todo, empezo a desear que el se quedara. Para desprenderse de esa idea, reviso su correo. Tres mensajes nuevos aparecieron en la bandeja de entrada. Un par de absurdas ofertas, una de un producto para adelgazar desarrollado a partir de krill y unas de oso. Ademas, el mensaje de un remitente que tuvo que buscar un momento en su memoria para reconocer.
Karen Ann Winslow.
Inger Johanne recordaba a Karen Ann Winslow. Habian estudiado juntas en Boston, dos matrimonios y una eternidad atras. Era cuando Inger Johanne todavia creia que seria psicologa, cuando no imaginaba que pronto iba a dejar de lado, al menos temporalmente, esa formacion para seguir un curso con el FBI que casi le costaria la vida.
Abrio el mensaje, que provenia de una direccion privada y que no hacia alusion al lugar donde Karen trabajaba.
?Querida Inger! ?Me recuerdas? ?Ha pasado tanto tiempo! Lo pasamos realmente bien en el colegio, y de vez en cuando he pensado en ti. ?Como estas? ?Casada? ?Tienes hijos? Estoy impaciente por saberlo.
Busque tu nombre en Google y encontre esta direccion, espero que sea la correcta.
Me han invitado a una boda en Noruega, el 10 de enero. Una buena amiga se casa con un cardiologo de alli. La ceremonia tendra lugar en un pueblecito llamado Lillesand, cerca de Oslo. ?Vives alli todavia?
Inger Johanne penso que la idea que Karen tenia de «cerca» se toparia brutalmente con la realidad en cuanto viese la sinuosa y peligrosa carretera E-18 que conducia a Sorlandet.
Tendre que viajar sin mi marido y sin ninguno de mis hijos (?dos ninas y un nino, preciosos!), que estaran ocupados con otras actividades familiares. Llegare a Oslo tres dias antes de la boda, y me encantaria encontrarme contigo. ?Sera posible? Tenemos tanto que recuperar. Por favor hazme saber algo cuanto antes. Voy a estar en el Gran Hotel, en el centro de Oslo. Mil besos,
Karen [2]
«En todo caso acerto con la ubicacion del hotel», penso Inger Johanne, que cerro el mensaje, entro en Google e inserto el nombre de Karen en la casilla de busqueda.
Doscientos seis aciertos.
Obviamente debia de haber, por lo menos, dos norteamericanas con el mismo nombre, porque varios de los vinculos eran sobre una autora de libros infantiles, de setenta y tres anos. Hasta donde podia recordar, Karen debia haber comenzado sus estudios juridicos el mismo otono en que ella viajo a Quantico. Si la recordaba bien, la joven debio de obtener su titulo brillantemente. Muchos de los vinculos apuntaban tambien a la abogada de un bufete con base en Alabama con el nombre de American Poverty Law Center, APLC. Esta Karen Ann Winslow (al cabo de una rapida ojeada a los articulos, dedujo que parecia tener su misma edad) habia liderado entre otras cosas una campana contra el estado de Misisipi para clausurar las grandes prisiones para delincuentes juveniles, despues de haber demostrado que alli se cometian graves infracciones contra los derechos mas elementales de los ninos.
En cuanto Inger Johanne abrio el vinculo, recordo que ya habia visitado esa pagina de Internet. El bufete de abogados estaba entre los primeros en lo concerniente a la persecucion de delitos de odio. Ademas de proveer apoyo gratis a las victimas pobres, en su mayoria afroamericanas, realizaba extensas campanas como portavoz de perseguidos e indigentes. Ademas, era la fuerza detras de una impresionante red de inteligencia para la identificacion de grupos de odio a traves de todo el vasto continente americano.
Recorrio el interior del sitio de Internet, que estaba plagado de informacion. No encontro ninguna foto de los empleados. Debia de ser por razones de seguridad, concluyo. Despues de leer durante diez minutos, estaba convencida de que la abogada Karen Ann Winslow en APLC era su antigua companera de estudios.
– Perfecto -murmuro.
– De acuerdo -dijo Isak, y se dejo caer sobre la silla frente al sofa en donde estaba Inger Johanne-. Las dos ninas duermen. Si me lo permites, puedo echar un vistazo a tu nevera y ver que encuentro.
Inger Johanne no aparto la vista enseguida de la pantalla. Con un golpe de tecla, regreso a Outlook.
– Ve -susurro-. Yo tambien me he quedado con hambre con las salchichas.
?Querida Karen!
Muchas gracias por tu mensaje. ?Deseo tanto verte! Vivo en Oslo y estas invitada a quedarte en casa durante un par de dias. Debo advertirte, sin embargo, que gracias a Dios tengo dos hijas que son toda una experiencia.
Los dedos corrian sobre el teclado. Inger Johanne no pensaba, era como si hubiese una comunicacion directa entre sus manos y todo lo que le habia pasado en esos mas de diecisiete anos. Como si nada precisase adaptacion, reflexion; era como si no razonase, como si solo contase. Escribio de las ninas, de Yngvar, de su trabajo. Karen Winslow estaba muy lejos, al otro lado del mar; su antigua companera no conocia a nadie aqui y no tenia por que ser cuidadosa. Escribio sobre su vida como investigadora, sobre sus proyectos, acerca de su miedo a no ser una madre suficientemente buena para una hija que solo ella comprendia. Ni siquiera ella, si era sincera. Le escribio sin restricciones a la mujer con quien una vez fue joven y libre.
Se sentia casi corno si se confesara.
–
Tampoco tenias espagueti, por lo que estos son tallarines. Y tiene ademas una gran cantidad de ajo asado bien picado encima. Puede que no sean espaguetis a la carbonara, bien mirado.
Inger Johanne aspiro el aroma.
– Huele que alimenta -dijo distraida-. Hay vino en la alacena del rincon, si has de abrir una botella. Yo bebere Farris. ?Podrias alcanzarmela?
Miro la pantalla y se mordio, distraida, el labio inferior.
Marco resuelta todo el texto, excepto las tres primeras lineas, y apreto «eliminar» antes de terminar el corto mensaje que todavia quedaba:
Hazme saber los detalles de tu estancia en cuanto te sea posible. De veras que me encantaria verte, Karen, ?de veras! Hasta pronto,
Inger
– ?A quien le escribes con tantas ganas? -pregunto Isak poniendo los pies sobre la mesa antes de apoyar su plato sobre el pecho y empezar a engullir.
Sus maneras siempre la habian irritado.
Una vez mas.
El agarro con toda la mano la copa de vino llena hasta el borde y bebio un trago, con la boca aun repleta de comida.
– Comes como un cerdo, Isak.
– ?A quien le escribes?
– A una amiga -dijo ella, breve.
Cerro el ordenador portatil, lo dejo al lado y se inclino sobre el plato. La comida sabia tan bien como olia. Estuvieron asi sentados, sin hablar, hasta que terminaron de comer.
El vaso de
El
De su generacion ya no quedaba casi nadie que conociese la expresion, y sus companeros arrugaban la nariz con desagrado cuando el mezclaba soda con un whisky carisimo, en un vaso alto. Era el trago preferido de su
