personas publicas reciben este tipo de cosas constantemente. En todo caso lo hacen si defienden algo que es controvertido. Muy pocas montan un escandalo por ello. Seria solo como echar lena al fuego. Inger Johanne trabajaba en un proyecto que…

– ?Que tal va con mi mujer favorita? -interrumpio Sigmund.

El colega de Yngvar sufria desde hacia varios anos un enamoramiento aparentemente invariable de Inger Johanne. Por lo normal, este se evidenciaba exclusivamente a traves de un entusiasmo descomunal cada vez que la veia o hablaba con ella. Cuando bebia un poco, podia salir con comentarios irreflexivos y tocamientos que no eran bienvenidos. En una ocasion Inger Johanne le habia dado un solido tiron de orejas cuando el, algo idiotizado por el conac del festejo, le habia puesto una mano en un pecho. Por una u otra razon absurda, todavia le gustaba, de alguna manera.

– Bien -dijo Yngvar-. Tienes que darte una vuelta uno de estos dias.

– ?Si! ?Que tal este fin de semana? Me viene bien el…

– Llamame cuando tengan alguna novedad -interrumpio Yngvar-. Ahora he de irme. Hasta luego.

En el momento en que estaba a punto de cortar la comunicacion, oyo la voz mecanicamente distorsionada de Sigmund que gritaba:

– ?Espera! ?No cuelgues!

Yngvar se llevo otra vez el telefono a la oreja.

– Si, ?que sucede?

– Solo queria decirte que no todas las cartas tratan de este asunto de los hornos.

– ?Entonces?

– Algunas tratan sobre el aborto.

– ?Sobre el aborto?

– Si, mira. La obispo era bastante fanatica con eso.

– Pero ?sobre que escriben? Y sobre todo: ?quien es el que escribe?

Finalmente Sigmund habia terminado de comer.

– Un poco de todo. Esas cartas no son tan agresivas. Son de una mujer que no quisiera haber nacido nunca. Nacio porque violaron a su madre, y como era joven, no se animo a contarselo a nadie hasta que fue demasiado tarde. Su vida fue un desastre desde el principio.

– Hmm. ?Una persona que se queja a la obispo por el hecho de que existe?

– Siii.

– Pero ?que quiere, exactamente?

– Trata de convencer a la obispo de que el aborto puede ser aceptable. Algo en ese sentido. No estoy seguro. Muchas de estas cartas estan escritas por personas bastante chifladas, Yngvar. Yo estoy contigo en que no debemos darle gran importancia. Pero como estamos relativamente sin otra cosa, en todo caso tenemos que echarles una buena ojeada. ?Vienes pronto por aqui?

Yngvar apreto el telefono entre la cabeza y el hombro. Abrio el cajon, tomo uno de los Kvikklunsj y le quito el papel.

– No antes de la semana que viene, creo. Pero hablaremos mucho antes que eso. Hasta luego.

Dejo el telefono y partio el chocolate en cuatro pedazos. Empezo a comerselos despacio. Dejo reposar cada bocado en la lengua por un rato, mas disolviendo la golosina que masticandola. Cuando terminaba con cada pedazo, comenzaba con el siguiente. Le llevo cinco minutos disfrutar de todo el chocolate y termino lamiendose los dedos.

Le mejoro el humor. El azucar en la sangre subio y sintio la cabeza clara. Cuando al cabo de unos segundos penso que acababa de dar vida a 216 calorias totalmente inutiles, se deprimio tanto que tomo el abrigo del perchero y apago la luz. Era miercoles 7 de enero, y siete dias de una dieta de hambre eran suficientes por esta vez.

En todo caso podia permitirse tomar una cena como la gente normal.

Colera

Cerca del mediodia del 9 de enero, sono el timbre en la puerta de la vieja villa de Hystadveien, en Sandefjord.

Synnove Hessel estaba recostada en el sofa. Se encontraba en ese estado que va del sueno a la realidad, en un letargo de suenos sombrios. Por las noches no lograba dormir. Las horas mas oscuras del dia le parecian tan eternas como perdidas. No era posible seguir buscando a Marianne cuando todos dormian y todo estaba cerrado, pero era igualmente imposible encontrar descanso. Los dias se volvieron peores. De vez en cuando echaba un suenecito, como ahora.

No habia mucho mas que hacer.

La cuenta comun estaba intacta. Todavia no tenia acceso a la cuenta de Marianne. Habia llamado a todos los hospitales de Noruega, sin obtener nada de ninguno. Ya no le quedaban mas amigos a quienes llamar. Indago hasta con los conocidos mas lejanos y los familiares mas remotos, y les preguntaba si habian sabido de Marianne a partir del 19 de diciembre. Dos dias atras, junto coraje y llamo finalmente a sus suegros. Lo ultimo que sabia de ellos era a traves de una terrible carta que le habian enviado cuando quedo claro que Marianne abandonaria a su marido para mudarse a vivir con una mujer. La llamada telefonica fue en vano. En cuanto la madre de Marianne se dio cuenta de quien llamaba, le lanzo un reguero de incoherencias durante dos minutos y despues colgo. Synnove no pudo siquiera decirle que era lo que queria.

Marianne se habia ido, habia desaparecido. Synnove apenas habia comido desde hacia una semana y media. Habia usado los dias transcurridos desde la desaparicion para buscar. Por las noches daba eternos paseos con los huskys. Ahora ya no le apetecia. Durante los ultimos dos dias, los perros hubieron de contentarse con la jaula. La ultima noche se habia olvidado de darles de comer. Cuando se acordo de repente, ya eran las dos de la manana. Su llanto asusto al lider, que habia ganido y meneado la cola y quiso tener toda su atencion antes de siquiera tocar la comida. Al final Synnove se metio en una de las casillas de los perros y se durmio ahi, con Kaja en los brazos. Se desperto media hora mas tarde, aterida.

El timbre sono otra vez.

Synnove permanecio echada. No queria recibir visitas. Muchos habian tratado de venir, pocos habian logrado entrar.

Ding-dong.

Una vez mas.

Tiesa, se incorporo del sofa y doblo la manta. Sentia un tiron en el cuello y se aplico un masaje mientras arrastraba los pies hacia la puerta de entrada y se preparaba para convencer otra vez a un amigo de que queria estar sola.

Cuando abrio y vio a Kjetil Berggren en la escalera, el alivio hizo que se marease. Habian encontrado a Marianne, entendio, y Kjetil habia venido a traerle la feliz nueva. Todo habia sido un desagradable malentendido, pero ahora Marianne regresaria y todo seria como antes.

Sin embargo, Kjetil Berggren estaba muy serio. Synnove retrocedio un paso en la entrada y la puerta se abrio del todo. Habia una mujer detras de el. Tendria cerca de cincuenta anos y llevaba un abrigo encima. En la garganta, alli donde todo el mundo llevaba una bufanda para protegerse del frio de enero, ella llevaba un collar de pastora.

La pastora estaba tan seria como el policia.

Synnove retrocedio otro paso antes de caer de rodillas y taparse la cara con las manos. Las unas se le hincaron en la piel marcando rayas sangrientas en ambas mejillas. Grito. Un aullido doloroso que no se parecia a nada que Kjetil Berggren hubiese oido antes. Cuando Synnove comenzo a golpear la cabeza contra las baldosas del suelo de la entrada, el trato de sujetarla por debajo de los brazos para ponerla de pie. Ella lo golpeo furiosamente y con fuerza, y se desplomo nuevamente.

Y todo el tiempo ese aullido.

El intenso alboroto de dolor hizo que los perros en el patio trasero contestaran. Seis canes polares aullaron como los lobos que en realidad eran. El coro de lamentos se elevo hacia el bajo techo de nubes y se podria haber

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