– ?Podrias entonces explicarme que es esto? -lo interrumpio Hermansen.
El tono del policia no era triunfal, sino grave, casi sombrio. De un cajon habia sacado una carpeta que contenia un pequeno taco de hojas DIN-A4. Yngvar Stubo no queria mirar; tenia el presentimiento de que el contenido de la carpeta iba a dar un vuelco a toda la investigacion. Mas de cien detectives, que hasta ahora no daban nada por seguro y que mantenian abiertas todas las lineas de investigacion -policias competentes que no habian descartado ninguna hipotesis y que sabian que todo buen trabajo policial es resultado de una paciente sistematicidad-, ahora iban a empezar a investigar en una sola direccion.
«Emilie -penso Yngvar-. Aqui de lo que se trata es de salvar a Emilie. Esta en algun sitio y esta viva.»
– Ay, mierda -exclamo el mas joven de ellos.
Sigmund Berli emitio un largo silbido.
Fuera se oian mas coches, gritos, conversacion. Yngvar se acerco a la ventana y aparto un poco las cortinas. Habian llegado los periodistas, claro, y se habian aglomerado alli abajo, en torno a la puerta de entrada. Cuando dos de ellos miraron hacia arriba, Yngvar solto la cortina. Se volvio hacia la habitacion donde los demas estaban reunidos alrededor de Hermansen, que sostenia una carpeta de plastico roja en una mano, y un montoncito de papeles en la otra. Cuando levanto el papel para que lo viera Yngvar, a este no le resulto dificil leer las palabras escritas en el, incluso desde la distancia a la que se encontraba.
AHI TIENES LO QUE TE MERECIAS.
– Esta escrita a maquina -objeto Yngvar.
– Dejalo -dijo Sigmund-. Tienes que dejarlo ya, Yngvar. ?Como iba a saber este tipo que…?
– Las notas de los ninos estan escritas a mano. ?Escritas a mano, companeros!
– ?Vas a hablar tu con los de ahi fuera? ?O lo hago yo? -pregunto Hermansen mientras metia las hojas en la carpeta con mucho cuidado-. No es que tengamos gran cosa que decir, pero en realidad lo mas natural seria que lo hiciera yo… Ya que estamos en B?rum y esas cosas.
Yngvar Stubo se encogio de hombros. Guardo silencio mientras se abria paso entre la multitud que se habia agolpado frente a aquel edificio bajo de Rykkin. Por fin consiguio llegar hasta el coche y subir a el. Cuando ya casi habia perdido la esperanza de que apareciera Sigmund Berli, su colega llego, jadeando, y se sento en el asiento del copiloto. Apenas se dirigieron la palabra durante el trayecto de regreso a Oslo.
42
– No comprendo como consigues hacerlo todo -comento Bente, entusiasmada-. ?Esto estaba sencillamente delicioso!
Kristiane dormia. Solia inquietarse cuando Inger Johanne esperaba invitados. Ya a media tarde solia entrar en una larga fase de incomunicacion: deambulaba por la casa, no queria comer, no queria dormir. Hoy, en cambio, se habia metido en la cama con la tripa llena, con
– La receta -dijo Kristin-. Tienes que darme la receta.
– No hay receta -repuso Inger Johanne-. Me lo he inventado.
El vino le estaba sentando bien. Eran las nueve y media del miercoles por la tarde. Se sentia alegre y no le dolian los hombros. Las chicas charlaban sin parar. La unica que no habia venido era Tone, quien no se habia atrevido a dejar a los ninos tal y como estaban las cosas. Sobre todo despues de lo ocurrido esa manana.
– Siempre ha sido muy aprensiva -dijo Bente derramando vino sobre el mantel-. Al fin y al cabo los ninos tienen padre. ?Huy! ?La sal! ?Gaseosa! Tone tiene un… un miedo exagerado a todo tipo de cosas. Quiero decir que… ?no podemos encerrarnos en casa solo porque ese tipo ande suelto!
– Ahora lo van a pillar -asevero Line-. Ya saben quien es. No puede esconderse eternamente y no podra llegar muy lejos. ?Habeis visto que la policia ha enviado un comunicado con la foto del tipo y todo? ?Pero no tires toda la gaseosa, mujer!
Yngvar no habia vuelto a telefonear despues de que Inger Johanne no hubiera contestado a su llamada la noche anterior. No sabia si se arrepentia. No tenia idea de por que no habia querido hablar con el. Ahora no le habria importado. El podia llamar, venir unas horas despues, cuando las chicas hubieran acabado de reirse y se fueran a casa tambaleandose. Entonces podia venir Yngvar. Podian sentarse a la mesa de la cocina y comer sobras mientras bebian leche. Si se daba una ducha podia dejarle una camiseta de futbol vieja de Estados Unidos. Inger Johanne podria mirarle los brazos cuando se inclinara hacia delante, apoyandose sobre ellos; llevaba una camisa de manga corta y tenia rubio el vello de los brazos, como si ya fuera verano.
– ?No?
Inger Johanne sonrio de pronto.
– ?Que?
– Que ahora lo van a pillar, ?no?
– ?Y yo que se!
– Pero el tipo ese -insistio Line-, el tipo que me encontre aqui el sabado, ?no trabaja para la policia? Eso dijiste, ?no? Que si, mujer… ?En Kripos!
– ?No nos habiamos reunido para hablar de un libro? -pregunto Inger Johanne y se fue a la cocina a buscar una botella de vino. Como siempre, las chicas habian traido demasiado.
– Un libro que evidentemente tu no te has leido -senalo Line.
– Yo tampoco -reconocio Bente-. Sencillamente no he tenido tiempo, lo siento.
– Yo tampoco -admitio Kristin-. Si quieres que la sal sirva de algo tienes que frotarla contra la tela. ?Asi! -Se inclino sobre la mesa y metio el dedo indice en la mezcla pastosa de sal y agua mineral.
– ?Por que llamamos a esto una tertulia literaria? -Line levanto el libro con ademan acusatorio-. Si yo soy la unica que lee… Decidme, ?que os pasa a las que teneis hijos? ?Dejais de tener ganas de leer?
– Lo que dejamos de tener es tiempo -respondio Bente entre dientes-. El tiempo, Line. Es el tiempo lo que desaparece.
– ?Sabes lo que te digo? Que me hace gracia eso que dices -empezo Line-. Siempre estais hablando de que es lo unico que realmente vale la pena… Como si en cuanto se tienen hijos se tuviera derecho a…
– ?No seria mejor que nos contaras algo sobre el libro? -intervino Inger Johanne rapidamente-. A mi me interesa, de verdad. Cuando era mas joven lei todos los libros de Asbjorn Revheim. De hecho, habia pensado comprarme un ejemplar de… ?como se llama? -Extendio la mano para agarrar el libro, pero Line se lo quito.
– Revheim. Cronica de un suicidio anunciado -dijo Halldis-. Ademas a mi no me has preguntado, de hecho, yo si que lo he leido.
– Grotesco -farfullo Bente-. Tu no tienes hijos, Halldis.
– Un titulo bastante vago -dijo Line, todavia algo enfurrunada-. Todo lo que escribio e hizo destila una cierta… nostalgia por la muerte. Si. Una atraccion hacia la muerte.
– Suena a novela policiaca -comento Kristin-. ?No seria mejor que quitaramos el mantel?
Bente habia vuelto a derramar el vino. En vez de echar aun mas sal, puso torpemente su servilleta sobre la mancha roja, que se ensanchaba rapidamente porque la copa seguia volcada.
– No pasa nada -aseguro Inger Johanne levantando el brazo-. No pasa nada. ?Cuando murio?
– En 1983. La verdad es que me acuerdo de cuando ocurrio.
– Mmm. Yo tambien. Claro que tambien se le ocurrio una manera muy llamativa de quitarse la vida.
– Por decirlo con suavidad.
– Contadmelo -dijo Bente docilmente.
– Quiza vendria bien un poco mas de agua mineral.
Kristin fue a la cocina por mas agua. Bente toqueteaba la mancha que habia dejado. Line servia vino. Halldis hojeaba la biografia de Asbjorn Revheim.
Inger Johanne se sentia a gusto.