dicho muchas veces antes, es importante para mi formarme la mejor impresion posible de las victimas en los casos que investigo. Por eso estoy aqui. En Bergen, quiero decir. Para tratar de formarme una imagen amplia de su madre. Ver la casa ayuda un poco. Seria practico. ?Que me dice?

De nuevo Lukas se encogio de hombros. Yngvar lo tomo como un consentimiento y se levanto. Se metio la libreta en el bolsillo y le pidio a Lukas que le indicase el camino.

– Asi no me equivoco -sonrio-, como la ultima vez.

La vivienda, en Nubbebakken, era antigua, pero estaba bien conservada. La escalera que subia al segundo piso era asombrosamente estrecha y poco ostentosa, comparada con el resto de la casa. Lukas subio primero y le advirtio sobre un saliente en el techo.

– Este era el dormitorio de ellos -dijo abriendo una puerta.

Se quedo parado con la mano en el picaporte, bloqueando parcialmente la entrada. Yngvar entendio el gesto y solamente se inclino para echar una mirada.

Una cama doble.

La colcha estaba cosida con trozos de genero de distinto color y hacia mas acogedora la habitacion, que era grande y estaba bastante vacia. En la mesita de noche habia pilas de libros, y en el suelo, al lado de la cama y mas hacia la puerta, yacia un periodico doblado. Bergens Tidende, pudo ver Yngvar. Una pintura grande colgaba de la pared directamente sobre la cama, formas abstractas en azul y lila. Detras de la puerta, de forma que Yngvar solo pudo verlo reflejado en el espejo entre las grandes ventanas, habia un espacioso ropero.

– Gracias -dijo retrocediendo.

El segundo piso tenia ademas un bano reacondicionado, dos dormitorios bastante anonimos, uno de los cuales era el cuarto de Lukas de cuando era muchacho, y un despacho grande en el que sus padres tenian cada uno sus amplios escritorios. Yngvar ardia en deseos de analizar los papeles mas de cerca. La buena voluntad de Lukas estaba, sin embargo, a punto de terminarse, por lo que en lugar de hacerlo inclino la cabeza en direccion a las escaleras. En el camino pasaron al lado de una puerta estrecha con una llave de hierro forjado en la cerradura, y el presumio que debia tratarse de una escalera que conducia a la azotea.

– ?Por que viven aqui? -pregunto Yngvar mientras bajaban.

– ?Como?

– ?Por que no viven en la residencia episcopal? Hasta donde se, el obispado de Bjorgvin tiene una residencia especialmente disenada en Landaslien.

– Esta es la casa natal de mi padre. Quisieron vivir aqui cuando regresamos a Bergen. Cuando mi madre fue nombrada obispo, el insistio en que se mudaran aqui. Fue una condicion, creo, para que el aceptase. El que mi madre fuese obispo, quiero decir.

Estaban abajo, en el pasillo largo al lado de la sala.

– Pero ?eso no esta regulado por ley? -pregunto Yngvar-. Hasta donde yo se, uno tiene el deber de…

– Escuche -interrumpio Lukas llevandose un pulgar a un ojo mientras apretaba el otro con el indice-. Hubo mucho barullo para que fuese como es, pero yo realmente no lo se. Estoy tremendamente cansado. ?Puede preguntarle a otra persona, por favor?

– Ningun problema -dijo Yngvar, rapidamente-. Le dejare descansar. Solo necesito echar un vistazo a ese cuarto ahi.

Senalo el pequeno dormitorio que habia encontrado por error un par de dias atras.

– Feel free -murmuro Lukas, e indico la puerta con la mano extendida.

En cuanto entro en la habitacion, Yngvar se percato de que Lukas no se habia interpuesto en el camino. Por el contrario, el hijo de la obispo habia regresado a la sala y lo habia dejado solo. Miro rapido a su alrededor.

Habian corrido las cortinas, y ya no se olia el empalagoso olor del sueno. El cuarto estaba mas frio de lo que recordaba, y las ropas que antes reposaban sobre la silla ya no estaban alli.

El resto parecia estar tal como lo habia visto.

Se inclino para leer los titulos en los lomos de la pequena pila de libros en la mesita de noche. Una gruesa biografia del heroe de la iglesia Christian Hauge, una novela policial de Unni Lindell y un ejemplar viejo y gastado, encuadernado en cuero, de Markens grode.

Se quedo muy quieto. Todos sus sentidos estaban alerta. Ella habia vivido sus noches en esta habitacion, de eso estaba seguro. Abrio con cuidado las puertas del ropero. Faldas y vestidos colgaban junto a blusas y camisas planchadas en una de las mitades; la otra estaba dividida con estantes. Un estante para bragas, otro para medias. Uno para pantalones, otro para cinturones y bolsos de fiesta. Un estante inferior para todo lo que no cabia en los otros.

«Uno no guarda sus ropas de uso diario en un cuarto para huespedes», penso, y cerro el armario sin hacer ruido. Le sobrevino una sensacion de rechazo, tal como solia sucederle cuando se adentraba en las vidas de otras personas por efecto de una tragedia.

– ?Termina ya? -escucho que gritaba Lukas.

– Si, enseguida -dijo, y dejo que sus ojos recorrieran por ultima vez la habitacion antes de abandonarla y salir al pasillo-. Gracias.

En la puerta de entrada se volvio y alargo la mano para saludar.

– Me pregunto cuando cesara -dijo Lukas sin tomarla-. Este dolor.

– No se acabara nunca -dijo Yngvar, al tiempo que dejaba caer la mano-. Nunca del todo.

Lukas Lysgaard dejo escapar un sollozo.

– Yo perdi a mi primera esposa y a una hija ya mayor -dijo Yngvar despacio-, hace ya mas de diez anos. Un lamentable y ridiculo accidente que sucedio en nuestra casa. Creia que era imposible sentir tanto dolor.

El rostro de Lukas cambio. La defensiva expresion de hostilidad desaparecio y se llevo la mano a la nuca en un gesto confundido.

– Lo siento -susurro-. Excuseme. Perder a una hija… Disculpe. Y yo aqui…

– No tiene nada por que disculparse -dijo Yngvar-. La pena no es relativa. La suya es lo suficientemente grande por si misma. Y con el tiempo aprendera a vivir con ella. Escampara, Lukas. La vida tiene la bendita tendencia de curarse a si misma.

– Ella era solo mi madre. Usted perdio…

– Aun, a veces, me despierto en medio de la noche creyendo que Elisabeth y Trine todavia estan ahi. Pasa un segundo, quiza dos, antes de que comprenda donde estoy. Y el dolor que siento entonces es igual al del dia en que murieron. Dura mucho menos, claro. Media hora despues puedo estar durmiendo mi mejor y mas tranquilo sueno.

Sonrio debilmente.

– Ahora debo irme.

El frio lo golpeo cuando salio a los escalones de piedra. La lluvia caia de lado. Se levanto el cuello mientras caminaba hacia el porton del jardin sin mirar atras.

Lo unico que lograba pensar era que una de las fotografias sobre el estante del supuesto cuarto de huespedes habia desaparecido. El dia de Navidad habia alli cuatro retratos. Ahora habia solo tres: uno de Lukas de cuando era nino, sobre las rodillas de Erik; otro de toda la familia en un bote; el ultimo era la foto de Erik Lysgaard muy joven y serio, con gorra de estudiante. La borla le caia sobre el hombro. La gorra estaba correctamente ladeada.

Cuando Yngvar abrio el porton reaccionando con una mueca ante el ruido chirriante de las bisagras, se pregunto si no habria sido un error de calculo no preguntarle a Lukas que habia sucedido con el otro retrato.

Por otro lado, era bastante posible que no hubiese obtenido respuesta alguna.

En todo caso, no una creible.

Que alguien pudiese creer en este tipo de historias era incomprensible.

Inger Johanne estaba sentada con el ordenador portatil en las rodillas y navegaba sin objeto por la Red. Habia visitado el New York Times y el Washington Post, pero le costaba concentrarse. En todo caso, hallo entretenimiento en la pagina del National Enquirer.

Ragnhild dormia profundamente, e Isak estaba en la tarea de acostar a Kristiane. Sin que le agradase del

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