Marianne lo estaba pasando mas o menos bien, la mantuvo despierta dos noches.

– No -dijo ella cuando la pausa empezo a ser embarazosa-. Por eso no creo que haya sido ella quien los escribio. Ella nunca hubiera escrito mal la palabra «excitante».

El policia abrio los ojos de forma tan dramatica que le recordo a un payaso en una malograda fiesta infantil. Los mechones de pelo le sobresalian detras de las orejas, la boca era de un rojo humedo y la nariz parecia una patata redonda.

– Entonces ahora tenemos una teoriaaa -dijo, y alargo la «a» tanto como pudo-. ?Alguien robo el telefono movil de Marianne y mando los mensajes en su lugar!

– Eso no es lo que estoy diciendo -protesto ella, aunque era exactamente lo que habia dicho-. Pero ?no comprende que… si Marianne hubiera estado envuelta en un crimen y alguien…?

Crimen.

La palabra paso a traves de ella. Le produjo un dolor fisico. No habia pensado en esa idea hasta ahora. No seriamente. No utilizando la expresion correcta.

Crimen.

– … y alguien quisiese hacer dificil que se descubriera, entonces…

– ?Que se descubriera?

– ?Si! ?Que desaparecio, quiero decir! O que esta…

Por segunda vez en menos de veinticuatro horas estuvo a punto de ponerse a llorar mientras otros la miraban.

Llamaron a la puerta.

– ?Kvam! ?Te buscan en la guardia!

Un hombre de uniforme sonrio y entro en el cuarto. Apoyo una mano en el hombro de su maloliente colega y senalo la puerta.

– Parece que tienen prisa.

– Estoy en medio de…

– Puedo hacerme cargo.

El detective Kvam se puso de pie con una mueca amarga. Comenzo a juntar los papeles que tenia delante.

– Dejalo todo alli. Yo terminare esto. Desaparicion, ?no es asi?

Kvam se encogio de hombros, se despidio con una inclinacion de cabeza y camino hacia la puerta. La cerro con un golpe fuerte.

– Synnove Hessel -dijo el nuevo policia-. Hace ya tanto tiempo.

Ella se incorporo a medias y encajo la mano extendida.

– ?Kjetil? ?Kjetil… Berggren?

– ?The one and only! Te vi alli afuera, y me senti… - extendio la mano frente a si y la movio de un lado a otro- preocupado cuando vi que Ola Kvam iba a recibir tu denuncia. El no es…, en realidad, esta retirado, y ahora durante las fiestas buscamos algunos suplentes para cubrir… Bueno, ya sabes. Todos tenemos lo nuestro. Vine en cuanto termine de hacer lo que tenia pendiente.

Kjetil Berggren habia ido a su misma escuela, solo que ella en un curso superior. Synnove casi ni lo recordaba, a no ser porque habia sido el campeon de atletismo del colegio. Establecio el record de 3.000 metros en Bugardsparken ya en el primer ano de secundaria y habia pertenecido el equipo nacional junior antes de ingresar en la facultad, recien salido del bachillerato.

Todavia parecia poder correr mas rapido que cualquiera.

– ?Te he seguido, ya lo sabes! -Sonrio ampliamente, entrecruzo los dedos detras de la nuca y se recosto sobre el respaldo, inclinando la silla-. ?Muy buenos documentales! Especialmente ese que hiciste desde…

– Tienes que ayudarme, Kjetil.

A ella le parecio que las pupilas de el se achicaban. Quiza

fuese porque de pronto la luz le cayo en los ojos cuando dejo que las patas delanteras de la silla tocasen el suelo y se inclino hacia ella.

– Por eso estoy aqui. Nosotros. La Policia. To protect and to serve, como dicen.

Otra vez ensayo una sonrisa, que tampoco entonces fue retribuida.

– Estoy absoluta, pero absolutamente segura de que algo terrible le ha sucedido a mi pareja.

Kjetil Berggren acomodo despacio los papeles frente a si y los coloco en una carpeta que empujo hacia la izquierda de la gran mesa que los separaba.

– Lo mejor es que lo oiga todo junto -dijo-. Desde el principio.

Al comienzo habia entendido a su padre.

Cuando la Policia llamo al timbre de la casa de Os en la noche de Navidad, justo antes de que todos se fuesen a dormir, Lukas Lysgaard penso ante todo en su padre. Su madre habia muerto, dijo el policia, y parecia sinceramente apenado por tener que darle aquella noticia tan triste. Es verdad que tenian consigo al arcipreste de Fana, el colega mas intimo de su madre, pero el pobre hombre estaba tan transido por la pena que se habia quedado sentado en el coche mientras los dos policias se encargaban de la triste tarea de decirle a Lukas Lysgaard que su madre habia sido asesinada hacia tres horas.

Lukas habia pensado de inmediato en su padre.

Tambien en su madre, por supuesto; amaba a su madre. Una pena sorda empezo a drenarlo de fuerza en cuanto entendio bien lo que le decian. Pero era su padre el que lo habia preocupado.

Erik Lysgaard era un hombre apacible.

Algunos decian que era indeciso, pero otros sabian apreciar al tipo tranquilo, retraido. Nunca se daba mucha importancia a si mismo fuera de la familia. Solo lo justo. Hablaba poco, y escuchaba mucho. Erik Lysgaard era un hombre al que uno se acostumbraba al conocerlo mas de cerca. Tenia sus amigos, por supuesto, algunos companeros de infancia y un par de colegas del colegio en donde trabajaba hasta que la espalda se le puso tan dificil que lo retiraron por invalidez.

Pero fundamentalmente era el marido de su esposa.

«Solo no es nadie», fue el pensamiento que golpeo a Lukas cuando comprendio que su madre habia muerto. «Papa no es nadie sin mama.»

Y al principio lo habia entendido.

Esa noche, la bendita, terrible noche que Lukas no olvidaria jamas en su vida, la Policia lo condujo a Nubbebakken. El mayor de los policias habia preguntado si querian tener compania hasta que llegase el nuevo dia.

Ni el ni su padre querian a nadie en la casa.

Su padre se habia reducido hasta algo que era dificil de reconocer. Estaba tan delgado y debil que casi no proyectaba sombra cuando le abrio la puerta a su hijo y le dio la espalda, sin decir una palabra, y regreso a la sala.

Lloro de forma aterradora. Durante un buen rato lo hizo casi en silencio, para enseguida aullar bajo y largo, sin sollozos; un dolor animal que asusto a Lukas, que se sintio mas desamparado de lo que esperaba, en especial porque su padre le negaba el contacto fisico. Tampoco queria hablar. Cuando fue evidente que empezaba a hacerse de dia, una manana de Navidad negra como el carbon y lluviosa, Erik acepto finalmente tratar de dormir. Pero no quiso que su hijo lo ayudase, pese a que Eva Karin, durante mas de diez anos, cada noche, le habia quitado los zapatos y lo habia ayudado acompanandolo hasta la cama para aplicarle en la espalda un balsamo casero que asiduamente recibia de uno de los feligreses de sus anos en Stavanger.

Igualmente, Lukas lo habia entendido.

Ahora empezaba lo dificil.

Ya habian pasado cinco dias desde el asesinato y nada habia cambiado. Su padre no habia comido nada durante esos dias. Bebia agua, mucha agua, y un par de tazas de cafe con azucar y leche por las tardes. Ni siquiera cuando Lukas lo llevo a casa junto a su propia familia, con la esperanza de que sus nietos le despertasen algun tipo de chispa de vida en el viejo, quiso comer algo. La visita fue un fiasco. Los ninos estaban aterrados al ver a su abuelo llorar de forma tan rara, y el mayor, de ocho anos, ya tenia suficiente con aceptar que la abuela no volveria nunca, nunca, nunca mas.

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