– No. Es un milagro. Ya han pasado unas veinticuatro horas desde que mataron a la obispo Lysgaard, y hasta ahora ningun jodido periodista ha olfateado el asunto. Deben de estar empachados con tanta comida navidena.
– O puede que sea el aguardiente. O quizas es simplemente que los policias de Bergen son mejores cerrando la boca que sus colegas de Oslo. Acabo de ver las noticias. Mencionaron brevemente el asunto. Pero no dijeron nada, aparte de que habia fallecido.
Podia oir ruidos en el auricular, que le indicaban que Yngvar se estaba quitando la corbata. Aquello casi la emociono: lo conocia tan bien que podia escuchar algo asi a traves del telefono.
– Espera un segundo -dijo el-. Solo quiero sacarme los zapatos y quitarme del cuello esta maldita soga. Asi. ?Como va todo por alli? ?Que tal esta manana, con las ninas dando vueltas y todo eso? Debes de estar agotada. Lamento…
– Esta todo bien. Como sabes, no me afecta mucho una noche sin dormir. Las ninas salieron a jugar al jardin un par de horas y no fue peor que yo…
Durante toda la tarde y la noche, habia logrado quitarse de la cabeza el pensamiento del hombre desconocido. Ahora la traspaso una punzada de angustia y se quedo callada.
– ?Hola? ?Inger Johanne?
– Si, si. Aqui estoy.
– ?Sucede algo, carino?
Yngvar no le daria importancia, soltaria un suspiro de desaliento y le aconsejaria no estar siempre tan preocupada por las ninas. El no comprenderia en absoluto que se aferrase a que un desconocido supiese el nombre de su hija mayor. Si le contaba algo del episodio, el insistiria en que el hombre estaba tan cubierto por su abrigo, su gorro y su bufanda que podia tratarse perfectamente del vecino; y eso haria que se diera otra vez ese breve y desagradable enfriamiento entre ellos, y luego seria mas dificil dormir sola, sin otro ruido alrededor que los resoplidos y las constantes ventosidades de
– Nada -dijo tratando de poner una sonrisa en la voz-. Tal vez sea que no estas aqui.
– Que bien. Ahora resulta que Isak es tambien generoso. Ayuda…
– ?Como si tu no fueses igual con su hija! Como si…
– Bueno, no lo he dicho en ese sentido. Me alegra que haya sido un buen dia para vosotras, y que tengas toda la noche para ti solita. No sucede a menudo.
Ella puso el ordenador sobre la mesita y se arropo mejor en la manta.
– Tienes razon -dijo, y sonrio-. De hecho la soledad es bastante agradable. Salvo por
Yngvar se rio.
– ?Que haces?
– Trabajo un poco. Navego por Internet. Bebo un poco de vino. Te echo de menos.
– Pues yo te veo bien. Aparte de eso del trabajo. ?Es Navidad! Por mi parte he decidido tomarme la noche libre. Estoy cansadisimo. Manana espero obtener una declaracion del hijo de la obispo. Los dioses saben como saldra, ya le desagrado intensamente.
– Seguro que no. Tu le caes bien a todo el mundo, Yngvar. Eres el mejor, el mejor policia del mundo. Todo saldra bien.
Yngvar volvio a reirse.
– ?No vayas diciendole eso a las ninas! Justo antes de Navidad estabamos haciendo cola frente a la cajera de Maxi cuando Ragnhild se paro de pronto en el carrito de compras y anuncio a los cuatro vientos que su papa era el mejor, mejor, mejor, mejor…, creo que dijo «mejor» unas diez veces…, policia del mundo. Fue un poco incomodo. Todos se echaron a reir.
– Tiene razon -dijo Inger Johanne, y sonrio-. Eres el mejor de los mejores del mundo.
– Tontita. Buenas noches.
– Buenas noches, mi vida.
La voz de Yngvar se corto. Inger Johanne miro el telefono por un momento, como esperando que el estuviera todavia ahi y la pudiese consolar diciendole que el hombre de la cerca no era peligroso. Se incorporo despacio, dejo el telefono y se acerco a la ventana. La luna colgaba torcida sobre la casa vecina. Todavia habia escarcha. El frio se habia aferrado a Oslo con fuerza, pero el cielo estaba claro dia tras dia y habia ofrecido las puestas de sol mas espectaculares durante toda la semana. Los pocos copos de nieve que habian caido durante la manana cubrian el cesped como un velo de tul. El cielo estaba otra vez despejado, oscuro. Finalmente sintio que estaba lista para irse a dormir.
Una mujer miro a traves de una ventana sin saber si podria volver a dormirse. Quiza ya estaba dormida. Todo era irreal y extrano, como si lo estuviese viendo en un sueno. Habia nacido en esta casa, en este cuarto; habia vivido siempre aqui y habia observado a traves de esta ventana con travesanos en cruz que dividian el paisaje en los cuatro rincones del mundo, tal como su padre le decia gastandole bromas cuando ella era pequena y creia todo lo que el le contaba. Ahora todo estaba cambiado y distorsionado. Estaba acostumbrada a la lluvia en los vidrios, llovia en Bergen, y ella lloraba y no sabia lo que veia. La vida estaba hecha pedazos. El paisaje que se descubria desde la casita ya no le pertenecia.
Habia esperado un dia entero, una larga noche y
Porque ella habia estado esperando.
Habia esperado toda su vida y se habia acostumbrado a esperar.
Esta vez, todo fue diferente. Comprendio algo que no podia ser cierto, que no debia ser cierto, pero que, sin embargo, sabia, porque habia vivido tanto tiempo de aquella manera, sola, completamente sola.
Llamaron al timbre, tan tarde y tan inesperadamente que ella dejo escapar un pequeno grito.
Abrio la puerta y lo reconocio. Hacia una eternidad desde que se habian visto por ultima vez, pero sus ojos eran los mismos. Estaba llorando, como ella, y le pidio entrar. Ella no queria. No era el a quien queria ver. No queria ver a nadie.
Cuando lo dejo entrar y cerro la puerta detras de el, rogo a Dios que la dejase despertar.
«Por favor, Dios mio, ten piedad de mi. Deja que me despierte ahora.»
– Carece que no hay nadie despierto a esta hora…
Beate Krohn miro con desaliento al jefe de guardia. Se acercaba la medianoche. Estaban solos en la redaccion, rodeados de pantallas mudas y centelleantes, del murmullo de los ordenadores y los sistemas de ventilacion. Alguien habia colgado adornos navidenos aqui y alla. Una guirnalda con brillos rojos por aqui, una cadena de banderitas noruegas por alla. Sobre una banqueta habia un arbolito ralo con la estrella torcida. La mayoria de los bombones y golosinas que se habian colocado para consuelo de los que tenian que trabajar esa Navidad eran historia. Habia papeles y periodicos viejos por todas partes.
– ?Y tus padres?
El tipo no aflojaba. Encendio un cigarrillo, una transgresion tan flagrante de las reglas que ella se impresiono, muy a su pesar.
– Tambien estan durmiendo -dijo-. Por otro lado, les daria un buen susto si llamo a esta hora. En nuestra familia hay reglas: nunca antes de las siete y media de la manana ni despues de las diez de la noche. A menos que alguien se haya muerto.
– Pero alguien «se ha muerto».
– No asi. Quiero decir…
La interrumpio con una energica inhalacion y un movimiento impaciente de la mano.
– Ahora veras como se hace esto -sonrio el con el cigarrillo entre los dientes-. Mira y aprende.
Sus dedos juguetearon en el teclado del movil antes de llevarselo al oido derecho.
