El factotum Fritjof Hansen habia tratado de encontrar una solucion durante mas de cincuenta minutos. Empezo con la primera habitacion rechazada: el cliente era un irritado frances que amenazaba con mudarse al Grand. Un olor dulce y empalagoso lo golpeo en cuanto abrio la puerta. Hasta donde podia ver, no habia nada que pudiese explicar el hedor. El bano estaba recien limpiado. Todos los cajones estaban vacios, a no ser por la edicion obligatoria del Nuevo Testamento y algunos folletos sobre la vida nocturna en Oslo y otras posibilidades de entretenimiento. Era cierto que encontro un parche de algodon sucio bajo la cama, ademas de un condon, embarazosamente oculto por una de las patas del mueble. Pero nada que oliese. Hasta donde pudo comprobar, no habia zonas de la habitacion en donde el olor fuese mas pronunciado que en otras. Y en cuanto se salia al pasillo, olia otra vez a lujo, sequedad y limpiador de alfombras. En la habitacion vecina todo estaba en orden. Cuando abrio otra puerta mas cercana a la entrada, la pestilencia estaba otra vez alli.
Simplemente no se podia creer.
Precisamente ahora estaba abajo en el vestibulo, con las piernas separadas y con las manos a la espalda, mientras olisqueaba el aire. Si bien Fritjof Hansen era un hombre de sesenta y tres anos y tenia el olfato algo debilitado despues de haber fumado un buen numero de cigarrillos diarios durante cuatro decadas, una vez que hubo terminado con eso, hacia ya tres anos, tanto ese sentido como el del gusto se le habian aclarado.
– Edvard -dijo, reteniendo con un gesto de la mano al botones que pasaba vacilante con una cartera bajo el brazo y una maleta en cada mano-. ?Notas un olor raro por aqui?
– No -jadeo Edvard sin detenerse-. ?Pero el sotano huele que apesta!
– ?Aja!…
Fritjof Hansen junto los pies como un soldado y se sacudio una mota de polvo imaginaria del mono que vestia. Era verde, estaba recien planchado y las rayas en las piernas del pantalon se marcaban como cantos afilados. Los zapatos negros le brillaban. La tarjeta de identidad, que combinada con su cinta magnetica y el poco sabiamente elegido codigo 1111, le permitia tener acceso a todos los cuartos del edificio, colgaba de un mosqueton en el cinturon mediante un cordon extensible. Cuando empezo a caminar lo hizo tambien a la estricta manera militar.
El sotano del Continental era un laberinto poco claro, aunque no para Fritjof Hansen. Habia manejado grandes y pequenos detalles en el hotel durante mas de dieciseis anos. Cuando le dieron el titulo de gerente de mantenimiento el ano anterior, entendio que, de algun modo, era solo para premiar su lealtad. Realmente no era jefe de nada. Antes de obtener ese trabajo en el Continental, habia precintado paquetes para una empresa de seguridad en Groruddalen. Como parecia ser muy habil con las manos, se convirtio en una especie de conserje informal del lugar. Hasta que su jefe lo recomendo para un puesto en el Continental. Se habia presentado a la entrevista recien afeitado, con su caja de herramientas y un buen traje. Consiguio el puesto, y desde entonces no falto un solo dia.
No le gustaba el sotano.
Las complejas maquinas de alli abajo las mantenian especialistas. Podia suceder que Fritjof Hansen cambiase una lamparita o reparase una puerta que se hubiese salido de registro, pero el hotel tenia contratos con firmas externas para el mantenimiento y la continua modernizacion del cuarto de calderas. Tambien del sistema de ventilacion. En el techo y en su propio local en el piso superior estaba el modulo que tomaba aire fresco de fuera. En el sotano estaba el sistema mecanico. Con los anos, se habian construido y suplementado de tal manera que en la practica funcionaban como dos sistemas separados. En la ultima modernizacion, se habia aconsejado que el hotel lo cambiase todo de una vez. Resulto demasiado caro, y a traves de un acuerdo entre la direccion del hotel y el proveedor del equipo, en su lugar se proveyo un nuevo agregado menor para aliviar el viejo sistema. Fritjof Hansen podia oir el rumor monotono desde mucho antes de llegar al pasillo mas alejado, donde estaba la puerta cerrada que se abria al cuarto de las maquinas.
En cuanto bajo las escaleras, arrugo la nariz. No olia igual que en las habitaciones contaminadas, pero aqui tambien habia un olor extrano, dulce, mezclado con polvo y humedad, ademas del olor caracteristico de lo viejo.
Fritjof Hansen no creia en fantasmas. Creia en su hermano, en el Partido Socialdemocrata y en la direccion del hotel, que le habia prometido que tendria trabajo alli mientras pudiese sostenerse en pie y caminar. Con los anos habia empezado tambien a confiar en si mismo. Los fantasmas eran invisibles. Lo que no se podia ver, no existia. De todas maneras siempre sentia esta extrana incomodidad cuando buceaba en los largos pasillos estrechos con las muchas puertas de estancias que escondian cosas que conocia, pero que, por lo general, no comprendia.
Cuando torcio el pasillo hacia la izquierda, el olor se hizo mas penetrante. Se acercaba al sistema de aire acondicionado, que se encontraba en dos cuartos separados, uno al lado del otro. A cada paso que daba, la incomodidad iba en aumento. Penso que tal vez deberia buscar a alguien. Edvard era un buen tipo al que le gustaba conversar cada vez que podia.
Sin embargo, era solo el botones. El era jefe de mantenimiento, con un cartel identificatorio sobre el pecho y un codigo para entrar a cualquier lugar en todo el edificio. Aquel era su trabajo, y el conserje habia dicho que tenia una hora para solucionar el asunto antes de que la direccion del hotel llamase a un servicio profesional.
Como si el no fuese un profesional.
Aunque casi todo era viejo en el sotano, la cerradura del cuarto era un moderno lector de tarjetas. Paso la suya por el lector de la puerta mas cercana e introdujo el codigo con tanta decision como pudo.
Abrio la puerta.
La fetidez lo golpeo con una fuerza que le hizo retroceder un par de pasos. Se tapo la nariz con la mano antes de adelantarse de nuevo con obstinacion.
Se quedo parado en el vano de la puerta del cuarto oscurecido, y con la mano libre busco el interruptor. Cuando lo hallo, casi se quedo ciego por el resplandor de los tubos fluorescentes, que, de pronto, inundo el cuarto con una incomoda luz azul.
Cuatro metros mas alla, medio ocultas tras un artefacto que no sabia que era, vio unas piernas, de la rodilla hacia abajo. Era dificil decir si pertenecian a una mujer o a un hombre.
Fritjof Hansen tenia un ritual nocturno. Diariamente, a las nueve y treinta y cinco de la noche, veia
Grissom era el mejor de todos.
En todo caso, a Gil Grissom no le hubiera gustado que el jefe de mantenimiento de un hotel respetable entrase en el lugar del crimen y destruyese las muchas pruebas microscopicas que podian encontrarse alli. Fritjof Hansen estaba seguro de que aquello era la escena de un crimen. En todo caso, la persona de ahi, al lado de la pared, estaba muerta. Recordo un episodio en donde Grissom habia establecido la hora exacta de un asesinato estudiando el desarrollo de las larvas de las moscas que pululaban sobre un cadaver descompuesto. Habia sido suficientemente desagradable por television.
– Remuerto -murmuro para convencerse-. Aqui apesta a muerte.
Retrocedio despacio y cerro la puerta. Verifico mediante el picaporte que la cerradura estuviese echada y comenzo a caminar de regreso hacia las escaleras. Antes de llegar a la esquina donde el pasillo formaba un angulo de 90 grados, empezo a correr.
– De hecho considere dejar que se escapara. Pero entonces encontramos el hachis. Tuve que hablar seriamente con el, y entonces me di cuenta de que…
El oficial Knut Bork alcanzo un informe personal a Silje Sorensen mientras caminaban juntos hacia la zona azul de la Central de Policia. Ella lo tomo y se detuvo mientras dejaba que sus ojos recorriesen la hoja.
Tras hacer una verificacion mas precisa, habian comprobado que Martin Setre tenia quince anos y once meses de edad. Habia pasado la primera parte de su vida con sus padres biologicos. Ya en el parvulario destaco como un pajaro de mal aguero. Infracciones constantes. Cardenales. Estaba claro que el muchacho era negligente tambien en el parvulario, pero la mayor parte de las heridas las traia de su casa. Cuando el director de Pedagogia pidio un informe sobre el nino, se sugirio un diagnostico de TDAH. Antes de que la investigacion comenzase, la familia se mudo. Martin comenzo a ir a la escuela en un pequeno distrito de Ostfold y al cabo de solo medio ano lo internaron en el hospital con dolores de estomago que nadie podia explicar. Durante la primavera del primer ano,
