la familia volvio a mudarse, despues de que una de las maestras llegase de visita sin haberse anunciado, para encontrar al nino encerrado en un deposito para bicicletas y vestido con muy poca ropa. La mujer denuncio el caso a Proteccion de Menores, pero antes de que el expediente alcanzase a llegar al tope de la pila, la familia se habia mudado de nuevo. La vida de Martin continuo asi hasta que, a los once anos, le internaron en el hospital de Ulleval con una fractura de craneo. Por suerte se le pudo salvar la vida, pero darle una resulto ser mucho mas dificil.

Desde entonces, el muchacho entro y salio de instituciones y orfanatos. La ultima vez que se escapo fue durante las Navidades, de una institucion de proteccion de menores en la que lo habian internado contra su voluntad.

Se habia sobreseido a los padres por falta de pruebas.

– Ptm -murmuro Silje levantando de nuevo la vista.

– ?Como?

– Puta madre -dijo ella mas claramente.

– Puede decirse eso -contesto Knut Bork invitandola a avanzar-. Esta aqui sentado.

Saco una llave y la introdujo en la cerradura.

– Estrictamente, no tenemos derecho a encerrarlo -dijo en voz baja-. En todo caso, no sin supervision. Pero el tipo hubiera andado por todos lados si yo hubiera dejado esta puerta abierta por un segundo. Trato de escaparse tres veces cuando lo traiamos de Proteccion Infantil.

– ?Estuvo alli desde el lunes?

– Si, en Agudos de Proteccion Infantil. Aqui no ha estado solo mas de cinco minutos.

La puerta se abrio.

Martin Setre no levanto la vista. Estaba sentado balanceandose en una silla y habia puesto un pie sobre la mesa. La bota sucia descansaba sobre un pequeno charco de nieve derretida. El respaldo de la silla golpeaba ritmicamente la pared detras de el y ya habia comenzado a marcarla.

– Para -dijo Bork-. Ahora. Esta es la subinspectora Silje Sorensen. Quiere hablar contigo.

El muchacho mantuvo la mirada baja. Tenia una cajita de tabaco para mascar entre los dedos, sin que pareciese estar usandolo ahora. Como contrapartida se le habia agravado la infeccion de herpes.

– Hola -dijo Silje desde el otro lado de la mesa-. Puedes saludarme si quieres.

Se sento.

– Entiendo -dijo ella, y comenzo a reirse.

Ahora el muchacho levanto la vista, pero sin encontrar la mirada de Silje.

– ?De que cono se rie?

– No es de ti. Es de Knut, aqui.

Senalo con la cabeza a su colega mas joven. El, por su lado, levanto las cejas tanto como era posible antes de adoptar la misma expresion indiferente. Habia dado la vuelta a la silla sobre la que estaba sentado y se inclino sobre el respaldo con los brazos en cruz; una delgada carpeta de casos colgaba de una de sus manos.

– El asunto es… -dijo Silje- que cuando el me mostro tus papeles hicimos una apuesta. Yo aposte cien coronas a que te ibas a balancear en la silla, juguetearias con una cajita de tabaco y te negarias a saludarme. Despues le aposte otras cien a que durante el primer cuarto de hora no me ibas a mirar a los ojos. Me parece que me voy a forrar. Por eso me rio.

Se rio de nuevo.

El muchacho quito el pie de la mesa, dejo caer al suelo con un ruido las dos patas delanteras de la silla y la miro directamente a los ojos.

– Todavia no han pasado quince minutos -dijo-. Perdio.

– Solo a medias -sonrio ella-. Es uno a uno entre Knut y yo. Como sera entre nosotros dos, esta por verse.

Un golpe debil en la puerta hizo que el muchacho mirase hacia alli.

– Entre -dijo Knut Bork en voz alta, y la puerta se abrio.

Una mujer de aproximadamente treinta anos, muy por encima de su peso y con ropas mas que holgadas, entro respirando pesadamente.

– Disculpen la tardanza -se excuso-. Mucho que hacer hoy. Soy Andrea Solli, de Proteccion de Menores.

Lo ultimo lo dijo en direccion a Martin, y la mujer alargo una mano frente a el. El levanto la suya vacilante, hasta encontrar un apreton flojo. No se puso de pie.

– Con eso todas las formalidades deben de estar en orden -dijo Andrea Solli cogiendo la ultima silla del cuarto.

El muchacho cerro los ojos e hizo como si bostezara. En realidad, ponia al dia sus propias cuentas. En la sucesion de empleados de Proteccion al Menor, peritos, abogados y miembros de juntas que habian pasado por la vida de Martin Setre, Andrea Solli era la numero 62. La primera habia logrado hacerlo hablar. Le habia contado tanto como quiso, y termino describiendo como su padre le habia encajado la cabeza dentro de una taza de retrete hasta que el no habia estado seguro de estar vivo todavia.

Esa vez la mujer le habia dicho que le creia y que todo saldria bien. Nada habia salido nunca bien y ya hacia mucho que el habia dejado de creer en nada de lo que le dijeran.

– Entiendo que te trajeron hace tres dias -dijo Silje Sorensen-. Por posesion de tres gramos y medio de hachis, dice aqui. Para serte franca, esto no me interesa lo mas minimo. Tampoco estoy especialmente interesada en tu carrera como prostituto. Tampoco en este… -tomo la hoja que Knut Bork saco de la carpeta que sostenia-, esto de aqui. Un informe de detencion del 21 de noviembre del ano pasado.

– ?Eh? ?Ahora tambien van a empezar a sacar asuntos del tiempo de Maricastana?

Martin se agito en la silla.

– De esto hace un mes y medio, Martin. Aqui en la Policia, esto no es un asunto muy antiguo. Pero de hecho tampoco es esto lo que me interesa de tu caso.

El muchacho estaba inclinado hacia delante y empujaba la cajita de tabaco sobre la mesa, enviandola de una mano a la otra como si fuese un disco de hockey.

– Es Hawre. Hawre Ghani. ?Lo conoces, verdad?

El movimiento de la cajita entre las manos aumento de velocidad.

– Vamos, Martin. Os detuvieron juntos. En este informe esta claro que os conociais. Solo quiero saber…

– No he visto a Hawre desde hace muchisimo -dijo el muchacho con amargura.

– Bueno, eso me lo creo.

– No se nada de Hawre -murmuro Martin.

– ?Erais amigos?

El muchacho esbozo una mueca.

– ?Eso quiere decir si o no?

– No es muy facil hacer amigos cuando se vive como yo. ?No puedo vivir en el mismo sitio durante mas de unas semanas!

– Eres tu el que se escapa -lo interrumpio la asistente social-. Yo entiendo que las cosas son muy dificiles para ti, pero no es facil comprender…

– De eso se puede hablar mas tarde -interrumpio Silje Sorensen-. Tengo que preguntarte otra vez, Martin: ?conocias bien a Hawre?

El retomo el hockey de mesa, sin contestar.

– Te sonrojas. ?Erais amantes?

– ?Eh?

La herida de la nariz habia empezado a sangrar. Una linea delgada y roja zigzagueaba hacia abajo por la costra irregular y amarilla que bajaba desde la fosa nasal izquierda hasta el labio.

– ?Yo y… Hawre? ?Hawre ni siquiera es verdaderamente homo! ?Solo necesita dinero!

– Pero ?tu lo eres?

– ?Que?

– Homo.

– Eso usted no me lo puede preguntar.

Una sirena empezo a sonar en el patio trasero. Dos urracas se sentaron en el marco externo de la ventana y los miraron con ojos negros como el carbon, sin hacer caso del ruido. Los ojos de Martin se achicaron, y

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