– Deten ese coche -le grito a su colega, que ya estaba en camino a bordo de una tremenda motocicleta.
Durante exactamente cinco dias habia estado prohibido comprar sexo en Noruega. La nueva disposicion legal habia pasado el tramite del Parlamento sin mucho ruido, pese a que no parecia que la decision fuese a significar una reduccion significativa de la venta de sexo. La flagrante prostitucion callejera habia crecido, temporalmente amparada, quiza para poder asi apreciar mejor la situacion real. De todos modos, todavia abundaban las ofertas en Oslo, de ambos sexos, y tampoco los clientes habian desaparecido. Todo el asunto se volvio mas complicado para todas las partes, y quizas esa era la intencion.
El muchacho se tambaleaba, pero era rapido. De todos modos, el teniente Bork no necesito correr mas de quince metros hasta alcanzarlo.
El cliente del coche caro estaba aterrado. Tenia alrededor de treinta y cinco anos y habia tratado de ocultar con una manta vieja dos asientos para bebe que llevaba en el asiento trasero. La bragueta de los vaqueros de marca estaba todavia bajada cuando la puerta delantera se abrio violentamente. En cuanto salio a la calzada como se le pidio, empezo a llorar.
– ?Joder! -grito el muchacho al otro lado de la calle-. ?Me vas a matar!
– Para nada -dijo el oficial Bork-. Y si te portas bien, no voy a esposarte, ?vale? No es muy agradable, o sea, que yo en tu lugar…
Podia sentir que, aunque a reganadientes, el muchacho comenzaba a resignarse. El cuerpo flaco se relajaba poco a poco. Cuando el muchacho se volvio, le parecio todavia mas joven que desde la distancia. El rostro era infantil y blando en las facciones, a pesar de que apenas debia pesar mas de sesenta kilos. Una cicatriz de herpes le subia desde el labio superior hasta la fosa nasal izquierda, que estaba agrandada por una ulcera con costra. El oficial Bork sintio un escalofrio y le dieron mas ganas de dejarlo escapar que de cualquier otra cosa.
– ?Yo no hecho nada malo!
Rozo el borde de la cazadora bajo la nariz.
– No esta prohibido venderse. ?Es ese desgraciado el que tiene que ir a la carcel!
– Te vamos a poner una multa, me parece. Pero como tu eres nuestro testigo, tambien hemos de mantener una charla contigo. Vamos a nuestro coche. Ven. ?Como te llamas?
El muchacho no respondio. Testarudo, se quedo quieto cuando Knut Bork le hizo senas para que comenzara a caminar.
– Escucha -dijo el policia-. Hay dos formas de hacer esto. Esta la forma buena y facil, y esta la que no es en absoluto divertida. Ni para ti ni para mi. Pero puedes elegir.
Ninguna respuesta.
– ?Como te llamas?
Todavia ninguna respuesta.
– Ok -dijo Knut Bork, y saco las esposas-. Las manos a la espalda, por favor.
– Martin. Martin Setre.
– Martin -repitio el policia, que guardo las esposas-. ?Llevas algun tipo de identificacion encima?
Debil negativa con la cabeza y encogimiento de hombros.
– ?Que edad tienes?
– Dieciocho.
Knut Bork se rio, despectivo.
– Diecisiete -dijo Martin Setre-. Pronto. Pronto diecisiete.
Los lloriqueos del cliente se hacian cada vez mas elevados. Era casi la una de la madrugada y el trafico era moderado. Escucharon el traqueteo del tranvia desde Prinsensgate y un taxista hizo sonar, indignado, su bocina ante los dos coches mal aparcados cuando paso al lado con la luz del techo encendida, en busca de pasajeros. Los banquetes navidenos y la crisis financiera habian puesto coto a la vida nocturna en enero y la ciudad estaba como vacia.
– Knut -grito fuerte el colega-. ?Me parece que debes venir un momento!
– Ven aqui -dijo Knut Bork, y agarro al muchacho por el antebrazo; era tan delgado que pudo darle la vuelta con la mano sin problemas.
El muchacho lo siguio con desgana.
– Me parece que tenemos que arrestar a este tipo -dijo el colega cuando se acercaron-. ?Mira lo que tenemos aqui!
Bork miro dentro del coche.
La consola del medio entre los asientos delanteros estaba abierta. En el espacio que habia bajo el apoyabrazos, pensado para colocar algun articulo pequeno y necesario, habia una bolsa repleta que apenas cabia alli. Knut Bork se coloco un par de guantes de plastico y cogio un poco del contenido.
– ?Mira por donde! -dijo, y probo la sustancia-. ?Hachis, me imagino?
La pregunta era innecesaria y, por lo tanto, no obtuvo respuesta. El policia sopeso el paquete con la mano y parecio cavilar.
– Medio kilo, mas o menos -dijo al final-. ?Vaya, vaya!
– No es mio -lloriqueo el hombre-. ?Es suyo!
Senalo a Martin.
– ?Eh! -grito el muchacho-. ?Muchas putas gracias! ?Te dije cinco gramos por el trabajo y mira lo que me das!
Abrio la cremallera de la cazadora y busco algo en el bolsillo interno. Finalmente encontro lo que buscaba, lo extrajo y lo sostuvo entre el indice y el dedo corazon.
– Como mucho, tres gramos -dijo balanceando ante si el pedacito envuelto en filme plastico-. ?Como mucho! ?Como si yo hubiese dejado el coche si el paquete grande hubiera sido mio! ?Como si no me lo hubiese llevado de ser el dueno! ?Me crees imbecil o que?
– Tiene su cosa, ?no crees?
El cliente sollozo cuando el policia le apoyo una mano en el hombro en espera de una respuesta.
– ?Por favor! ?Solo les pido que no se lleven el coche! Hare lo que quieran, puedo…, pueden quedarse con…
–
– ?Puedo irme? -pregunto Martin, bajito-. Yo no soy el que ustedes quieren. Me van a mandar al correccional de menores, que es solo un monton de papeleo para ustedes, y despues…
– Creia que habias dicho que eras mayor. Vamos.
Paso un bus nocturno. Tuvo que zigzaguear entre los coches, que bloqueaban cada uno su carril. Solo un pasajero miro con curiosidad a los cuatro hombres antes de que el bus siguiese su camino; entonces pudieron hablar otra vez.
– Mi coche -lloriqueaba el hombre mientras lo guiaban al coche de la policia-. ?Mi mujer lo necesita manana temprano! ?Tiene que llevar a los ninos al parvulario!
– Por decirlo de alguna manera -contesto Knut Bork, ayudando al hombre a sentarse en el asiento trasero-, manana temprano tu mujer tendra problemas mucho mas grandes que conseguir que alguien la lleve al parvulario.
Chico de la calle
El problema era que mucha gente habia empezado a quejarse de la mala ventilacion. Del mal olor, propiamente. El conserje habia tenido mas que suficiente trasladando huespedes a medida que estos regresaban de las habitaciones asignadas y que no podian ocuparse. Lo extrano era que no se trataba de un sector del hotel. Por el contrario, las quejas llegaban de una habitacion por aqui y otra por alla, y al final el esquema de distribucion se estanco. Teniendo en cuenta el numero de habitaciones que ya no podian utilizarse, el hotel estaba criticamente superpoblado.
El hotel Continental de Oslo era un establecimiento orgulloso, que definitivamente no aceptaba el mal olor en las habitaciones de sus huespedes.
