. ?Donde esta Jacob?

Marius Larsen solto a dos ninos, se volvio bruscamente y se dio cuenta de que Jacob se encontraba ya a ciento cincuenta metros de distancia, bajo el brazo de un hombre que estaba abriendo la puerta de un coche aparcado delante de un garaje al final de la calle, hacia el este.

Marius echo a correr.

Mientras corria perdio uno de los zapatos.

Cuando se hallaba a solo unos diez o doce metros del coche, se puso en marcha el motor. El vehiculo bajo de la acera y enfilo la calzada, pero Marius no dejo de correr. No alcanzaba a ver a Jacob. Debia de estar tumbado en el asiento de atras. Marius se abalanzo hacia el tirador de la puerta. Se corto el pie descalzo con una botella de cerveza rota. La portezuela se abrio bruscamente y Marius perdio el equilibrio. El coche freno en seco, con un chirrido. Jacob estaba llorando. Marius no solto la puerta; ahora la tenia agarrada con fuerza por la ventanilla. El coche arranco de nuevo, dando coletazos hasta que de pronto acelero y Marius tuvo que soltarse. No sentia las manos, y el pie herido le sangraba profusamente. Se quedo tirado sobre el asfalto, en la calle Kjelsas.

Jacob estaba tirado a su lado, llorando.

Mas tarde se supo que al nino se le habia roto la pantorrilla al caer, pero por lo demas estaba perfectamente, dadas las circunstancias.

Exactamente cinco horas despues, a las cinco menos diez de la tarde del miercoles, Yngvar Stubo, Sigmund Berli y cuatro detectives de la policia de Asker y Badrum se plantaron delante de la entrada de un piso de vecinos en Rykkin. El portal olia a hormigon humedo y comida barata, y ningun vecino curioso asomo la cabeza para mirarlos. No se les habia acercado ningun nino cuando habian aparcado sus tres coches oscuros justo delante del edificio, tres vehiculos iguales con una luz azul mal disimulada en el salpicadero. Todo estaba en silencio. Les llevo tres minutos forzar la cerradura.

– Confio en que las formalidades esten en orden -dijo Yngvar Stubo al entrar en el piso.

– ?Sabes una cosa? Que ahora mismo me la suda.

El policia de Asker y B?rum entro detras de el, pero Yngvar se volvio y le cerro el paso.

– Es justo en estos momentos cuando mas conviene tener cuidado con este tipo de cosas -senalo.

– Que si, que si, que muy bien. Apartate.

Yngvar no sabia que esperaba encontrar. Nada, suponia. Era mejor asi, de ese modo se ahorraba sorpresas. Tenia su propio ritual para ocasiones como esta: un momento contemplativo con los ojos cerrados antes de

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