– Asi no va, papa.
Lukas empujo un puf hasta el sillon orejero de su padre y se sento en el.
– Debemos pensar en el entierro. Tu debes comer. Eres una sombra de ti mismo, papa, y esto no puede seguir asi.
– No puede haber entierro hasta que la Policia lo autorice -dijo el padre.
Hasta su voz se habia hecho mas delgada.
– No. Pero debemos planificarlo.
– Tu puedes hacerlo.
– No estaria bien, papa. Tenemos que hacerlo juntos.
Silencio.
El viejo reloj de pie se habia detenido. Erik Lysgaard habia dejado de izar las pinas de bronce, pesadas como el plomo, que colgaban bajo la esfera, antes de irse a dormir cada noche. Ya no precisaba escuchar como pasaba el tiempo.
El polvo bailaba en la luz que entraba por la ventana.
– Tienes que comer, papa.
Erik alzo la mirada y tomo con cuidado las manos de su hijo entre las suyas, por primera vez desde la muerte de Eva Karin.
– No. Eres tu quien debe comer. Eres tu quien debe seguir viviendo.
– Papa, tu…
– Tu eras el hijo de nuestra dicha, Lukas. Nunca un hijo fue mas bienvenido que tu.
Lukas trago saliva y sonrio.
– Eso dicen todos los padres. Yo mismo se lo digo a mis hijos.
– Pero hay tanto que tu no sabes.
Aunque afuera seguian los sonidos de la ciudad, era como si no lograsen colarse dentro de la casa muerta de Nubbebakken. Lukas no podia siquiera oir el latido de su propio corazon.
– ?Que quieres decir? -pregunto.
– Hay muchas cosas que se van con una persona. Con Eva Karin se fue todo. Asi debe ser.
– Tengo derecho a saber, papa. Si es algo que tiene que ver con la vida de mama, con vuestra vida, como…
La risa seca de su padre lo asusto.
– Todo lo que tu tienes que saber es que fuiste un hijo amado. Siempre fuiste el gran amor de tu madre, y el mio.
– ?Fui?
– Mama murio -dijo su padre con dureza-. Yo no voy a vivir mucho mas.
Lukas recogio bruscamente las manos y enderezo la espalda.
– Recuperate -dijo-. Recuperate ya.
Se puso de pie y comenzo a andar rapido por el cuarto.
– Esto debe terminar. Ahora. ?Ahora! ?Me escuchas, papa?
Su padre apenas reacciono ante aquel violento arrebato. Se quedo alli sentado, tal como habia estado sentado en el mismo sillon, con la misma expresion vacia, desde hacia cinco dias.
– ?No puedo entenderlo! -grito Lukas-. ?Mama no puede entenderlo!
Cogio una figura de porcelana de una pequena mesa al lado del televisor. Dos cisnes en un corazon dividido, regalo de bodas de los padres de Eva Karin. Habia sobrevivido a ocho mudanzas y era una de las cosas mas queridas de su madre. Lukas agarro los cisnes por el cuello con ambas manos. Los golpeo contra su muslo hasta que le dolieron los musculos y las figuras se rompieron en pedazos. Los bordes cortantes se le hincaron en las palmas. Cuando arrojo los restos al suelo, la sangre salpico la alfombra.
– No te permito morir. ?No te permito morir, cono!
Tenia que llegar a eso.
Lukas Lysgaard no se habia atrevido nunca a decir tacos en presencia de sus padres, ni siquiera en su plena juventud. Ahora su padre se puso de pie a una velocidad que nadie hubiese creido posible juzgando su condicion. Tres pasos y se planto frente a su hijo. Levanto el brazo. El puno se detuvo a pocos centimetros de la mandibula del joven. Y ahi se detuvo, como congelado en una escena absurda; mas alto ahora, y mas ancho. Era de el de quien Lukas habia heredado los hombros, y era como si de pronto estos hubieran encontrado su lugar. Todo el hombre se agrando. Lukas no respiraba. Se encogio bajo la mirada de su padre, como si hubiese vuelto a ser un adolescente. Terco y joven, y el muchachito de su padre.
– ?Por que estaba mama caminando por la calle?
Erik dejo caer la mano.
– Es un asunto entre Eva Karin y yo.
– Creo que se por que.
– Mirame.
Lukas observo sus propias palmas. En la raiz de cada pulgar habia una profunda rasgadura. La sangre seguia goteando hacia la alfombra.
– Mirame -repitio Erik.
Cuando Lukas todavia no lograba levantar el rostro, sintio la mano de su padre sobre su mejilla sin afeitar. Finalmente levanto la vista.
– Tu no sabes nada -dijo Erik.
«Si -penso Lukas-. Quiza siempre lo supe. Por lo menos durante mucho tiempo.»
– De veras que no sabes nada -repitio su padre.
Estaban tan cerca que el aliento de uno acariciaba la piel del rostro del otro con pequenos soplos. Y de la misma forma en que los malos pensamientos se convierten en secretos rigidos cuando no se comparten, ambos cargaban con la certeza de algo que estaban convencidos que el otro ignoraba. Se quedaron ahi quietos, avergonzados cada uno a su modo, sin que hubiera nada que decirse.
– Me averguenza decirlo, Synnove, pero este es el tipo de casos en los que tratamos de mantenernos bastante a la expectativa.
En todo caso, Kjetil Berggren habia logrado bajar la temperatura dentro de la pequena sala de interrogatorios. Ahora estaba sentado con las mangas de la camisa arremangadas de manera antirreglamentaria y tamborileaba distraido con un lapiz sobre la pierna del pantalon.
Ella lo conto todo tal como era, sin esconder nada. El que cada palabra suya hiciese que la desaparicion de Marianne resultase cada vez menos sospechosa era algo que todavia no entendia bien.
– Comprendo -dijo, docil.
– Una cosa es que ni siquiera has hablado todavia con sus padres.
– ?Marianne no tuvo contacto con ellos desde que nos mudamos a vivir juntas!
– Entiendo -dijo el, y se paso la mano por el cabello bien corto-. En principio estoy de acuerdo contigo en que hay razon para preocuparse. Pero es que…
Estaba marcadamente menos entusiasta ahora que cuando la rescato de Ola Kvam hacia ya una hora y media. Se sentaba inquieto en la silla y no habia tomado una sola nota en mas de treinta minutos.
– Uno debe hablar con la familia cercana antes. Hasta donde entiendo, tu no contactaste con nadie todavia.
El enervante tamborileo contra la pierna se hizo mas fuerte.
– Ni siquiera con sus padres -repitio el.
Como si los padres de una mujer de cuarenta y dos anos tuviesen respuesta para todo.
– No vinieron cuando nos casamos -dijo Synnove, agotada-. ?Por que se te ocurre que ahora podrian saber algo de Marianne?
– Al fin y al cabo iba a visitar a la tia de su madre, ?verdad? Eso puede querer decir que su madre tiene…
– ?Esa tia aparecio de la nada! Escucha, Kjetil: Marianne rompio con sus padres despues de un terrible enfrentamiento hace ya mas de trece anos. Obviamente, tuvo que ver conmigo. Mantuvo una especie de contacto con su hermano, pero solo eventualmente. No tiene abuelos y su padre es hijo unico. La madre tiene a toda la
