– ?Hola, Jonas! ?Soy Solve!
Un silencio de tres segundos.
– ?Solve Borre, joder!… ?En NRK! ?Donde estas tu?
Beate habia leido una vez que la frase inicial mas corriente en todas las conversaciones a traves del movil se centraba en averiguar donde se encontraba el receptor de la llamada. Desde entonces intentaba no preguntarlo.
– Escucha, Jonas. La obispo Lysgaard murio anoche, como ya sabras. Es…
Evidentemente lo interrumpieron, y aprovecho la oportunidad para dar otra poderosa calada al cigarrillo.
– Si, claro. Pero mira, solo quiero saber de que murio. Solo por interes. Tengo esta sensacion, ?sabes?, algo…
Pausa.
– Pero ?no puedes hablar con uno de ellos? Seguro que hay alguien alli que te debe un favor. ?No podrias…?
Lo interrumpieron otra vez. Lo envolvia una nube de humo, y Beate Krohn temio que la alarma de incendio se activara. Retrocedio un poco para evitar que la ropa se le impregnase con el olor a cigarrillo.
– ?Bien hecho, Jonas, bien hecho! ?Me llamas entonces! ?Da igual la hora que sea!
Corto.
– Bien -dijo, y dejo que sus dedos saltasen sobre el teclado-. Ven aqui, que te ensenare algo. Mira este mensaje.
Beate se inclino titubeante sobre el hombro y leyo el mensaje de NTB que informaba sobre el deceso de la obispo Lysgaard. No habia cambiado desde la ultima vez.
– ?Algo que te llame la atencion? -pregunto el jefe de guardia.
– No.
Tosio con discrecion y se enderezo.
– No tengo idea de cuantos mensajes como este he leido en mi vida -dijo el sin afectacion-. Pero deben de ser muchos. Son todos identicos. Algo solemnes en la forma, si bien, por otra parte, bastante anodinos. Pero casi siempre dicen poco mas aparte de que el sujeto esta muerto: «NN murio inesperadamente en su domicilio»; «ZZ fallecio despues de una corta enfermedad»; «XX murio en un accidente de coche en Drammen anoche». Algo asi.
Los dedos dibujaron tantas comillas en el aire que la ceniza cayo en el teclado. Las teclas estaban tan gastadas que las letras ya casi ni se distinguian.
– Pero aqui -senalo el-, aqui solo dice: «La obispo Eva Karin Lysgaard fallecio anoche. Tenia 62 anos…». Y despues bla, bla, bla.
– No tiene que «significar» necesariamente algo -contesto ella.
– No, claro -dijo el jefe de guardia, todavia con una amplia sonrisa-. Probablemente no. Pero, aun asi, hay que verificarlo, ?no? ?Como crees que un tipo como yo llego a periodista de NRK antes de cumplir los veintidos y sin ningun tipo de educacion?
Senalo su nariz con elocuencia.
– Lo tengo, ?sabes?
El telefono sono. Beate Krohn miro al aparato con asombro, como si el jefe de guardia acabase de llevar a cabo un truco de magia.
– Aqui Solve -ladro el, y arrojo la colilla en una botella de Farris-. Ya veo. Entiendo.
Durante unos segundos se quedo sentado y en silencio. La expresion burlona desaparecio. Los ojos se le achicaron. Cogio una pluma y escribio unas notas ilegibles en el margen de un periodico.
– Gracias -dijo al fin-. Muchas gracias, Jonas.
Permanecio sentado durante un momento mirando su telefono. Cuando levanto la vista de pronto, parecia otra persona.
– La obispo Lysgaard fue asesinada -dijo despacio-. La mataron en la misma jodida Nochebuena.
– ?Como…? -empezo Beate Krohn mientras se dejaba caer sobre una silla-. ?Como puedes saberlo? ?Con quien hablabas?
El jefe de guardia se recosto en el respaldo de la silla y la miro a los ojos.
– Espero que hayas aprendido algo esta noche -dijo en voz baja-. Y lo mas, lo mas importante con lo que debes quedarte es lo siguiente: no eres nada como periodista si no tienes buenas fuentes. Trabaja mucho e intensamente para obtenerlas y nunca las delates. Nunca.
Beate Krohn lucho para no sonrojarse, en vano.
– Y ahora -dijo el jefe de guardia, que esbozo una sonrisa encantadora mientras encendia otro cigarrillo-, ahora vamos a empezar a llamar en serio. ?Ahora «si» que vamos a despertar a gente!
Llaves pequenas, habitacion grande
– ?Caray! -dijo Yngvar Stubo, y se detuvo en la puerta-. ?Lo he despertado?
Lukas Lysgaard pestaneo y sacudio la cabeza.
– No, no -murmuro-. O si. Casi no pude dormir anoche, entonces me sente aqui, y luego…
Levanto la cabeza y le sonrio, palido. Yngvar casi no lo reconocio. Los amplios hombros estaban encorvados. El cabello empezaba a estar graso y la piel le colgaba en bolsas flacidas y oscuras alrededor de los ojos. Tenia los ojos enrojecidos, y una vena se le habia roto en el izquierdo.
– Lo comprendo -dijo Yngvar, que cogio una silla del lado opuesto de la mesa.
Lukas Lysgaard se encogio de hombros. Yngvar no supo bien si el gesto significaba que no le importaba nada que el lo entendiese o si era una especie de disculpa por haberse quedado dormido.
– Los lobos ya han salido de su guarida -dijo Yngvar, que se sento-. Era simplemente una cuestion de tiempo hasta que la prensa oliera el asunto.
El otro asintio con la cabeza.
– ?Han estado por aqui? -pregunto Yngvar mirando el reloj, que indicaba que faltaban unos minutos para las ocho y media.
Su interlocutor asintio con desgana.
– En todo caso yo estoy muy agradecido de que haya venido -dijo Yngvar, e hizo un gesto con la mano-. Veo que mi colega ya se ha encargado de las formalidades. ?Le ofrecieron algo de beber? ?Cafe? ?Agua?
– No, gracias. ?Por que esta usted aqui?
– ?Yo?
– Si.
– No le entiendo.
Lukas se inclino hacia delante y apoyo los codos sobre la mesa.
– Usted trabaja en Kripos.
Yngvar asintio con la cabeza.
– Kripos ya no es lo que era antes.
– No…
Yngvar no podia imaginar que era lo que aquel hombre queria.
– Hasta donde yo se, ahora Kripos es principalmente una entidad nacional para luchar contra el crimen organizado. ?Creen ustedes que la mafia mato a mi madre?
– ?No, no, no!
Por un momento, Yngvar creyo que el hombre hablaba en serio. Una sonrisa triste, casi imperceptible, lo convencio de que no era asi.
– Nuestros mejores medios se han volcado en este caso -dijo, y se sirvio cafe de un termo-. Y algunos me cuentan entre ellos. ?Como va con su padre?
No hubo respuesta.
– En todo caso, pense en darle un poco de informacion antes -dijo Yngvar, y empujo una delgada carpeta a traves de la mesa.
