Rolf habia regresado con los brazos llenos de manteles, servilletas y velas de estearina.

– Pero Marcus, estas… ?Marcus!

Rolf dejo caer al suelo todo lo que llevaba.

– ?Estas enfermo? ?Marcus?

– Todo en orden -dijo Marcus-. Solo me siento un poco mareado. Ya paso. Tranquilizate.

Rolf le paso la mano por la espalda. Como era casi una cabeza mas alto que Marcus, tuvo que inclinarse para encontrar la mirada abatida.

– ?Es…, tienes…, es otro ataque de panico?

– No, no.

Marcus sonrio.

– Hace muchos anos de eso. Tu me curaste, ya te lo dije.

Le costaba mover la lengua seca, entumecida. Puso las manos en los bolsillos, humedas de sudor frio.

– ?Quieres agua? ?Te traigo agua, Marcus?

– Gracias, eso estaria bien. Un poco de agua y enseguida me sentire de nuevo perfectamente.

Rolf desaparecio. Marcus se quedo solo.

Si no hubiese estado tan solo. Si hubiese hablado con Rolf desde el principio. Podrian haber hallado una solucion. Juntos hubieran determinado que era lo mejor que podian hacer. Juntos podian sobrellevarlo todo.

De pronto inspiro con violencia por la nariz. Enderezo bien la espalda, hizo un esfuerzo considerable para producir saliva y se abofeteo ambas mejillas con las manos abiertas. No habia nada que temer. Decidio una vez mas que no habia nada de que preocuparse.

Habia leido un pequeno articulo sobre Niclas Winter en el N?ringstivet en visperas de Ano Nuevo. Uno podia leer entre lineas que el hombre habia muerto de una sobredosis. Ese tipo de cosas nunca se escribian con todas las palabras, en todo caso no al cabo de tan poco tiempo. La muerte del artista se vinculaba con su estilo de vida poco ortodoxo, como se formulaba con consideracion. La lucha por los derechos sobre las obras aun no vendidas ya habia comenzado. Les vino bien que el autor muriese; tres duenos de galerias y un conservador las valoraban en el doble del precio que tenian una semana atras. El articulo era mas interesante de lo que el espacio de la columna hacia suponer. Seguramente seguirian con otros mas.

Niclas Winter habia muerto de una sobredosis y Marcus Koll junior no tenia nada que temer. Se centro en eso y se concentro hasta que Rolf regreso a toda prisa con un gran vaso de agua. Los cubitos de hielo hicieron ruido cuando lo vacio de un solo trago largo.

– Gracias -dijo-. Ya me encuentro mejor.

«No tengo nada que temer», penso mientras ponia la mesa. Mantel rojo, servilletas rojas con orlas plateadas, velas rojas o de verde navideno en los candelabros de vidrio incrustados con plata. Niclas Winter tiene que darse las gracias a si mismo, penso con obstinacion. No debia de haberse inoculado esa sobredosis.

Su muerte no tiene nada que ver conmigo.

Era casi como si se lo creyera.

Trude Hansen estaba bastante segura de que era la vispera de Ano Nuevo.

El pequeno apartamento era todavia un caos de restos de comida, botellas vacias y ropa sucia. Habia trozos de papel plateado desparramados por todas partes, y en un rincon un envase para pizzas estaba siendo usado como letrina por el aterrorizado gato que maullaba sentado en el marco de la ventana.

– ?Bueno, bueno, Pusi! ?Bueno, bueno, mi pequeno Pusi! ?Ven con mama, asi!

El animal se encrespo y arqueo el lomo.

– ?No debes enfadarte con mama!

La voz era suave y ligera. No podia recordar si le habia dado de comer a Pusi. No hoy, en todo caso. Quiza tampoco ayer. No, tampoco ayer, porque entonces habia estado furiosa porque aquel maldito animal se habia orinado sobre la pizza.

– ?Chis, chis!

Trude dio un paso hacia el gato, que salio disparado como un cohete hacia el sofa forrado de piel. Ahi comenzo a afilar las unas contra los almohadones con movimientos ritmicos y acompasados.

Debia de ser la vispera de Ano Nuevo, creia Trude.

Trato de abrir la ventana. Estaba atascada, y se rompio una una en el intento. Al final se abrio; de pronto y con un ruido. El aire helado entro en el cuarto atiborrado y Trude estiro hacia fuera el torso por encima del marco.

Por encima de los edificios hacia el oeste, de viejas casas que bloqueaban la vista directa del parque Sofienberg, podia ver las bengalas. Globos de luz rojos y verdes caian lentos hacia el suelo y fuentes de luz estallaban en el cielo. El olor de la polvora ya empezaba a inundar las calles. Amaba el olor de los fuegos de artificio. Por suerte siempre habia alguien que no podia esperar hasta medianoche.

Tenia solo para un viaje mas. Lo habia guardado para la noche, el dia habia sido soportable unicamente gracias a una botella de aguardiente que alguien habia olvidado bajo la cama.

Era dificil saber lo tarde que era.

Cuando estaba a punto de cerrar la ventana, Pusi salto hacia afuera. El animal camino con rapidez sobre la estrecha cornisa, antes de sentarse dos metros mas alla y maullar.

– ?Ven, Pusi! ?Ven con mama!

El gato se aseaba. Despacio y a conciencia, paso la lengua sobre la piel. Con ritmo, cada cuatro lamidas, se rascaba con las patas detras de las orejas.

– ?Pusi! -farfullo Trude lo mas rigidamente que pudo y se estiro hacia el gato-. ?Ven ahora mismo!

Sintio que ya no tenia contacto con el suelo. Si se agarraba del marco entre los dos paneles inferiores de la vieja ventana de cuatro vidrios partidos, quiza podria alargar la otra mano lo suficiente como para asir el cuello del gato. Cerro los dedos sobre la madera. El viento helado le acaricio los antebrazos desnudos y ella castaneteo los dientes.

– ?Pusi! -alcanzo a decir por ultima vez, antes de perder el equilibrio y caer.

Como vivia en el tercer piso y se golpeo contra el asfalto, primero con la cabeza y luego con el hombro izquierdo, murio en el acto. Como un hombre estaba fumando asomado a la ventana al otro lado de la calle, la Policia fue alertada de inmediato. Y como el tipo pudo contar lo que habia sucedido, a la vez que la puerta del apartamento vacio de Trude estaba cerrada por dentro con una cadena de seguridad, no hubo nunca razon alguna para investigar el caso mas en detalle. Un accidente, nada mas. Una desgracia fortuita.

El 31 de diciembre de 2008, una hora y media antes de que se festejase la llegada del nuevo ano, no habia nadie en todo el mundo que pudiese sacrificar un pensamiento por Runar Hansen.

Fue asesinado en un parque en el lado oeste de la ciudad el 19 de noviembre del mismo ano, a los cuarenta y un anos. Muerta su hermana, ya ni siquiera fue ese recuerdo vago y anestesiado que habia sido.

Nadie se preocupo tampoco de Pusi, sobre la cornisa.

Synnove Hessel acaricio el lomo del obeso gato. Estaba bien instalado en su falda y el ronroneo tenue y ronco era un murmullo de baja frecuencia en cada aspiracion y cada exhalacion. Habia algo sedante en el ruido y en la total devocion del animal cuando empujaba la cabeza contra su mano cada vez que ella dejaba de acariciarlo.

– Estoy muy contenta de haber podido venir -dijo.

– Faltaria mas -dijo la mujer sentada al otro extremo del sofa con una botella de cerveza en la mano-. Yo tampoco tengo muchas ganas de fiesta.

El apartamento era mas bonito de lo que Marianne lo habia descrito la ultima vez que hablo por telefono con Synnove. Marianne habia estado en casa de Tuva en Grefsenkollveien el sabado 19 de diciembre por la tarde. Se habian hecho las ocho de la noche, y Marianne le habia parecido llena de expectativas respecto del largo viaje. Synnove habia tratado de ocultar su decepcion porque no podrian celebrar juntas la Navidad, sin lograrlo del todo. Habia habido un tono frio, punzante, entre ambas antes de que terminasen la comunicacion.

Se le ocurrio que la despedida telefonica hacia menos llamativo el que los SMS de Marianne fuesen tan

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