– No tienes que llevarme -dijo-. Caminare.
– Pero me llevara solo tres minutos el…
– Caminare -lo atajo ella.
Se volvio hacia el desde la puerta.
– No me creiste -dijo-. No me creiste cuando te dije que algo terrible le habia pasado a Marianne.
El se miro las unas, sin contestar.
– Espero que te moleste -dijo ella.
El asintio, todavia sin levantar la vista.
«No me molesta en lo mas minimo. No me molesta para nada; Marianne habia muerto hacia tiempo cuando acudiste a nosotros», penso.
Pero no dijo nada.
No habia nada que decir acerca de la efectividad. Los dibujantes de la Policia no solo habian terminado ya un esbozo de la cara, sino tambien un perfil, una imagen de frente de toda la figura y ademas un dibujo mas detallado de una especie de emblema o broche que, segun Martin Setre, el hombre llevaba en la solapa. Silje Sorensen hojeo rapidamente los cuatro dibujos antes de colocarlos juntos sobre el escritorio, frente a si.
Desconfiaba de ese tipo de esbozos, pese a que era ella quien los habia encargado.
La mayor parte de la gente son testigos lamentables. Una misma situacion o una misma persona pueden ser descritas de maneras totalmente distintas. Los testigos pueden contar cosas que no estaban ahi y relatar hechos que nunca sucedieron. Vividamente y con detalle. No mienten, simplemente recuerdan mal y llenan el vacio de su memoria con sus propias experiencias o con su fantasia.
Al mismo tiempo, los retratos robot podian ser a veces determinantes. El dibujante tenia que ser bueno, y el testigo debia ser especialmente observador. Existian programas informaticos muy avanzados que podian facilitar la tarea y en algunos casos hacerla mas precisa, pero ella preferia los dibujos hechos a mano.
Eso era lo que tenia.
Observo el retrato.
El hombre era blanco y podia tener cualquier edad entre treinta y cinco y cincuenta anos. En las notas que seguian a la carpeta, pudo leer que Martin Setre no estaba totalmente seguro de si el tipo llevaba la cabeza afeitada o si, en realidad, habia perdido el pelo. En todo caso iba calvo. Cara redonda. Ojos oscuros, sin gafas. La nariz era recta y la mandibula ancha, casi cuadrada. La parte inferior de la cara estaba enmarcada por una papada. Era pesado, eso ella tambien lo podia ver en la figura completa, pero no era particularmente gordo. La altura estimada era de 1,70.
Un tipo sonriente y pequenajo, algo gordo.
Silje imagino que el retrato estaba hecho de ese modo porque el sujeto sonreia todo el tiempo. Miro las notas y encontro en ellas la confirmacion de su teoria.
Buenos dientes.
Las ropas eran oscuras. Un abrigo oscuro sobre una camisa oscura. Tambien la corbata era oscura, y el nudo parecia flojo.
El dibujo era en blanco y negro, y tantos tonos grises hicieron que se sintiera pesimista. Cuando sostuvo el dibujo de la figura completa y lo observo mas profundamente, se le ocurrio que debia de haber miles de hombres parecidos a ese. Era cierto que Martin habia dicho que el hombre hablaba ingles o norteamericano, pero utilizar una lengua distinta que la propia era un truco viejo y muy utilizado.
Habia atisbos de hoyuelos en las mejillas.
Knut Bork entro sin llamar y la sobresalto.
– ?Disculpa! -dijo, perplejo-. ?No sabia que estabas aqui! ?No tienes nada mejor que hacer un sabado por la tarde?
– Si yo no hubiese estado aqui, la puerta tampoco hubiese estado abierta.
– Yo…
Bork era alto y de piel clara, casi palida, tenia cabellos rubios rojizos y ojos de un azul hielo. Cuando se sonrojaba, lo hacia intensamente. Parecia un semaforo.
– No es tan importante -sonrio Silje, estirando la mano-. ?Que es lo que me ibas a dejar?
– Esto -dijo el mansamente, y le entrego una delgada carpeta de casos-. Tiene que ir en el caso de Marianne Kleive.
Ella tomo los papeles y los dejo al lado de los retratos robot sin examinarlos.
– Justo lo que necesitamos ahora -dijo-. Un asesinato espectacular en uno de los mejores hoteles de la ciudad. ?Has visto los tabloides?
El alzo las cejas y dejo escapar un suspiro largo.
– ?Algo nuevo? -pregunto ella senalando la carpeta con un movimiento de cabeza.
– Solo un par de declaraciones nuevas de testigos. Parece que la mitad de Oslo estuvo en el jodido hotel esa noche. Y ya sabes como son, todos creen que tienen algo interesante que contar. Estamos cercados por personas que quieren declarar.
Silje levanto la taza de cafe.
– A veces ningun testigo es mejor que mil -dijo-. Lo peor es que los tenemos que tomar a todos seriamente. Uno u otro puede verdaderamente haber visto algo relevante. ?Salud!
El cafe estaba tibio y amargo.
– ?No deberias irte a casa pronto?
– Gracias, lo mismo digo -dijo el-. ?Te llegaron los dibujos? Dejame ver.
Rodeo el escritorio y se inclino sobre los retratos.
– Ninguna marca caracteristica -murmuro.
– No. Esta por debajo de la estatura media, pero la propia expresion «media» indica que no esta solo en eso…
– ?Crees que esto es una pista ciega?
El sostuvo el retrato a la altura de su cara.
– Tal vez -suspiro ella-. Pero es la unica que tenemos.
– ?Que es eso? -pregunto el, indicando el dibujo de una solapa-. ?Una insignia?
– Algo por el estilo. ?La reconoces?
– ?No es un trebol?
– Si.
– Todos los dibujos estan en blanco y negro, pero el trebol es rojo.
– Martin estaba completamente seguro -dijo el-. Como norma general, no queremos colores en estos dibujos, porque tienden a confundir. Pero este alfiler, o lo que sea, era aparentemente, y sin dudas, rojo.
– ?Y estos… garabatos, que representan?
Ambos observaron el dibujo. En cada una de las hojas del trebol habia un dibujo que recordaba las letras de un alfabeto extrano.
– A Martin le parecio que habia una letra en cada hoja -dijo Silje-. Pero no se acuerda de cual.
Knut Bork agarro una caja de pastillas que habia sobre la mesa.
– ?Puedo coger una? -pregunto, e introdujo un dedo en la caja antes de que ella llegase a contestar.
– Por supuesto -contesto Silje-. Coge cinco. Hay algo conocido en ese distintivo, ?verdad?
– Si -dijo Knut Bork, y comenzo de pronto a reir fuerte-. ?Te dire lo que es! ?Mi abuela tenia uno asi en cada chaqueta que tiene y que le pertenece!
La risa se corto en seco. Silje lo miro. Otra vez estaba rojo como un tomate y boqueaba como un pez en tierra.
– Knut -dijo ella con cuidado-. ?Todo bien? ?Te…? Se puso de pie tan rapido que la silla rodo hasta chocar contra la pared detras de ella con un ruido. Bork era significativamente mas alto que ella. Por un momento considero subirse al escritorio, pero abandono la idea. Lo rodeo desde atras con un brazo y trabo sus manos sobre el pecho con el pulgar derecho apuntando hacia el cuerpo. Entonces apreto con toda su fuerza.
Tres proyectiles negros salieron despedidos de la boca de Knut.
El tosio buscando aire y ella aflojo el abrazo.
– ?Gracias! -jadeo el-. No podia… ?Mira eso!
